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TALÓN DE AQUILES

Salvador Kalifa

El Banco de México (Banxico) dio a conocer a fines de noviembre los resultados de la balanza de pagos del país al tercer trimestre del año. En este documento se registran todas las transacciones de mercancías y servicios (cuenta corriente), así como de flujos de capital (cuenta de capital), que realiza el país con el exterior.

Dado que los saldos de ambas cuentas, por identidad contable, son iguales pero con signo contrario, considero oportuno hacer algunas observaciones sobre esos resultados, particularmente en el contexto de una economía global que sigue batallando todavía para consolidar y sostener la recuperación.

Nuestro país registró, por ejemplo, un déficit en la cuenta corriente de 2.9 miles de millones de dólares (mmd) en los primeros nueve meses de 2010, lo que significa que las importaciones de bienes y servicios superaron en esa cifra a las exportaciones de los mismos.

El nivel de desarrollo económico de México hace que la existencia de un déficit en cuenta corriente sea algo bienvenido, ya que significa que existe un superávit en la cuenta de capital, esto es, que los recursos financieros fluyen hacia el país porque encuentran oportunidades de inversión más atractivas que en economías desarrolladas.

Sin embargo, cualquier economía, y la nuestra no es la excepción, debe vigilar que el monto del déficit en cuenta corriente no exceda ciertos límites, que varían para cada país. En nuestro caso, la experiencia muestra que un déficit abultado en cuenta corriente (1976, 1982 y 1994) se traduce en trastornos financieros y una fuerte depreciación del peso, lo que provoca caídas en el empleo y la producción.

En esta ocasión el monto del déficit en cuenta corriente al tercer trimestre de 2010 no es motivo de preocupación, ya que equivale a 0.4% del Producto Interno Bruto (PIB), cifra bastante menor al 7.1% del PIB que se registró en 1994 y detonó la crisis de fines de ese año y 1995.

Por otra parte, el financiamiento de ese faltante durante el presente año es sano, ya que el flujo neto de Inversión Extranjera Directa en los tres primeros trimestres de 2010 se ubicó en 5.5 mmd, suficiente para cubrir el déficit de la cuenta corriente.

No obstante, hay algunos "prietitos en el arroz" que no permiten concluir que la balanza de pagos de México se encuentra libre de preocupaciones. Una primera señal de advertencia la tenemos en el hecho de que la entrada de Inversión Extranjera Directa, una vez descontada la operación extraordinaria de compra de FEMSA cerveza por Heineken, fue casi 40 por ciento inferior este año en relación con la de 2009.

Otro factor que merece atención es el saldo de la cuenta corriente sin los ingresos y los egresos del petróleo y sus derivados, que ascendió a 10.4 mmd. La razón para eliminar esas partidas es que los dólares correspondientes al petróleo no entran en el mercado cambiario, sino que son operados directamente con Banxico.

En dicho contexto, los flujos privados de capital tienen que financiar un déficit mayor al que muestran las cuentas externas, lo que hasta ahora han hecho adecuadamente. No obstante, esto incorpora una vulnerabilidad potencial ante una posible reversión de los flujos de capital, que han sido espectaculares en fechas recientes.

En efecto, si bien la Inversión Extranjera Directa se redujo este año en relación con 2009, no ocurrió lo mismo con el capital financiero, que entró a manos llenas a nuestro país, gracias a la gran liquidez global que crea la política monetaria instrumentada en las economías avanzadas, especialmente en Estados Unidos.

Los datos de la cuenta de capital indican que durante enero-septiembre del presente año ingresaron como inversión de cartera 12.7 mmd, en su mayoría orientados al mercado de dinero y concentrándose en inversión en valores del gobierno.

Con información más reciente sobre la tenencia de valores gubernamentales en poder de residentes en el extranjero vemos que al 30 de noviembre el saldo ascendió a 45.2 mmd, lo que se tradujo en una participación del 19.1 por ciento del total de la deuda soberana en manos de inversionistas extranjeros, cifra mayor al 13.7 por ciento registrado al cierre de 2009.

Esos flujos extraordinarios de capital han aumentado las reservas internacionales y apreciado al peso, pero al mismo tiempo se convierten en el talón de Aquiles de nuestras cuentas externas. En efecto, no debemos suponer que ese dinamismo del financiamiento externo continuará indefinidamente.

Por el contrario, en algún momento (que quizá no se presente sino hasta 2012 o algo después) perderá vigor y hasta pudiera revertirse, lo que cuando suceda llevará a una depreciación del peso y, muy probablemente, a un trastorno temporal de nuestra economía.

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