"Ayudar al que lo necesita no es sólo parte del deber, sino de la felicidad"
José Martí
¿Cuánto vale la ayuda al otro? ¿Realmente el servicio y la solidaridad son virtudes con la cualidad de mensurabilidad? Dada nuestra condición humana, ¿estamos obligados a ayudar a quienes nos rodean? Estos son cuestionamientos que seguramente han tocado la mente de muchos individuos alrededor de todo el orbe. Bien vale reflexionar sobre ello y encontrar respuestas que satisfagan una sed de certeza y crecimiento personal.
Somos seres humanos, somos animales racionales, y de esa misma racionalidad deriva nuestra condición social, la cual nos convierte en seres totalmente dependientes. Empero, ¿de qué o de quién dependemos? Dependemos de nuestro prójimo, y este vocablo deriva del adjetivo latino "proximus, -a, -um", que se refiere al más cercano a uno.
Esta característica que poseemos genera en nosotros una necesidad de establecer las condiciones necesarias para que los vínculos creados entre los individuos sean lo más armoniosos y eficientes posibles; y a través de ellos se vayan gestando relaciones interpersonales que enriquezcan paulatinamente la vida de cada persona.
Sin embargo, en muchas ocasiones el individuo tiende a ver únicamente por sus intereses personales, siendo víctima de un egocentrismo nada grato, motivo por el cual su panorama se cierra, dejando fuera a las personas que le rodean, olvidándose de esa dependencia ya mencionada.
Mas, por otra parte, existen individuos que han dedicado su vida a ayudar, a servir al otro, y se les ha reconocido esta virtud por encima de otras. Y ello es visto a los ojos del mundo como un acto verdaderamente heroico y de contribución al progreso de la sociedad. Seguramente cada uno ustedes conoce a una persona con estas valiosas cualidades, y pensaron en alguien al mencionar las mismas.
Y bien, otra pregunta que surge es la siguiente: ¿cómo puedo ayudar al otro? Todo depende de la realidad temporal y espacial donde el individuo se encuentre. Existe un número casi infinito de maneras de "tender la mano" al próximo y poner en práctica la gran virtud de la caridad. Pensemos por ejemplo en una madre con un hijo que posee alguna discapacidad física o mental, y en el empeño que pone al cuidarle minuto a minuto, día a día. Sacrifica incluso su propia vida por "ayudar" a ese hijo que tanto lo necesita. ¿Y esa ayuda se puede medir? Vaya dificultad que representa este acto, a falta de parámetros universalmente admitidos. Por ello, el servicio tiene el valor que cada persona le asigne, dependiendo su caso específico.
Sin embargo, el caso de esta madre no aparece en el periódico o en la televisión, como el de muchas personas que son acreedoras al Premio Nobel de la Paz, por ejemplo, como Barak Hussein Obama, más reciente galardonado. Por este motivo, el servicio, la caridad, no debe ser para los seres humanos un acto heroico o un privilegio de pocos, sino una verdadera necesidad de todos. Es necesario cambiar esta noción que se ha ido infundiendo en una gran cantidad de individuos. El otro necesita de nosotros, y viceversa; el enfermo necesita del sano; el malo necesita del bueno; el injusto necesita del justo; el alumno necesita del maestro; el pueblo necesita del líder; el mundo está necesitado de personas que comprendan y pongan en práctica continua el valor de ayudar, para crecimiento personal y progreso de la sociedad.
No estamos solos en el universo, estamos acompañados, queremos seguir estando así y tenemos que esforzarnos por hacer de nuestra casa, la Tierra, un hogar mejor, donde la felicidad vaya de la mano con la vida de cada individuo. Empero, ello no se logra automáticamente, es necesario que cada uno de nosotros coloque su "granito de arena" en esta construcción. Ayudemos y experimentemos lo pleno de ese acto. Y para cerrar, recordemos la frase de una mujer que se consagró a ayudar a los pobres más pobres, Agnes Gonxha: "El que no vive para servir, no sirve para vivir".
