Tenemos lo necesario para resolver mil problemas
Es incuestionable que la mayoría de los seres humanos pasaremos durante la vida, por etapas emocionales difíciles; y un buen porcentaje lucharemos continuamente contra conductas, pensamientos y sentimientos destructivos. Y no estamos hablando de perturbaciones muy graves, sino de las que nos son comunes: preocupaciones de todo tipo, estrés, relaciones interpersonales dañinas, depresión, ansiedad, pérdida de seres queridos, etcétera.
Ante toda esta clase de problemas que nos causan dolor, ¿podemos nosotros mismos resolver o disminuir considerablemente ese sufrimiento?, ¿o será necesaria la ayuda de un profesional de la salud mental?
Por milenios la larga evolución del ser humano ha dado pruebas contundentes de que la mayoría de los conflictos emocionales los resuelven hombres y mujeres por sí mismos. Hay un mito muy extendido en el sentido de que la persona que pasa por algún tipo de trance emocional no puede solucionarlo sin apoyo. En ciertos casos graves, cuando ya están implicados factores médicos, solamente un especialista en salud mental es quien debe de intervenir. Pero en general nosotros mismos contamos con herramientas para solventar nuestros sufrimientos. La columna vertebral del citado mito consiste en que pensamos que los disturbios emocionales están más allá de nuestra comprensión y solución. Esto es totalmente falso, pues de una manera u otra los seres humanos nos enfrentamos a lo largo de la existencia con una gran cantidad de problemas que en gran parte los resolvemos eficazmente.
Para remediar nuestras dificultades sin la necesidad de acudir a un profesional, lo primero que necesitamos es darnos plena cuenta de que contamos con sentido común. Es casi un dogma la falsa aseveración de que éste es el “menos común de los sentidos”. La historia universal nos brinda irrefutables pruebas de que el ser humano de todas las latitudes ha sorteado con éxito la mayor parte de sus inconvenientes personales. Si creemos firmemente que contamos con una gran cantidad de factores a nuestro favor para solucionar los aprietos, lo demás será relativamente simple. El genial psiquiatra norteamericano Allport declaró en 1968: “Como en la ayuda profesional -y aquí incluyo la Psiquiatría, el ministerio eclesiástico, el trabajo social, la psicología aplicada y la educación- por medio de nosotros podemos recuperar algo del sentido común que parece haberse perdido por algún lado”.
Lo que debe de sorprendernos, es que existiendo tantos apuros en nuestros días (crímenes, discriminación, pobreza, violencia en las calles, drogadicción, divorcios, etcétera), aun así las sociedades humanas siguen en pie en todo el planeta, y en lo individual somos capaces de funcionar bastante bien. Pero es que no nos damos cuenta que de una manera u otra aplicamos nuestro sentido común, aunque no en la forma tan efectiva en que podríamos hacerlo.
Por ejemplo, esforzarnos por concretar nuestro problema con la mayor precisión posible; dividirlo en tantas partes como sea necesario, tal y como genialmente lo explicó René Descartes en su mundialmente famosa obra El discurso del método; analizar la verdadera magnitud de la dificultad en la que estamos implicados; detenernos en nuestras reacciones, a fin de evaluar si realmente corresponden a los hechos objetivos, o si son consecuencia de nuestras afiebradas fantasías y miedos no fundados en la realidad; ver hasta dónde nuestras reacciones no son más que la derivación de nuestras exageraciones, y no acciones apoyadas en pruebas y hechos concretos.
Critilo nos dice que contamos con nuestro sentido común intacto, con nuestra capacidad para observar la realidad al esforzarnos en separarla de los miedos, y aplicar las palabras correctas a nuestro conflicto, aquéllas que correspondan a la magnitud real del problema, y no más. Como éste tema es interesantísimo, con alguna frecuencia lo analizaremos en posteriores columnas.
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