"La moral... pertenece siempre al reino de la libertad, no al del control".
Fernando Savater
Dicen que Tiger Woods dejó los palos, pero no se refieren sólo a los del golf.
El mejor golfista de todos los tiempos, y el deportista con mayores ingresos del mundo en los últimos ocho años, anunció el 11 de diciembre de 2009 que dejaría el golf por tiempo indefinido para hacer un esfuerzo por mantener unida a su familia después de que se dio a conocer que había cometido distintos actos de infidelidad marital.
Este 19 de enero se reveló que el golfista, cuyo nombre real es Eldrick Tont Woods, ingresó a una clínica llamada Servicios de Adicción y Salud Conductual Grove en Hattiesburg, Mississippi. El propósito es tomar un tratamiento para su "adicción al sexo". Para ingresar a esta clínica el golfista de 34 años de edad firmó un contrato de celibato voluntario que le prohíbe tener relaciones sexuales durante cuatro meses. No se le permite siquiera satisfacerse a sí mismo.
Woods no sólo está viviendo este tratamiento sino que ha perdido también varios de los patrocinios que le permitieron obtener ingresos por 110 millones de dólares en los 12 meses concluidos en mayo de 2009 (sólo 5 millones en premios de golf, según la revista
). Woods, quien era una presencia constante en los medios gracias a sus contratos de promoción con Accenture, GM, AT&T, Gillette y Nike, entre otros, no ha aparecido en ningún anuncio de televisión en horario estelar en Estados Unidos desde el 29 de noviembre, según Nielsen Co.
Me imagino que muchos de los directivos de las empresas que han congelado al Tiger se sentirán incómodos. De alguna manera son hipócritas, porque no creo que haya muchos que nunca hayan cometido un acto de infidelidad. Sin embargo, los anunciantes no se atreven ya a identificarse con el deportista.
Si alguna duda cabe de que la moral sexual es relativa y definida por consideraciones culturales, basta comparar el caso de Woods con lo que está ocurriendo en la República de Sudáfrica, la próxima sede de la Copa del Mundo de futbol y un país que se presenta como ejemplo por haber dado a sus pueblos originales negros igualdad jurídica con la población blanca.
Este 4 de enero el presidente sudafricano Jacob Zuma, un firme creyente en la institución del matrimonio, contrajo matrimonio por quinta ocasión a sus 67 años. Thobeka Mabhija es su tercera esposa oficial en este momento. Zuma está aún casado con Gertrude Sizakele Khumalo, con quien contrajo matrimonio en 1973, y quien asistió a la nueva boda. También lo está con Nompumelelo Ntuli, de 34 años, con quien se casó en 2008.
Una anterior esposa, Kate Mantsho, con quien tenía cinco hijos, se suicidó en 2000. Otra más, Nkozasana Dlamini, se divorció de él, pero es ministra del interior en su Gabinete. Zuma tiene compromisos formales para contraer matrimonio con otras dos mujeres y cuenta con 19 hijos reconocidos de siete mujeres diferentes.
Algunas voces se han levantado en Sudáfrica para protestar por los matrimonios del presidente, pero la Ley sudafricana permite la poligamia a los zulúes por respeto a sus usos y costumbres. La moral, como vemos, es muchas veces relativa y condicionada al entorno cultural. Un acto condenado socialmente en una cultura se convierte en simple anécdota en otra.
En la mayoría de los países modernos sólo se permite mantener un matrimonio a la vez. La Iglesia Católica prohíbe incluso el divorcio. El Islam acepta hasta cuatro matrimonios, pero sólo al hombre y no a la mujer. En la cultura zulú no parece haber límite a los matrimonios de un hombre.
La Suprema Corte de Estados Unidos decidió ayer que la prohibición a las empresas para comprar anuncios políticos es inconstitucional. Las empresas tienen tanto derecho a promover sus ideas políticas con su dinero como los individuos, señaló la Corte. Una prohibición más draconiana en México no sólo afecta a las empresas sino también a las personas.