L Os mexicanos iniciamos actividades para conmemorar doscientos años de independencia, por ello le invito a que, de vez en cuando, dialoguemos sobre el tema.
En este propósito, hemos conocido las discusiones de conocedores que exponen sus ideas sobre el "choque" o "conquista", de una cultura sobre la otra, intentando ayudarnos a comprendernos mejor, confundiéndonos algunas veces.
De siempre, hemos sido bombardeados con historias sobre la conquista y la reacción indígena, quienes no supieron, pudieron o quisieron defenderse.
Luego de la conquista, como consecuencia lógica, quedó la necesidad de definir qué hacer con los conquistados, a quienes, además de quitarles tierra y posesiones, arrancaban su libertad y lo peor: su condición de humanos.
Los conquistadores impusieron sus usos y costumbres, incluyendo religión y, para acallar conciencias, juristas y teólogos buscaron cómo justificarse, basándose en el derecho y permisos eclesiásticos para colonizar, adoctrinar y hacer productiva la conquista para España, necesitada de dineros.
Así, se publicaron y adoptaron siete normas o justificaciones sobre su actuar en perjuicio indígena; el documento, conocido como "Títulos Justos", definía que:
Primero: el emperador es señor del mundo y por ende de los infieles, incluidos los indígenas.
Segundo: el Papa, ha entregado en donación al emperador español dichos poderes, lo que transforma en divina su autoridad, adjudicándosele como responsabilidad la evangelización.
Tercero: en consideración del principio Romano "lo que a nadie pertenece se convierte en propiedad de quien primero lo descubra y ocupa" y como el territorio no era de ningún príncipe cristiano, pasa a ser posesión del reino.
El cuarto era contundente, justificando sus acciones por la responsabilidad de evangelizar, adquirida ante el Papa, según el "Requerimiento", -documento redactado por el jurista Palacios Rubio- de enterar a los indios, en lectura pública que no comprendían por hablárseles en castellano, sobre la orden de acatar y adoptar el cristianismo, obligándoles, de ser necesario por la fuerza y advirtiéndoles que, de no obedecer: "tomaré vuestras personas y vuestras mujeres e hijos y los haré esclavos, y como tal los venderé y dispondré de ellos, como su alteza mandare, y os tomaré vuestros bienes y los haré los males o daños que pudiere, como vasallos que no obedecen ni quieren recibir a su Señor..."
Quinto: su conducta -antropofagia y sacrificios humanos, entre otros- repugnará a los cristianos, lo que justifica culturizarlos.
El sexto, consideraba la aceptación pacífica del dominio y adoctrinamiento.
El séptimo: justificaba las acciones de conquistadores y colonizadores porque: "Dios había querido que Castilla imperara sobre estos territorios y sobre sus infieles".
Desde luego que la respuesta en contrario se dio entre españoles humanistas, como el dominico Francisco de Vitoria y su discípulo Domingo de Soto, que impugnaban el maltrato conforme al derecho natural de los seres humanos, sentando bases para que otros teólogos y juristas continuaran con la defensa de los indios.
Fray Antonio de Montesinos, en la Española, -Santo Domingo- en 1511, lanzó un sermón a los fieles ante la presencia del gobernador Diego Colón, diciéndoles: "todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes".
Su defensa fue escuchada por un joven andaluz llamado Bartolomé de las Casas, que luego de prepararse en Europa, regresó a América, para luchar contra las injusticias cometidas.
Ya para 1512, las Leyes de Burgos, dictaban normas humanistas, incluyendo la construcción de poblados para obligar a los indígenas a vivir en ellos; para el efecto, se envió en 1516, a frailes Jerónimos, para difundir la ley y vigilar su cumplimiento.
Entre ellos venía Fray Bartolomé de las Casas, que defendió apasionadamente a los indios, encontrando opositores como Juan Ginés de Sepúlveda, consejero de Carlos V y Felipe II, quien desde España publicara "Las justas Causas de la Guerra Contra los Indios", considerándolos inferiores, justificando los derechos de España, por ser el territorio y habitantes "donación de la Iglesia".
Esa lucha intelectual fue vivida por españoles, criollos y mestizos, entrando en confusión al escuchar posturas y urgiéndoles a tomar partido.
El hecho que durante la independencia, Don Miguel Hidalgo y Costilla, adoptara a la Virgen de Guadalupe, como patrona y emblema de la causa, en tanto los combatientes de la insurrección tomaban a la Virgen de los Remedios, -a quien le cargaron un niño armado con espada- es muestra de la fractura intelectual y psicológica sufrida por los mexicanos.
Es el "te odio y te quiero" que ha caracterizado nuestra idiosincrasia, tan estudiada, discutida y presentada como una de las explicaciones de nuestras actitudes hacia la vida.
Debemos intentar aclarar nuestra confusión.
Festejemos la Independencia Mexicana, siendo muy conveniente nos aseguremos revisar antecedentes históricos y consecuencias de eventos y actos de conquistadores y conquistados, siempre con el ánimo de conocernos, comprendernos y mejorar. Sigamos dialogando sobre el bicentenario.
Ydarwich@ual.mx