Todo cambia excepto el propio cambio
Los seres humanos le tenemos un miedo genético a todo tipo de cambios en nuestras formas de vida. Incluso un ascenso en nuestro trabajo, o éxitos económicos inesperados, constituyen transformaciones que nos alarman. En el fondo quisiéramos que nuestras cosas permanecieran casi iguales, a excepción de enfermedades personales o situaciones muy difíciles por las que pasamos, esas sí quisiéramos que cambiaran, pero no más.
El miedo es genético, propio de nuestra larga evolución que arranca de nuestros primeros ancestros hace seis millones de años. El ser humano actual procede de esa raíz y logró triunfar como especie, gracias a su paulatina adaptación al medio ambiente. Especies humanas muy similares a la nuestra, existieron en abundancia, pero desaparecieron al no haberse podido adaptar a su entorno.
Todas los cambios ambientales drásticos y rápidos han sido los peores enemigos de los animales y plantas, pues al no tener el tiempo suficiente para su adaptación, su camino fue la extinción.
El sabio griego Heráclito afirmó que todo cambia permanentemente y que nada permanece, a excepción del propio cambio. Las plantas, los árboles, los animales de todo tipo y los seres humanos, lo que más rechazan en su núcleo vital es toda alteración drástica y rápida, porque ello los conduce a la muerte.
Pues bien, no es cierto como se cree que a los seres humanos les agrade el cambio permanente, y mucho menos las grandes modificaciones, aun y cuando se trate de relaciones entre amigos, de trabajo o de pareja. Como defensa sale de inmediato un sabio refrán popular, que dice: “Más vale malo por conocido que bueno por conocer”.
Una de las causas más comunes de nuestra ansiedad consiste en que no hemos precisado el concepto de las transformaciones en nuestra existencia. Por una parte, nuestra biología se defiende al inclinarse por una adaptación lenta y progresiva, y gracias a ello la especie humana existe. Pero por otro lado anhelamos cambios favorables, sin saber que si llegan a darse van a constituir una causa de desgaste emocional y desajuste.
A la vez, si accedemos a un buen nivel de adaptación en cuanto a nuevos y mayores ingresos económicos y obtención de objetivos, se empieza a gestar en nosotros un miedo inconsciente a que las cosas no sigan así, y que en cualquier momento la suerte pueda cambiarnos para mal.
Además si estamos en malas condiciones económicas o de trabajo, no sabemos que todo tiende a evolucionar, como lo dijo el filósofo Heráclito, sino que irracionalmente pensamos que para nosotros las cosas van a permanecer siempre igual, sin alteración alguna. Si nuestra situación está mal, pensamos que no se transformará y de antemano nos condenamos, lo que puede ser una poderosa causa de lo que se denomina la ‘autoprofecía cumplida’. Actuamos y pensamos como condenados permanentemente a la mala suerte, tanto que terminaremos por permanecer en esa mala situación, o aun peor. En esta autoprofecía cumplida, nosotros mismos de manera inconsciente empedramos el camino al fracaso.
Escribió el poeta romano Ovidio: Todas las cosas humanas penden de un hilo, y lo que estuvo firmemente establecido se derrumba repentinamente. Y también, el aforismo de la Roma antigua: Cambiando lo que se debe cambiar.
Critilo observa que nuestro ánimo y nuestras fuerzas físicas y espirituales serían mayores y más constantes, si entendiéramos que a pesar de que biológicamente tenemos impreso en nuestro código genético un miedo natural a todo tipo de modificación, ese miedo lo podemos reducir a su mínima expresión. Solamente necesitamos saber que a lo largo de la existencia vamos a encontrarnos con mutaciones constantes, que algunas veces serán para peor y otras para mejor.
Séneca escribió en una de sus obras menos conocidas, llamada Cuestiones naturales: Nadie se confíe cuando las cosas le sean favorables, ni se desanime cuando le sean adversas: la fortuna es alternante. ¿Por qué te alegras como si estuvieras definitivamente seguro? O ¿por qué te abates? Si caíste a lo más bajo, aun puedes subir: las cosas contrarias cambian a menudo a mejor, y las favorables a peor.
Si llegamos a aceptar emocionalmente y no con la sola cabeza que es absolutamente imposible que todo siga igual, y que aun en los virajes más inesperados la vida nos puede ofrecer buenos regalos, nuestra felicidad será mucho mayor, y aunque ésta cambie y no sea permanente, aun así podrá ser muy buena.
Correo-e: jacintofayaviesca@hotmail.com