Los políticos mexicanos parecen indescifrables; nadie entiende qué buscan, a dónde quieren llegar, qué tantos y cuáles otros objetivos asedian y cómo los podrían alcanzar. Los mexicanos lo percibimos, aunque no lo crean. Los funcionarios, ya sean de elección popular o por designación institucional, asumen gozosos los cargos y se apoltronan en los sitiales que las influencias o la suerte les depararon en cualquiera de los tres poderes de la República.
Apenas repuestos del sobresalto de trabajar se proponen reformas a la Constitución que les permitan repetir en el cargo o alargar la duración de su ejercicio legal; defienden las prebendas económicas ya obtenidas pero, sin embargo, se muestran apáticos ante sus responsabilidades públicas, desdeñan la opinión de los electores sobre su desempeño y, lo que es más grave, actúan con prepotencia ante la opinión pública.
Bien sabemos el origen y la entronización de la tramposa figura jurídica electoral de los diputados plurinominales, pegada con engrudo en las dos cámaras del Congreso de la Unión y en las Legislaturas de los Estados, así como en los sufridos gobiernos municipales que obviamente repercutirán como gasto ineludible en sus presupuestos económicos. Ser ahora senador o diputado federal, ser regidor o síndico municipal y ser representante popular en los congresos locales equivale a sacarse el premio gordo de la lotería sin haber comprado boleto.
Este perverso producto resultó de una coyuntura política de los últimos años del mandato presidencial de Adolfo Ruiz Cortines, quien inventó a los famosos "diputados de partido".
Como el Partido Revolucionario Institucional ganaba todas las elecciones, los teóricos de la ciencia política, cuyo interés se ha identificado siempre con los partidos minoritarios de extrema izquierda y extrema derecha, lo cual no implica excluir al PRI de los beneficios, se dieron a la tarea de crear opinión pública para estructurar un sistema electoral de acuerdo a la experiencia francesa la cual propone que el partido político más fuerte ceda parte de su poder político y económico al fin de fortalecer un sistema dual de elecciones con dos clases de diputados: la una, integrada por los candidatos que hayan ganado las elecciones por mayoría relativa (usted sabe: equis votos más uno marca al triunfador) y la segunda formada por los partidos políticos minoritarios, cuya voz y opinión debería ser escuchada en el foro legislativo, pero antes no lo era por sus debilidades electorales. A resultas de la precedente elección cada partido de minoría tendría derecho a obtener un cierto número de diputados que los representara en el debate legislativo. Aquello fue, se vio después, una clásica embarrada de atole con el dedo.
Sin embargo, en la primera elección normada por este sistema, sólo el partido Acción Nacional, -colectivo político de la ideología de derecha- obtuvo el mínimo porcentaje de votación requerido para acceder a una diputación de partido como voz opositora, ante las 299 voces y votos que pertenecían al PRI; algo totalmente lejano e insuficiente como para acreditar una democracia. El PRI hubo de entrar, por mandato presidencial, a una serie de componendas internas y externas que resultaron fallidas, y no fue hasta tres años después cuando José López Portillo llegó a la Presidencia y su secretario de Gobernación, don Jesús Reyes Heroles, diseñó el sistema vigente con la intención de perfeccionar la democracia; pero López Portillo, quien era un hombre urgido de acreditarse como "el presidente demócrata mexicano" urdió una serie de cambios en su Gabinete y empezó con la secretaría de Gobernación. En el enroque principal se sacrificó al ministro más valioso del Gabinete, el licenciado Jesús Reyes Heroles, y se le envió a la empresa paraestatal Petróleos Mexicanos para designar al profesor Enrique Olivares Santana en su lugar.
Envuelto como monito sorpresa del 2 de febrero estaba otro enroque en la secretaría de Programación y Presupuesto, entonces a cargo del licenciado Ricardo García Sainz. Todo ello sucedía el 16 de mayo de 1979 y tenía la finalidad de disfrazar su favoritismo por el abogado Miguel de la Madrid Hurtado como sucesor en Los Pinos, y éste fue acompañado en la secretaría de Programación y Presupuesto por el habilidoso político Carlos Salinas de Gortari.
Hoy se juega el futuro del país entre debates políticos sin pies ni cabeza. El líder de líderes del Senado, Manlio Fabio Beltrones ha organizado una consulta política en la Cámara Alta, pero nos queda claro que la hace para concentrar en su persona la atención de las cámaras de Televisa, por lo cual le resultaría más accesible la Presidencia de la República en 2012.
Por lo pronto los medios arrendados por los políticos se desgañitan con los gritos "plurinominales no" o "plurinominales sí" ante la confusión de lenguas en el ambiente político, como sucedió en la torre de Babel.
Nadie podrá imaginar las segundas intenciones que animan los debates; pero todos sabemos que ahora no hay un Dios compasivo que ate y desate las lenguas de los líderes del PRD y del PAN quienes, pobrecitos, viven preocupados y afligidos ante los reclamos que amenazan con la desaparición de las canonjías económicas que mantienen a la "claque" de los partidos políticos.