"Al gobernar aprendí a pasar de
La ética de los principios a la
Ética de las responsabilidades."
Felipe González Márquez
No encuentro nada objetable en la petición del presidente Felipe Calderón de que los partidos y dirigentes políticos dejen de lado sus diferencias para encontrarse y "hacer un frente común" tras el asesinato del candidato del PRI al Gobierno de Tamaulipas. La respuesta de la presidenta nacional del PRI, Beatriz Paredes, me parece no sólo grosera sino irresponsable.
No entiendo por qué Paredes piensa que un llamado a la unidad debe ser "una estrategia de lucro con la tragedia que nos agravia". No comprendo la airada exigencia de "respeto a nuestro duelo", ni sé a quién le pide "justicia, el esclarecimiento de los hechos que segaron la vida de Rodolfo Torre Cantú". Al parecer la dirigente del PRI no se ha dado cuenta de que, por lo menos hasta el momento de escribir este artículo, la institución encargada de investigar el homicidio del candidato es la Procuraduría de un Gobierno priista, la de Tamaulipas. La frase "Más que declaraciones, reclamamos una investigación ágil y certera que encuentre a los culpables", se la debió haber dirigido no al presidente Calderón sino al gobernador priista Eugenio Hernández, quien se encontraba precisamente detrás de ella.
Es a Paredes a quien la sociedad le debería exigir no tratar de lucrar con la tragedia. Si ella o los priistas no quieren aceptar un diálogo, están en su derecho, como también lo están de considerar a los panistas como "políticos improvisados" que no representan "liderazgos legítimos" y son "fruto del oportunismo". Pero ese reiterado discurso de descalificación es una de las razones por las que los ciudadanos estamos tan hartos de los políticos de todas las denominaciones.
Por un momento pareció que la muerte del doctor Torre Cantú tendría, a pesar de la tragedia, consecuencias positivas para el país. El lunes 28 de junio casi todos los dirigentes políticos importantes ofrecieron señales de madurez y respeto. Por un momento pudimos pensar que los políticos mexicanos podrían llegar a ser como los españoles, que al enfrentar los retos de los grupos violentos han sabido dejar de lado sus diferencias y trabajar juntos por el país. Las amargas declaraciones de Paredes del día siguiente nos revelan que ese sueño es imposible: los políticos mexicanos son lo que son.
No es un problema de partidos. Las declaraciones de Paredes son tan lamentables como las del secretario de Gobernación Fernando Gómez Mont al descalificar como "tontos útiles" a las comisiones de derechos humanos o las de Andrés Manuel López Obrador que, en entrevista radiofónica con Jacobo Zabludovsky, declaró el 29 de junio que él estaría dispuesto a dialogar con el presidente Calderón siempre y cuando éste asumiera previamente "el compromiso de cambiar la política económica", como si solamente López Obrador tuviera derecho a sostener sus posiciones políticas y económicas.
El discurso de Paredes confirma que los políticos mexicanos nunca estarán dispuestos a hacer el esfuerzo para llegar a acuerdos por el bien del país. Su única preocupación es obtener y conservar el poder. Ni siquiera pueden atribuirse sus palabras a la improvisación. El discurso fue cuidadosamente preparado y llevaba el respaldo de la cúpula priista.
Si a 100 años del inicio de la revolución y 200 del comienzo de la guerra de independencia, México sigue hundido en la pobreza, es precisamente porque nuestros políticos nunca han querido dialogar para resolver sus diferencias.
Javier Aguirre tomó un equipo nacional a punto de quedar descartado de la Copa del Mundo y no sólo logró su calificación sino que lo hizo llegar a octavos de final. La escuadra perdió con una Argentina que tiene quizá el mejor equipo de su historia. Descartar ahora a Aguirre para volver a improvisar nos ratifica una vez más la incapacidad de nuestras instituciones -públicas o privadas- para trabajar en el largo plazo.
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