"Conectividad es productividad."
Iqbal Quadir
En los próximos días deberá llevarse a cabo la elección del nuevo presidente de la Comisión Federal de Telecomunicaciones, la Cofetel. La votación debió realizarse el 25 de junio, pero se pospuso ante la decisión del entonces presidente, Héctor Osuna, de dejarla a partir del 27 de junio.
Mony de Swaan, un hombre con poca experiencia en telecomunicaciones, pero colaborador durante años del secretario de Comunicaciones y Transportes, Juan Molinar Horcasitas, ha sido designado comisionado con el aparente propósito de llegar a la presidencia y garantizar el control de Molinar sobre el organismo. Gabriela Hernández renunció a la subsecretaría de Comunicaciones por que no se le nombró comisionada o por que no se le dieron los poderes que quería.
Ni el presidente de la república ni el secretario de Comunicaciones pueden ordenar el resultado de la elección. Son los propios comisionados los que deben escoger a su presidente.
Hasta este momento, sin embargo, los únicos argumentos que hemos visto en el debate sobre la sucesión tienen que ver con juegos de poder. Nadie sabe cuál sería el proyecto de los aspirantes. Quizá la razón es que la Cofetel ha perdido el rumbo. No es ya --quizá nunca lo ha sido-- ese organismo técnico que le dé rumbo a la industria de las telecomunicaciones.
En parte el problema radica en que las funciones del organismo han sido desfiguradas por decisiones encontradas del Ejecutivo, el Congreso y la Suprema Corte. Las Leyes de Telecomunicaciones y Radio y Televisión de 2006 hacían de la Cofetel un organismo autónomo cuyas funciones eran fijar el rumbo de la actividad e incluso otorgar las concesiones que permiten el desarrollo de la industria. Presiones del Ejecutivo, que se negaba a perder el poder de las decisiones en este campo y en particular el de la entrega de concesiones, así como fallos contradictorios de la Suprema Corte, han servido para crear el laberinto legal que hoy tenemos. La Cofete, por ejemplo, es responsable de ciertas decisiones sobre radio y televisión mientras que la SCT conserva las de telecomunicaciones, como si realmente en un mundo de convergencia digital pudiesen separarse las unas de las otras.
Un trabajo del comisionado Rafael del Villar y otros autores, "Necesidad de despliegue de una nueva red de banda ancha en México", que tiene fecha de 16 de diciembre de 2009, muestra el tipo de actividad que debería estar realizando la Cofetel para fijar un rumbo a la industria. El documento, más que entrar a una ociosa discusión política, subraya la necesidad de establecer una nueva red de banda ancha inalámbrica que propicie una cobertura nacional del Internet de alta velocidad y que proporcione también servicio de telefonía. El trabajo de Del Villar es muy controvertido, pero lo importante es que abre una discusión de fondo sobre uno de los temas cruciales de las telecomunicaciones.
México se está quedando rezagado en una de las actividades más importantes para la competitividad en el siglo XXI. Decisiones como la de impedir que Telmex compita en el mercado de la televisión o la cancelación discrecional de concesiones, como las de la banda de 2.5 gigahercios de MVS y Ultravisión, que pueden usarse para Internet inalámbrico de alta velocidad, son ejemplo de cómo nuestros políticos están actuando en contra del interés nacional.
El nuevo presidente de la Cofetel debe poseer visión de futuro y promover la inversión y el incremento de los servicios de telecomunicaciones. De nada nos servirá contar con un operador que esté ahí nada más para promover las ambiciones políticas de su jefe real, el que lo haya colocado en la institución.
"Hay derrotas que tienen más dignidad que la victoria." Las palabras de Jorge Luis Borges surgen inevitables tras ver la gallardía con la cual la selección uruguaya cayó ayer ante la neerlandesa en Ciudad del Cabo. Perder no es una preocupación cuando se mantiene la frente en alto y se lucha hasta el último momento.
