El miércoles pasado dio inicio el Clásico de Otoño 2010. Luego de una larguísima temporada regular, pues durante seis meses los 30 equipos de las dos Grandes Ligas de beisbol de los Estados Unidos jugaron en total 162 partidos cada uno, llegamos finalmente a la hora de la verdad. Hoy sólo dos escuadras se disputan la corona de este año.
En esta ocasión participan en la Serie Mundial -quizá suene mejor llamarla el Clásico de Otoño- los Gigantes de San Francisco por la Liga Nacional, la de mayor antigüedad, y los Rangers de Texas por la Liga Americana. Después de concluida la temporada regular, en el camino han quedado luego de dos tandas de play offs, llamados divisionales y de campeonato, otros seis equipos, tres por cada liga.
En esa media docena de equipos descartados para la Serie Mundial estuvo el de los Rojos de Cincinnati, de la Liga Nacional, que fue eliminado por los Filis de Filadelfia. Pues bien, forma parte del equipo de Cincinnati un extraordinario lanzador cubano de nombre Aroldis Chapman. A este pelotero lo vimos jugar en México durante el pasado Clásico Mundial con el equipo de su país natal.
La actuación de Chapman en el Clásico fue espectacular porque se trata de un pitcher cuyas rectas superaban frecuentemente las 100 millas de velocidad, lo cual no es común ni en las Grandes Ligas. Razón ésta que seguramente movió a Cincinnati a negociar con él un contrato multianual por poco más de 30 millones de dólares. Sin embargo, como bien se sabe, en el pitcheo la velocidad no lo es todo. Es necesario además, para ser un buen lanzador, tener un mayor repertorio en los disparos, control en los lanzamientos y, por supuesto, experiencia. Según los conocedores, estos tres ingredientes aún le faltan al cubano Chapman.
Conversando en días pasados con familiares y amigos sobre tópicos beisboleros, inevitables en octubre, se habló de este lanzador cubano. No faltó quien por asociación de ideas, o mejor dicho, de apellidos, recordara al legendario ampayer (es decir, árbitro) Enrique Chapman -a quien la raza llamaba "Chapemán"-, que allá en las décadas de los 50s y 60s del siglo pasado actuaba en la Liga Gomezpalatina de Beisbol, y de quien se cuentan sabrosas anécdotas.
Según una de esas anécdotas, cuando le reclamaban a don Enrique alguna mala decisión, como un out o un strike que no fueron, y consciente de que tal vez se habría equivocado, solía levantar los brazos para calmar a los quejosos al tiempo que les decía: "Está bien, al rato me emparejo". Otra: En una ocasión estando el bateador en cuenta de tres bolas y dos strikes conectó de foul. Chapemán se apresuró a cantar: "Tres, tres y sigue bateando". La pifia fue evidente y hasta la fecha los viejos aficionados gomezpalatinos al beisbol la recuerdan diciendo: "Como dijo Chapemán: tres, tres y sigue bateando".
Por último, el caso, triste, de un tercer pelotero de apellido Chapman. Lo menciona don Jorge de la Serna en su magnífico libro intitulado Los años 20 ¡Qué beisbol!. Sin mayores comentarios se transcribe a continuación el pasaje que don Jorge incluye en la página 21 de su libro. Dice así:
"El lunes 23 de agosto (de 1920), salió esta nota (en los diarios de la Ciudad de México): 'Nueva York, 16 de agosto (Ap).- La muerte del shortstop de los Indios de Cleveland, Ray Chapman, primer hombre al bat en la quinta entrada, en Polo Grounds. Por los Yankis tiraba Carl Mays, cuyo control estaba muy mal. La primera bola salida de las manos de Mays fue un terrible wild pitch, que fue a dar a la cabeza de Chapman. Éste perdió el conocimiento y en brazos de sus compañeros fue conducido al hospital, muriendo sin recobrar el conocimiento a las 24 horas. El día 19, en que se efectuaron los funerales, los juegos de baseball fueron suspendidos de las 4 a las 4:05 como un homenaje a su memoria'".
Columnista invitado
