TRISTE NUESTRA CALAVERA A SIMPLE VISTA

El hecho de que sean los asesinatos la tercera causa de muerte en Durango, no es sino el fiel reflejo de una realidad que nos resistimos a aceptar: Durango se descompuso.

Datos de la Secretaría de Salud indican que esas muertes violentas son apenas superadas por las enfermedades del corazón y la diabetes, dejando ya muy lejos a causas como los padecimientos pulmonares y cerebrales.

Más aun, la violencia en la entidad se está diversificando de una forma cruenta que, si bien nos ha llevado poco a poco a perder la capacidad de asombro, de vez en cuando se asoma con algún caso que impacta hasta las náuseas.

Ayer nos enteramos del caso de un pequeño, inocente en toda la extensión de la palabra, que fue asesinado y mutilado por sus propios padres en un poblado del municipio de San Dimas.

No me cabe en la cabeza cómo pudo ocurrir la tragedia: el pequeño -como cualquier otro niño- no hacía sino pedir lo que exigía su instinto y naciente razón: comer, jugar, dormir. Y por eso lo mataron.

Los padres ya están detenidos, aunque no sin antes agregarle a la historia algunas atenuantes que rayan en la ridiculez histriónica: el padre asesino escapó. Cosa rara: lo recapturaron. Quién sabe si tendrá la condena que merece, pues la justa no llegará. ¿Cuál justicia, si acabó con parte de nuestro tesoro, de nuestro futuro?

Una más: la semana pasada, el jueves, despertamos con la noticia de un homicidio. Un estudiante del Tecno murió a manos de desconocidos -al menos no parecen haber dado con los responsables-. La muerte fue inscrita como un delito del fuero común, que toca a las autoridades locales combatir. Y así, común, lo vieron todos; hace algunos años, ese incidente nos habría llevado a la movilización, a la exigencia, a la presión. Hoy nos enteramos, lo sufrimos...pero sólo un día. Al siguiente lo olvidamos.

La descomposición social no sólo está descomponiendo a Durango: me está descomponiendo a mí; lo está descomponiendo a usted. La indolencia nos hace ajenos y no nos permite dimensionarlo: un par de padres lloran la muerte de su hijo, un futuro profesionista, adiós que también deberíamos sufrir los demás.

Del niño no habrá reclamos paternales, no de sus biológicos. Y a nosotros se nos olvidará. Tengo ganas de equivocarme.

Y hay más: nos estamos olvidando de Gustavo Garza Arzac.

Ayer, por casualidad, me encontré en la red con un grupo de Facebook en el que amigos y familiares le rinden homenaje.

Le decían "Guva" y todos lo querían. De ese espacio, titulado "Un homenaje a la vida de Gustavo Garza Arzac", se pueden rescatar varios fragmentos. Rescato uno, escrito por uno de sus amigos.

"Querido Guva: Te has ido. Tu ausencia ha dejado un vacío en muchos de nosotros. En lo personal, me duele el sufrimiento de tu familia, en especial el de mi compadre y hermano Zagua. Sé lo mucho que te quiere y lo orgulloso que está de ti, disfrutaba las horas hablando contigo, siempre dispuesto a escucharte y a darte consejos, preocupado por tus proyectos y confiado de que tendrías éxito. Lo tuviste mi Guva, siempre fuiste exitoso: alcanzaste lo que al final de cuentas todos los humanos estamos buscando, las muestras de cariño y amor aquí expresadas lo demuestran. Fuiste una persona ejemplar y ahora has dejado una huella imborrable en todos los que te queremos. ¡Misión cumplida!"

Así como ése, más de 60 comentarios llenan de sinceridad el espacio web. Además, 400 personas se han unido al homenaje, que no está exento de algunas exigencias de justicia.

La semana entrante se estará pasando a la siguiente etapa en el juicio al homicida imprudencial de Gustavo, David Ramírez Tuero.

No tengo idea de lo que vendrá, pero es el momento de que las autoridades nos muestren algo que parecen haber extraviado: voluntad.

Insisto, Durango está descompuesto. Y aunque mucho de lo perdido no se podrá recuperar, confío, como deben confiar muchos, en que mucho de lo dañado se puede reparar.

Su caso, como los del bebé y el joven asesinados, tienen que ser nuestros casos. Sorpréndase de ese que desgraciadamente morirá mañana, pero ya no lo deje pasar. A todos nos toca luchar.