El rostro más atractivo y la figura más envidiable desaparecen frente a nuestros ojos cuando quien los luce nos sorprende con su falta de pudor al olerse las axilas, picarse la nariz o realizar alguna otra acción por el estilo
Desde niños nos dicen que es fundamental procurar por todos los medios no incomodar a las personas con quienes convivimos, comportándonos de modo agradable. ¿Te consideras una persona con clase? No estamos hablando de que poseas cierta posición económica o un lugar privilegiado en el trabajo ni de tu nivel de inteligencia, sino de tu decoro, prudencia, discreción, higiene y educación, es decir tu conducta a la hora de interactuar en los diversos grupos sociales.
Tener pudor no es sólo una costumbre sino una forma de vida que básicamente consiste en establecer límites, reservando el espacio adecuado para los actos íntimos. En este renglón entra toda una serie de ‘detallitos’ que día a día nos encontramos en las calles, restaurantes, cines, etcétera, pues a lo largo de la jornada es de lo más común toparse con uno o más individuos limpiándose los dientes con las uñas, sacándose la cerilla de las orejas con los dedos o las llaves, picándose la nariz, eructando o cosas peores.
UBICA DÓNDE Y CUÁNDO
Supón que ves en una fiesta a una chica que te atrae, te la presentan, estrechas su mano y sólo unos minutos después notas que se ve muy entretenida con un dedo dentro de la nariz... ¡Ups! Lo lógico es que se vaya al suelo la súper imagen que tenías de ella, por no decir que tendrás motivos para correr en busca de agua y jabón o gel antibacterial y después la puerta de salida, pues con la aún reciente contingencia de influenza no querrás estar cerca de ese bello reservorio de gérmenes; adiós química y adiós todo, la primera impresión no se olvida. O si eres mujer, seguramente te impactaría ver a un caballero deslumbrante que camina hacia ti sonriendo con sus dientes perfectos y de pronto ‘discretamente’ se rasca los genitales justo antes de decir su nombre y extenderte su mano... ¿Aceptas el saludo? Es de esperarse que más bien escuches un ¡puf! y veas cómo se desvanece su galanura. ¡Qué asco!
A continuación detallamos algunos de los más comunes y terribles comportamientos que es frecuente presenciar en los lugares menos pensados. Préstales atención y si descubres que por descuido sueles incurrir en uno de estos deslices, pon manos a la obra para corregirlo.
-Hablar con comida en la boca. Pésima costumbre, pues aparte de que puedes salpicar a los otros comensales, lo normal será que al tener tú la palabra todas las miradas estén concentradas en tu rostro y vean tus alimentos a medio masticar. Además la voz se escucha muy mal con ‘papilla’ de por medio.
-Sorber ruidosamente caldos o bebidas. Aunque desde la infancia las mamás se empeñan en decirnos que no hagamos ruidos al comer o beber, es común oír ‘slurps’ cuando hay en la mesa platillos caldosos, café, etcétera. Haz lo posible por beber con cuidado, espera a que enfríe un poco la sopa o el té y evita los saboreos ruidosos luego de dar el trago a tu bebida.
-Limpiarse los dientes. A nadie –incluyendo tu media naranja- le agrada ver cómo te sacas residuos de comida que te quedaron entre los dientes, ni con un palillo ni con las uñas. Si sientes una miga atorada acude al baño para removerla.
-Picarse la nariz. Resulta por demás desagradable ver que alguien se saca la mucosidad seca -y hacerlo es muy antihigiénico. Ante cualquier comezón, lo mejor es retirarse al baño y sonarse ahí.
-Limpiarse la nariz y dejar el pañuelo sobre la mesa. Si fue indispensable que te sonaras estando en la mesa guarda el pañuelo, no lo dejes junto a los platos y nunca te suenes con una servilleta de tela. De preferencia lleva siempre pañuelos desechables contigo.
-Tapar el estornudo con la mano. Estornudar es involuntario, pero hay que cubrirse con la cara interna del codo, no con la mano.
-Limpiarse los oídos. Ni los dedos, ni las servilletas, ni la blusa o camiseta, ni las llaves, plumas, etcétera, son adecuados para sacar la cerilla que se acumula en las orejas. Nuevamente la indicación es limitar esta acción al cuarto de baño.
-Eructar, soplar y ventosear (gases en los tres casos). Mucha gente tiene problemas para contener el gas estomacal o el intestinal, pero eso no es justificación para lanzarlos en público. Si el aire o el eructo escapa antes de que puedas retirarte, cubre tu boca y ofrece una disculpa de inmediato, por más confianza que tengas. Las ventosidades son punto y aparte, es indispensable controlar su salida y acudir al sanitario más cercano.
-Morderse las uñas o limpiarlas con los cubiertos. Este es un acto de aseo personal que debe realizarse en casa y con los instrumentos adecuados para ello.
-Maquillarse o peinarse en la mesa. El arreglo personal debe ser en el hogar, antes de salir; al usar cosméticos o utilizar el cepillo durante la hora de la comida existe la posibilidad de lanzar cabellos o pintura a los platos cercanos. Recuerda que las cucharas y cuchillos no son espejos.
-Acomodarse el sostén o ‘sacarse’ el calzón. Si se te movió el ‘bra’, o sientes que el calzón se introdujo entre tus pompis, acude a un lugar privado para acomodarlo.
-Rascarse los genitales. Clásica y mala costumbre de incontables hombres. Generalmente lo hacen como algo inconsciente pero es básico que la eliminen. Si el problema es comezón hay que acudir al baño y antes de salir lavarse las manos, ¡por favor!
-Olerse las axilas. Se ve fatal en ambos sexos. Olfatear las axilas o debajo de la blusa o camisa equivale a mandar un aviso de “no me bañé” o “no me puse desodorante” (aunque no sea así).
-Escupir o arrojar flema. Ambos actos son asquerosos y por ningún motivo deben realizarse en público.
Como la mayoría de estas acciones se efectúan ‘en automático’ es importante que pongamos atención a todo lo que hacemos, para que no se nos escape alguna de las citadas descortesías. Perfeccionar nuestro pudor es sólo cuestión de tiempo y voluntad.
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