"Pobres niños, pobres madres, ya hay cuatro grupos en pleito: uno por la impunidad, otro por la lana, uno más por el voto y otro por el olvido. No se ve que ninguno busque la justicia, vamos, aunque a usted le parezca increíble, ni en los propios padres se ve una verdadera acción por la justicia; hasta el momento, quién sabe por qué razón, ninguno de los más de 140 afectados entre muertos, heridos y desempleados han presentado una, al menos una demanda, en los tribunales, ante la justicia, Junio del 2009." Esto era obviamente propaganda gobiernista. Bien, el próximo sábado 5 de junio de este año será el primer aniversario del incendio en la guardería ABC de Hermosillo donde murieron 49 niños y 75 quedaron heridos. Durante el transcurso de este tiempo, la Suprema Corte de Justicia rindió su dictamen estableciendo la violación grave de garantías individuales y quienes eran los funcionarios involucrados. Las autoridades, señaladas por la Comisión investigadora de la Corte como implicadas, cuestionaron la legalidad de la actuación que duró seis meses en proceso con un costo de 7 millones 469 mil pesos.
En un informe, los investigadores de la Corte, calificaron de ilegal la operación del sistema de guarderías subrogadas del IMSS, incluyendo entre los 17 funcionarios enredados en el asunto, como figuras relevantes, a Eduardo Bours, ex gobernador de Sonora y a Juan Francisco Molinar Horcasitas quien, cuando ocurrió la tragedia, tenía tres meses de haber dejado la dirección del Seguro Social. Se decía en ese entonces que de ser confirmado la inclusión de Molinar, quien ahora despacha en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, sería la primera vez que un secretario de Estado en funciones, estaría señalado por el máximo tribunal por violación de garantías. Los padres de los menores que perdieron la vida en el incendio, preparan un magno homenaje a la memoria de sus hijos. Hasta el día de hoy no hay detenidos por estos hechos. Nadie de los responsables que señala en su Informe la Corte, han sido molestados. Se realizará una marcha desde la oficinas centrales del IMSS hasta la sede de la Suprema Corte, donde está planeado un mitin homenaje. Por la tarde se lanzarán globos al cielo desde el Zócalo y habrá una celebración ecuménica.
Todo continúa igual, los señores que debieron responder, por lo menos por su negligencia, gozan de cabal salud. Furtivos, escondidos tras los pesados cortinajes que adornan los balcones del Palacio Nacional, al acto luctuoso de dejar escapar hacia la bóveda celeste pequeños globos que simbolizan el alma de los inocentes, que hace un año volaron al cielo, asistirán ilustres personajes de la vida nacional que pertenecen a la farándula política, sabiéndose intocables. Las campanas catedralicias atronarán en el espacio llamando con sus voces metálicas a los fieles para que musiten una oración por los niños que no necesitan nada porque les acompaña la congoja de sus padres quienes a estas alturas no exigen otra cosa que justicia. Pero, en este caso, ¿cuál es la justicia que esperan se aplique a los poderosos? En los meses que han transcurrido cualquier actitud dirigida a sentar un precedente servirá de consuelo a quienes perdieron a sus hijos.
¿Es esto justo? El equilibrio de un país se consigue igualando a todos bajo un régimen jurídico. Los que la hicieron que la paguen. Cuanto cuesta la ausencia de sentimientos para permitir que bajo el menor costo posible se preste un servicio público con indolencia, al ahí se va, bajo condiciones evidentemente inadecuadas. Es cierto, nadie hubiera querido que el local se incendiara, pero no se tomaron las debidas precauciones para que no sucediera. Murieron en una hornaza 49 bebes irremplazables. Ahí se carbonizaron niños que eran el futuro de la patria. Igual hubiera sido si sorpresivamente los sacan de sus cunas para ponerlos en el paredón de la desidia, en donde sin poder defenderse recibirían los sordos impactos de la abulia, del abandono, del descuido y la apatía. La consternación no se ha apartado ni un milímetro de sus afligidos padres. Son muchas las voces que desde entonces se alzan clamando se haga justicia. La única satisfacción hasta ahora seria imaginar que existiera algo que hiciera se apoderara de los culpables el remordimiento. Que no pudieran dormir, que a cada momento les viniera un cólico tras otro para concluir con uno miserere.