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Un coche dispendioso

GILBERTO SERNA

 E Staba molesto, por la expresión de su cara parecía que estaba colérico. En aquellos años veía pasar los días en el Palacio de Gobierno, estaba sentado en su sillón favorito, en el amplio despacho que se le asigna al gobernador del estado de Jalisco, considerado como hombre de mano dura, ordenó a sus fuerzas de seguridad estatales participaran en la búsqueda de drogas en un festival de música electrónica de los llamados RAVE. En la redada cerca de 1,500 jóvenes fueron obligados, a punta de pistola, a tirarse al piso. La cuestión es que duraron tres horas tendidos, doblegados por la amenaza de las armas de fuego. La Comisión Estatal de Derechos Humanos a pesar de la denuncia que presentaron varios de los jóvenes ni tan siquiera abrió una investigación para deslindar responsabilidades por la presunta violación a sus derechos humanos. Eso ocurría a un año de haber iniciado su gestión. A manera de justificación los autores materiales del cateo dijeron haber encontrado 34 pastillas y 620 gramos de marihuana. De esto no se dijo si fue antes, en o después de que los jóvenes fueron sometidos a la humillación de permanecer bocabajo acostados en el suelo.

La fuerza pública, más adelante, reprimiría severamente a grupos de muchachos que realizaron manifestaciones durante la celebración de la Cumbre en Guadalajara de Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina, el Caribe y la Unión Europea, destruyendo mobiliario urbano, negocios, dañando con pintas templos coloniales, resultando agredidos por cuerpos de Policía antimotines, habiendo, se dijo, arrestos injustificados, lesiones y casos de tortura. El gobernador, una vez que conoció el resultado a que llegó Derechos Humanos, reaccionó furioso diciendo que sólo tomaron en cuenta las quejas de los globalifóbicos, negándose a escuchar los motivos de las fuerzas de seguridad, manifestando "que mejor investigaran a la Comisión de Derechos Humanos, que era un instituto inútil, que nomás anda persiguiendo a la gente buena". En su oportunidad ofreció una comida a Felipe Calderón Hinojosa, en la que lo destapó como candidato del PAN a la Presidencia de la República. Los idus de los meses de mayo de 2002 y 2004 le fueron fatídicos, pues le dieron fama de irascible, fama que lo ha perseguido desde entonces.

Ahora vuelve a dar de qué hablar, fotografiado cuando descendía de una flamante camioneta Suburban del año, al llegar al estacionamiento de la Cámara de Diputados.

Cuando se le cuestionó, acerca del valor económico, rechazó que fuera ostentosa, quizá también con ello negó que fuera lujosa. Igual que se tratara de una adquisición suntuosa, esto es, magnífica, grande y dispendiosa. Es cierto que comparada con un "bochito" no sería una unidad que deba corresponder a la personalidad de todo un representante popular. Los que saben de autos opinan que un diputado federal no puede andar en bicicleta por más propaganda que a sus ciclopistas les haga Marcelo Ebrard, pues se jugaría la vida y se vería grotesco cargando su portafolios pedaleando por Reforma con rumbo a San Lázaro. No se ve que tenga la disciplina del ejercicio de hacerle la parada a un chimeco, transporte colectivo, ni pensarlo, se le podría arrugar su traje gris Oxford con las aglomeraciones y los apretujones de las clases populares.

Además opacaría la fragancia de la lavanda francesa que con gran generosidad se había echado encima esa mañana. Subirse al Metro, ni cuando era pobre. Parar un taxi, el peligro lo acecharía pudiendo ser víctima de la inseguridad en que viven los pelados, más o menos cincuenta millones de mexicanos. Estas y otras sesudas cavilaciones pasaron por debajo de su nívea cuan frondosa cabellera.

La camioneta que tenía un costo de 800 mil pesos correspondía a la prosapia, se dijo, de un hombre de su categoría. Pedir un aventón, no seria propio de un caballero de su alcurnia. Viajar en un destartalado coche, amparado por Onapaffa, no sería bien visto dada su noble estirpe. Además andar por esas calles de Dios en una charchina, expuesto a los peligros que son comunes a los mexicanos, vilipendiados cada día por la delincuencia, con el miedo de ser vejado por las mismas fuerzas de seguridad, ¡horror!, eso no podía sucederle.

Además, en esta época venturosa, donde los peligros acechan, apenas sales de tu casa, lo propio, para un caballero que se respete, es salir en un coche al estilo de James Bond, con llantas a prueba de balas, carrocería capaz de resistir un ataque armado, motor blindado, gruesos y resistentes vidrios, capaz de desarrollar una velocidad de centella. Si te es posible pídela blanca, que es el color de la pureza, se dijo. Pero lo mejor de todo, dice, es que sin contravenir a la necesidad imperiosa de preservar la austeridad en las filas de la clase gobernante, es que se paga con el presupuesto que tiene asignado el Poder Legislativo, mismo que sale de los impuestos que pagamos todos los mexicanos.

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