El presidente Felipe Calderón lanzó esta semana un llamado a las fuerzas políticas, para establecer un diálogo y un frente común contra la delincuencia organizada que permita disminuir el clima de inseguridad que persiste en el país.
Pero en efecto, como se ha dicho, es un llamado tardío y en un momento muy inoportuno.
Tardío, porque ese llamado se debería de haber hecho, ya no digo en 2000, sino a principios del presente sexenio; e inoportuno, porque se realiza en un momento en que una de las fuerzas políticas más importantes del país, les guste o no, es el PRI y éste se siente agraviado por el asesinato de su candidato al Gobierno de Tamaulipas.
Y uno se pregunta, ante el asesinato del doctor Rodolfo Torre; ¿a quién protege el Gobierno Federal? ¿A la población, que constantemente se ve amenazada por el hampa? ¿A los altos funcionarios? ¿A sus políticos más conspicuos? ¿A las familias de los asesinados?
¿A quién? Porque hoy asesinan a un candidato en campaña, mañana a una alta funcionaria de una Procuraduría Estatal, a un destacado panista, a los familiares de un soldado caído en combate, otro día a un convoy militar, a policías federales y así, todos los días caen personas inmoladas en esta lucha que desató el Gobierno.
Pero además, ¿cómo pretenden que se sienten a una mesa de diálogo en donde la mayoría de los actores, de una forma u otra han sido agraviados por el Gobierno Federal?
Para negociar algo, lo que sea, se necesita disponibilidad de ánimo y un mínimo de puntos de coincidencia y en este momento se da todo lo contrario. Ni hay ánimos ni hay coincidencias.
No basta con el mero discurso, se requiere verdadera y manifiesta voluntad política y ahora no la hay.
El presidente les pide, aparentemente en forma ingenua, a sus opositores que lo ayuden a resolver el problema del sexenio, cuando casi está por terminar su mandato. ¿Qué opositor en su sano juicio lo ayudaría?
Cuando en 2000, el PAN, ganó la Presidencia y escuché a Fox pronunciar aquel famoso discurso del Ángel, ese día por la noche, lo advertí pensando como estadista y no como un candidato atrabancado. Creí entonces que sería más hábil para gobernar si ése iba a ser el tono de su Gobierno.
Pero pronto descubrí que no era así. De hecho tiempo después tuve oportunidad de preguntarle a Porfirio Muñoz Ledo, si él había hecho ese discurso y me aclaró que no, que seguramente lo habían hecho Castañeda y Aguilar Zínser. Fox, lo había leído, como el burro que tocó la flauta, pues jamás entendió ni el alcance ni la profundidad de las palabras que leía.
Calderón sueña con un pacto como aquél de la Moncloa que le permitió a España ser lo que ahora es; pero nunca ha demostrado seriamente estar dispuesto a firmarlo.
El poder es lo más efímero que hay, pero rápidamente se encariñan con él; y cómo no, si se encariña uno con un cachorro de perro, no se va a encariñar con el ejercicio del poder.
Ahora hasta en los bancos le entregan a uno volantes, en los que varios sindicatos exigen que: "El Gobierno Federal debe pagar el costo político por sus acciones antisindicales, por la carestía, por la falta de generación de empleos y por la inseguridad y la violencia que priva en el país". Y remata: ¡Ni un voto por el PAN!
Todo esto revela una inconformidad manifiesta que está muy alejada del mundo de ilusión en que viven nuestros gobernantes.
Pero además, pensando pragmáticamente, ¿de qué le sirve al Gobierno un pacto con los partidos políticos?, si éstos están tan desprestigiados como él.
Con reformas legislativas no se resuelven los problemas del país. En algo podrían ayudar, pero no son la solución en sí misma.
¿Cómo le quitan a la sociedad esa sensación de ingobernabilidad e inseguridad? Sólo con acciones efectivas, derivadas de un buen plan de inteligencia y eso es lo que está ausente de este Gobierno.
Me doy de santos si se sientan a una mesa frente a frente, porque me temo que ni eso se logrará, pues todo el mundo condicionará su presencia, como de hecho ya lo hizo López Obrador.
Es éste pues un llamado muy tardío que formula el presidente y me temo que, por los tiempos, muy ineficaz.
Por tanto, no pasará de ser un llamado más de buena voluntad, en el mejor de los casos, pero sin repercusiones reales.
Y lo peor es que el sexenio ya casi acaba. ¿O será lo mejor?
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".