Precisamente el sábado, ante compañeros periodistas, hablábamos de las circunstancias, que también influyen en los resultados, buenos o malos y mencionábamos algunos ejemplos. Ni siquiera pensábamos en la forma en que se resolvería el juego de vuelta de la final del Torneo Bicentenario.
Y fueron las circunstancias las que ayudaron a Toluca a ganar el campeonato, ayudado por las fallas laguneras, tanto en el tiempo reglamentario como en las tandas de penales. Matías Vuoso tuvo la más clara casi para finalizar el partido, con un gran pase de Oribe Peralta y sólo abanicó la brisa.
Un niño que estaba cerca de nosotros viendo las acciones, dijo al ver esto, "Ya abanicamos". Luego cuando Oswaldo paró una y otra vez sentíamos más cerca que nunca el campeonato, pero el mismo Vuoso, y luego Carlos Adrián Morales y Fernando Arce se encargarían de alejar la posibilidad.
Y la verdad que no nos gusta decir que nos queda el consuelo de haber jugado mejor, de haber humillado en el campo al Diablo, porque al final el mal venció al bien, y el volado que estaba en el aire, ya desde que terminó aquí el jueves el partido de ida, se resolvió a favor de los choriceros.
Lo cierto es que Toluca no ganó, sino que Santos dejó ir las oportunidades de oro que se le fueron mostrando una y otra vez. Los campeones aparecen porque saben aprovechar todo lo que le deja en el camino el rival, para servirse con la cuchara grande y ser dizque los mejores.
Así que a trabajar para armar un mejor equipo para la próxima campaña. Algunos deben irse porque su tiempo ha concluido aquí, y otros deben llegar para ponerse esta camiseta que debe y puede ganar más campeonatos, con o sin las circunstancias a su favor.
