Santos Laguna no pudo sostener ese paso triunfal que había mostrado en los cuatro primeros encuentros, el quinto fue malo, lo perdió 1-0 ante Tigres y su potencia a la ofensiva desapareció pronto, pues aunque había empezado enjundioso, a los seis minutos ya sufría, y en serio.
Itamar se había internado probando la ineficacia en la defensiva lagunera, pero estrelló su disparo en el poste. La pelota pegó en la cabeza de Oswaldo y por poco aparece un autogol. Luego, al minuto siguiente, otro disparo de los felinos se estrelló en el travesaño, y a los 8, Juninho anotó el del triunfo.
Derrota que llega temprano en el torneo para replantear muchas cosas dentro y fuera de la cancha, porque algunos ya se habían subido a las nubes, como Christian Benítez, que no quería atender a la prensa pues se sentía intocable, inalcanzable e indomable.
Santos tiene que volver a retomar el espíritu de trabajo y esfuerzo que ha caracterizado al proyecto de Rubén Omar Romano. Ayer en la primera parte casi fue borrado de la cancha por unos Tigres que corrían, defendían y no prestaban el balón.
En la segunda parte hubo mejoría en el accionar lagunero pero el gol no apareció nunca ni se estuvo cerca de lograrlo, mucho menos de parte del ecuatoriano Benítez. Se recurrió al goleador de la semana, José María Cárdenas, pero tampoco pudo ayudar.
Así que todos, dentro y fuera de la cancha, ojalá vuelvan a la humildad, a recordar que nada es para siempre, menos las victorias, y que este tipo de derrotas duelen, porque Tigres no fue un gran equipo ni un gran rival, tuvo una a modo y la aprovechó, después nada pudo hacer.
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