El futbol le ha dado fama, fortuna y bienestar a algunos deportistas. Otros en cambio han quedado en el camino, sepultando temprano sus sueños, no por falta de facultades, sino de oportunidades. Hemos visto a lo largo de nuestra estancia en esta casa, cómo algunos que han surgido en estos lares han echado por tierra el dicho de que nadie es profeta donde nace.
Pero son mucho más los que temprano fueron empujados hacia fuera de las canchas y hoy viven de recuerdos. Al nacer la década de los noventas, Santos Laguna empezó a mejorar notablemente su accionar en las canchas, ayudado por la llegada de jugadores y técnicos de calidad.
Fue así como un día, procedente de la República de Chile, llegó a la Comarca para hacerse cargo de la dirección de los albiverdes Pedro García Barros, que había triunfado en otros equipos sudamericanos como técnico, algunos de su país, como el Unión Española, el Colo Colo y en México con León, Puebla Monterrey y Atlas, luego vino a Santos Laguna.
Aquí, en la campaña 1993-94, formó lo que se llamó el "dream teem", o sea, el equipo de ensueño, al que llevó primero a su país natal para hacer allá la pretemporada, llevando a jugadores de renombre como Héctor Adomaitis, Richard Zambrano, Ramón Ramírez, Antonio Apud, etcétera, etcétera, y entre los jóvenes iban Nicolás Ramírez, Fernando Gil y Carlos Alberto Pedroza Morales.
Este último se desempeñaba por lo general en la media cancha y nos decía el profesor Sergio Luis Rosas, que fue enviado a Chile por este Diario, que Carlos Alberto tenía mucho futuro. Pues bien, en vísperas de debutar en Primera División, después de haber pasado por fuerzas básicas, Carlos Alberto sufrió seria lesión en sus piernas que lo mandó al hospital, donde duró largo tiempo.
La vida le tenía otras sorpresas a Carlos Alberto, y este mediodía, con 38 años de edad, toma posesión como presidente municipal de Miguel Auza, Zacatecas, su pueblo natal. Dice que lo animan grandes deseos de ayudar a su pueblo a salir adelante, apoyado por lo que aprendió en Santos Laguna, donde abrevó los deseos interminables de triunfar.
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