Curiosamente, nuestro primer contacto con la crónica deportiva no fue cubriendo notas sobre futbol o beisbol, sino sobre la fiesta taurina. Eran los principios de los años cincuentas, del siglo pasado, cuando llegamos a esta casa, con pocos años en nuestra existencia.
Desempeñándonos como mensajeros de Redacción, tuvimos la oportunidad de aprender a escribir temprano en las viejas Remington, apoyados por un señor que dejó onda huella en esta empresa y que protegió a gente como nosotros, mejorando nuestra escasa dieta.
Se llamó Rodolfo Guzmán señor, y escribía sobre toros y toreros, así que nos pedía le sacáramos datos de algunos toreros que venían al coso de la colonia Moderna, a donde una tarde nos invitó. Nos impresionó tanto la fiesta brava que nos quedaron bellos recuerdos de aquellas experiencias.
Un día, don Rodolfo nos habló largamente de un fenómeno que había existido, a quien él conoció y que alguna vez vino a nuestro coso de la Moderna, se llamó Manuel Rodríguez Sánchez y le decían "Manolete", muerto trágicamente en Linares el 29 de agosto de 1947.
Esto lo volvimos a recordar con gran nostalgia el otro día que veíamos la película Manolete, estelarizada por Adrien Brody y Penélope Cruz; el actor neoyorquino hace muy bien el papel del diestro de Córdoba, mientras que ella el de Lupe Sino, su compañera sentimental.
Para nosotros, en lo personal, la fiesta taurina tiene algo de majestuosa, terriblemente impactante, todo rodeado por un ceremonial único, desde que visten al torero y suenan los acordes de los pasos dobles, con lo cual los toreros parten plaza y empieza la lucha entre el hombre y la bestia.
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