Estoy de camino a Nueva York con el encargo de entregar a la presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU las más de 100 mil firmas que igual número de mexicanos han plasmado en el Libro por la Paz en Darfur para exigir a los líderes mundiales la adopción de medidas efectivas para proteger a la población civil de esta región al occidente de Sudán, en África.
La crisis humanitaria de este rincón del país más extenso del continente Africano ha sido desastrosa. Durante los últimos siete años en que el ejército sudanés, grupos rebeldes y milicias respaldadas por el gobierno han luchado, más de 300 mil personas han muerto y 2.5 millones más han sido desplazadas, en ocasiones viéndose obligadas a cruzar la frontera con el Chad, otro país en conflicto y con altos niveles de pobreza. Pero los números sólo tienen sentido cuando escuchamos las historias que hay detrás:
No hemos venido a divertirnos -narra una mujer refugiada en el campo de Goz Beida, en el Chad-; estamos aquí porque vimos sangre de verdad corriendo como ríos por las calles de nuestro pueblo. Era algo espantoso [...] Han matado a todos nuestros hombres y nos han dejado indefensas. Los hombres nos daban de comer, ahora no tenemos a nadie que nos ayude. Usaron cuchillos para cortarles el cuello a los hombres, y armas para matar a tiros a personas indefensas. Ahora ni siquiera encontramos algo que comer en nuestro propio país [...].
México tuvo un lugar protagónico en el liderazgo internacional para hacer frente a crisis de derechos humanos como la de Darfur. En junio, nuestro país presidió el Consejo de Seguridad de la ONU, órgano encargado de garantizar la seguridad y la paz internacionales. Así, las autoridades mexicanas encargadas de la política exterior pudieron reafirmar su compromiso en materia de derechos humanos y legalidad internacional, dando la importancia que esta crisis requiere y evitando que -como ya ha sucedido- caiga en el archivo de los conflictos olvidados.
Durante el genocidio ruandés, la comunidad internacional llegó tarde y con respuestas poco efectivas. Darfur no puede repetir la misma historia. Es preciso que el Consejo de Seguridad de la ONU adopte todas las medidas necesarias para proteger a la población civil de esta región que se encuentra atrapada en un conflicto de graves consecuencias. De lo contrario, estaríamos reconociendo la incapacidad de los mecanismos internacionales para hacer frente a las masacres de familias enteras en pequeñas aldeas darfuríes, a los abusos sexuales contra mujeres, que son tomadas como botín de guerra, a los niños y niñas cuyo futuro ha sido arrebatado por un conflicto del que, quizá, poco comprenden.
Las graves y generalizadas violaciones de derechos humanos que han tenido lugar en Darfur han llevado a la Corte Penal Internacional (CPI) a dar un paso sin precedentes: ordenar la detención de un jefe de Estado en funciones, el presidente de Sudán, Omar Al-Bashir. Sin embargo, el Estado sudanés, con el respaldo de la Unión Africana, han desafiado la legalidad internacional resistiéndose a cooperar con la CPI tal como obliga la Carta de la ONU.
Es mucho, pues, lo que está en juego en Darfur. De la capacidad que demuestre la comunidad internacional para hacer frente a las resistencias presentadas para cooperar con la CPI dependerá en gran parte la efectividad futura de este órgano encargado de juzgar crímenes internacionales. Pero, fundamentalmente, de las medidas que el Consejo de Seguridad de la ONU adopte en el corto plazo dependerá la vida de niñas y niños, mujeres y hombres azotados por esta crisis humanitaria.
Los niños darfuríes que en 2010 alcancen la edad de siete años no habrán conocido nunca la paz. Pero, el Libro por la Paz en Darfur tiene, entre sus múltiples signos de respaldo, las pequeñas huellas de niños y niñas mexicanas que desean hacer llegar un mensaje de solidaridad al pueblo darfurí y de exigencia a las y los líderes mundiales. Un signo de esperanza, pues.
Darfur puede parecer un sitio lejano, distante de México, pero las voces de las decenas de miles de personas que esta delegación de Amnistía Internacional traemos en nuestro equipaje dan testimonio de que, así como el dolor ocasionado por las violaciones de derechos humanos no tiene fronteras, la movilización para detener estos abusos no las tiene tampoco. Estas miles de expresiones que llevamos rumbo a la ciudad de Nueva York son muestra clara de que Darfur significa algo para México. Es momento de que México signifique algo para Darfur.