Dicen que hay provocaciones que se atienden inmediatamente. Y eso me pasó a mí cuando mi amigo Jesús Cedillo me informó que teníamos una invitación para asistir a la Feria Internacional del Libro en Guadalajara.
Ni tardo ni perezoso hice todos los arreglos para poder trasladarnos a tan importante evento.
Cada cual llegó a la Perla Tapatía como bien pudo, pero todos coincidimos en un punto y hotel determinado.
Además, en esa bella ciudad vive una buena amiga, Luisa Fernanda Nava, a la que hacía tiempo no veía y que nos atendió, como se suele decir: "A cuerpo de rey", por lo que la visita resultó aún más grata.
Adentrarse en una feria como ésa, es un verdadero placer para la vista y el olfato. La variedad de libros de todo el mundo y el olor a tinta son para quienes la visitamos un verdadero deleite.
Quisiera uno comprar todos los libros, pero eso no es posible ni prudente, por ello debe concretarse a seleccionar aquéllos de mayor interés.
Así fue como di con el libro: "Los amorosos (Cartas a Chepita), de Jaime Sabines, que no sólo no lo tenía, ni siquiera sabía que se lo habían publicado. Pero al verlo en un estante no dudé en adquirirlo.
"Los amorosos (cartas a Chepita), es parte de la correspondencia que sostuvo Sabines cuando era novio de Josefa Rodríguez, y en ellas se revela la esencia del poeta, su temperamento y forma de ver la vida.
La correspondencia epistolar ha tenido siempre para mí un valor inapreciable, porque en ella se muestra una parte de los que la suscriben que no conoce todo el mundo.
Cuando uno escribe una carta está consciente de que sólo la leerá su destinataria. Pero cuando ésta decide hacerla pública, cualquier lector se puede enterar de lo que decía y pensaba un personaje en un tiempo y lugar determinados.
Tiene igualmente el valor de lo íntimo y espontáneo. No hay maquillajes ni ideas rebuscadas, todo es sencillo y transparente.
Siendo, como lo soy, un apasionado lector del poeta chiapaneco, sumergirme en esa correspondencia, significó para mí descubrir mil facetas más de don Jaime.
Y creo que doña Josefa autorizó su publicación, casi como para decir: "A pesar de todo, este hombre era y seguirá siendo mío".
Y digo eso, porque el poeta no se pudo nunca concretar a una sola mujer; tomaba las musas de donde las encontraba y jamás ocultó su afición por las mujeres ni sus debilidades.
Con acierto Carlos Monsiváis, escribió sobre estos textos: "Un formidable alegato lírico y un estar dentro de la mentalidad poética del autor".
Sabines repartía su tiempo entre Tuxtla Gutiérrez y la Ciudad de México, donde cursaba sus estudios. Entre las faenas de la tienda familiar, de la que se hizo cargo, el campo que era su fascinación y sus poemas.
Adoraba a Chepita y en una carta fechada en 1947, en México, le dice: "Apareces en mi vida de repente, como coronando un ideal, como concretando a todas las mujeres que he deseado, y no puedo dejarte ir, ni puedo detenerte. Te llamo, sí, te llamo y no me escuchas. Desde mi corazón te llamo; arrojo mis ojos a tu paso; trato de alcanzarte con mi silencio, inútilmente. Siempre has sido ligera y fugitiva, ajena e imposible".
Sin embargo, al mismo tiempo le dice en otra carta; "¿Es posible que, a estas alturas, no creas en mí? ¿O te sientas débil frente a la distancia y ante el tiempo? Yo nunca te he jurado fidelidad sexual; no podría ser; es absurdo; tú misma no lo deseas. El que yo ande con otra no quiere decir que deje de andar contigo. Tú estas más allá de todo esto, linda. Sería hacerte pequeña introduciéndote en estas pequeñeces. Tú no eres ni circunstancia ni accidente -te lo he dicho -tú eres intimidad, esencia".
Y al mismo tiempo unos meses después, le escribe: "¿Estoy enamorado en verdad? Yo sé que no es enamoramiento, es amor. Uno se enamora de cualquier mujer a cualquier hora, en un encuentro furtivo, en una cita premeditada. Yo me enamoro a cada paso, de unos ojos, de una palabra, de un gesto oportuno, de una sugerencia, y no obstante sólo quiero a Chepita. En las demás, es pura función estética; en Chepita es dación, entrega indefectible, transferencia".
El poeta se podía entregar a mil devaneos, pero sólo amaba a una mujer y el amor eterno que le juró duró toda la vida. Pero no podía ser sólo de ella, ni su condición ni su temperamento se lo permitían. Nunca le juró fidelidad sexual, sólo amor eterno.
Por eso Sabines rompía con los moldes de los poetas románticos, pues como dijera José Emilio Pacheco, comentando su obra: "Jaime les enseña <
No era el Acuña que quería tener a su madre entre él y Rosario. Jaime. Era el poeta desenfadado que describe a los amorosos como dos seres sin Dios y sin diablo; dos amantes que se comen a besos y se entregan a dulces caricias que los hacen tocar el cielo en un instante.
Esa correspondencia se vincula, como afirma Monsiváis. "En un sentido muy preciso, en el del mismo impulso lírico...con el ánimo de los dos primeros notables libros de Sabines: Horal y La Señal".
Por que Sabines es el poeta del pueblo, el de lo cotidiano, el que describe las cosas como son; el que ama y el amor lo envenena, el que llora y se ahoga en su propio llanto; el que rompe paradigmas y crea otros.
Entre estas cartas y la Feria del Libro, se pasaron los días, unos días deliciosos.
Jesús dice que no le gustan los mariachis, pero yo sé que miente, porque en cuanto nos fuimos a cenar al Santo Coyote y le puse enfrente a un excelente grupo se le quitó la repulsión. Tocaron de "Torreón a Lerdo" y hasta tuvo la osadía de bailarla y para recordar buenos tiempos, yo pedí que tocaran. "Mi gusto es".
La noche transcurrió entre whiskys, tequilas y mariachis, recordando a un buen amigo ahora ausente: Armando Sánchez Quintanilla, que de no haber mediado la fatalidad, con seguridad nos hubiera acompañado gustoso en ese viaje.
La noche siguiente fue dedicada a la música cubana en "La bodeguita del medio", cuya sucursal de Guadalajara no le pide nada a la original de La Habana.
Siempre es muy grato convivir con amigos y comentar sobre libros, viejos y nuevos, sobre la vida de los autores y ese mundo fascinante que es la literatura.
Por razones semejantes, quiero agradecer desde este espacio la generosidad de la familia Yarto, de San Pedro, que tan cordialmente nos recibió (a Pancho, a Jorge y a mí) ayer en su casa para asistir a una comida.
Esas viejas casonas como la de esta familia me traen gratos recuerdos de la casa de mi abuela Chonita. Con su sala amplia y fría. Llena de fotos.
Un gran comedor y una comida deliciosa preparada por ellas, acompañada de un buen vino y una mejor conversación. ¿Qué más se le puede pedir a la vida sino buenos amigos, rica comida y un generoso vaso de vino?
Lástima que el tiempo y las ocupaciones demandan nuestra presencia, porque de otra forma desearía uno quedarse ahí por muchas horas más.
Agradezco desde este espacio todas las atenciones recibidas y reitero lo que ahí dije siguiendo a don Javier Belausteguigoitia: "En esta casa se come bien, pero...invitan poco".
Dios nos permita volvernos a reunir en tan agradable compañía.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".