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Un singular relato

El filósofo de Güémez

RAMÓN DURÓN RUIZ

La generosidad del humor del mexicano que hace que -no obstante nuestros políticos nacionales- no caigamos en la calamidad del desánimo, que llevemos una vida más relajada y menos agresiva, cumple con uno de los principios del humor que es la universalidad; que hace posible que éste llegue a todos los rincones del país, a todas las áreas, a todos los personajes.

Hay una historia que se narra en Güémez, paráfrasis de una pieza procesal del "levantamiento de un cadáver" que se cuenta desde Colombia hasta Cuba, refleja que a pesar de la ignorancia en los menesteres jurídicos, el mexicano lleno de ingenio se las arregla para salir adelante.

Calcanio el síndico de Güémez al estar cumpliendo con sus deberes y tomando una taza de café caracolillo con un marranito -pan de los que hace Doña Chole-, llegó apresuradamente hasta él, el comandante de la Policía preventiva; su cara pálida reflejaba el miedo en su rostro:

-Jefe, acaba de haber un 95 en la carretera y como es costumbre le tocó a usted bailar con la más fea. -¿Pero cómo? -respondió el síndico- aclárame eso del 95, que no estamos en clase de matemáticas.

-Jefe, un 95 es un "murido", y le tocó bailar con la más fea, porque el ministerio público, según nos dice la gente, tiene 3 días que no viene a trabajar porque disque según anda en una "inspetsión" ocular, pero ha de estar recreándose la pupila en el "teibol dans" del capitán.

-Bueno pus' alístate unos tacones chuecos (policías) pa' que me acompañen, que voy a pedir "viatiquitos".

Una vez apersonado con una secretaria y dos testigos de calidad en el lugar de los hechos, es decir, en el acotamiento de la carretera de Güémez que va rumbo a las carnitas "El Atorón", pudo distinguir un cuerpo tirado sobre la carpeta asfáltica.

Ante una multitud de curiosos que se arremolinaban en torno al occiso, el síndico arrancó la ingrata tarea de hacer la "diligencia de inspección y levantamiento del cadáver", cargado éste de un episodio del lenguaje por demás singular, que a continuación transcribo con los errores y acentos idiomáticos, no sólo por la gravedad del hecho de sangre que se relata, sino también por el recurso narrativo:

"En el lugar de los echos se ocserva el cuerpo de una persona al parecer sin vida y digo que sin vida porque le pregunté tres veces consecutivas que cómo se llamaba y no me respondió; del sexo masculino, se ve que es católico debido a que trae en su cuello un crucifico de marca INRI elaborado en madera, al parecer de mezquite de la región, por lo que ha de ser lugareño.

El cuerpo es de poca corpulencia, estatura regular, piel morena, ojos... pos no se los pude ver porque los tenía cerrados, pelo entrecano, aunque se ve claramente que usa tinte pál cabello, boca carnosa, asemejante a una mojarra copetona, nariz aguileña, orejas todas ruñidas como de boxeador viejo.

El cadáver del difunto viste pantalón de mezclilla color azul, una camisa norteña a cuadros, cinto pitiado y botas de tacón cubano, con peine en la nalguera derecha y lentes Ray Ban a un lado. Deduzco que es taquero debido a que en su camisa presenta restos de cebolla, tomate, cilantro, aceite y salpicaduras de trompo en la bolsa camisera.

El cuerpo en mención presenta a simple vista heridas producidas por arma "blanca" sin poder establecer el tipo de arma empleada: la primera está asentada del caical derecho con dirección a la quijada izquierda produciendo un boquete de unos 5 centímetros, la segunda está en la paleta izquierda y desciende hasta la espalda media, con un boquete más ancho, de igual manera distingo que el cuerpo tiene múltiples "piquetes" en la panza, viéndose en varios de ellos el panzaje.

Me cuesta harto trabajo presisar si el individuo en cuestión es casado o soltero, debido a que en la refriega salió volando el dedo anular, que es onde debía portar el anillo de matrimonio, sin que hasta este momento al peinar la zona los gendarmes bajo las ordenes del suscrito, hayan dado con el.

La escena del crimen según veo con mis propios ojos, estubo media peliaguda, ya que hay muncha sangre dispersa por doquier, señal inequivoca de que los madrazos estuvieron de a peso, para que finalmente el cuerpo cayera en posición fetal con la cabeza apuntando a onde el sol sale, quedando sus manos rígidas en posición de boxeador, con los pies apuntando hacia "El Atorón" con su rostro ladieado hacia un pomelo cargado de toronjas.

Concluida la inspetsión y levantamiento del cadáver que yo mismo hice -debido a que el ministerio público es bien rajón y jamás viene cuando hay pedos de sangre- es que doy por terminada la presente diligencia, a la cual me traje dos testigos, quienes dan fe de la nítida acta que levanto, pa' que luego no anden diciendo que se viene uno sólo a comer carnitas aprovechando los viáticos del erario público".

filosofo2006@prodigy.net.mx

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