"La nación que posee más escuelas posee el futuro." Otto von Bismarck
Teziutlán, una ciudad del estado de Puebla con menos de 100 mil habitantes, se enfrenta a un reto muy importante. Durante años un grupo de empresas maquiladoras de ropa fueron su principal fuente de empleo. Hoy las plantas se están mudando a Centroamérica o a Asia.
Otras fuentes de trabajo son escasas. Hay una planta de ferroaleaciones de Minera Autlán y una actividad comercial intensa, pero el número de nuevos empleos es escaso. En este ambiente trabaja el Tecnológico de Teziutlán, una escuela pública de poco más de 1,800 alumnos, que recibe recursos del estado y, en menor medida, de la federación.
El Tec de Teziutlán, dirigido por Gustavo Urbano, se enorgullece de su calidad académica en un ambiente de estrechez económica. Reúne más de 70 profesores, la mayoría de los cuales cuenta con posgrado. Más de 20 tienen doctorados o están en proceso de obtenerlo. La escuela, que enseña un amplio rango de ingenierías, ha invertido fuertemente en laboratorios, los cuales son de una calidad notable para una escuela de escasos recursos en una localidad tan pequeña. Los maestros no tienen base y por lo tanto deben esforzarse para mantener su puesto. La rotación de personal es baja, en parte por la falta de opciones laborales en la comunidad, pero esto ayuda a mejorar la calidad de la institución. La escuela da facilidades en becas y tiempo para que los maestros puedan concluir estudios de especialización.
Me dice el director académico, José Luis Ceceña, que la escuela quedó clasificada en el número 18 de 260 tecnológicos en el país en el último examen de certificación en ciencias básicas. Añade que a la institución llegan académicos de otras instituciones, incluso de la UNAM, para buscar apoyo. El Tec de Teziutltán se enorgullece de producir todo el software que utiliza y vender programas a las empresas de la localidad. Su nueva carrera de ingeniería de gestión empresarial, que mezcla elementos de ingeniería industrial con administración, ha reemplazado a una licenciatura de administración de empresas que no tenía ya salida laboral.
La falta de oportunidades de trabajo en Teziutlán, sin embargo, tiene un costo importante. Antes las maquiladoras de ropa absorbían a una parte significativa de los egresados. Hoy las oportunidades de trabajo han disminuido de manera importante. Los graduados que quieren empleo en su área de especialidad muchas veces tienen que emigrar. Cuando lo hacen obtienen buenos puestos debido a que van bien preparados, pero Teziutlán está sufriendo una fuga de talento.
El caso del Tec de Teziutlán ratifica que la educación es una condición necesaria, pero no suficiente para el desarrollo. La institución ha hecho todo lo que debe hacer. Se ha concentrado en la educación tecnológica, la que tiene mayores posibilidades de fructificar en empleos y prosperidad; no ha tenido miedo de compararse con las demás; sus índices de calidad son buenos en comparación con los otros tecnológicos del país. El factor que falta es que haya más inversión productiva en la zona. Ésta no le toca generarla a la escuela, pero sin ella su papel social se ve trastocado.
Entiendo la urgencia con la que los rectores de las principales universidades del país piden más dinero en estos tiempos de presupuestos. Pero cuidado. Aumentar los recursos que se entregan a las universidades no es necesariamente una solución. Si no hay inversión que genere empleo, el subsidio puede servir únicamente para nutrir el ejército de desempleados con grado universitario.
Si alguien duda que los sindicatos son un buen negocio, considere el caso del SME. Hace un año fue cerrada la única empresa con la que tenía contrato. Sus trabajadores están sin empleo. La dirigencia no tiene toma de nota ni acceso legal a sus cuentas bancarias. Y, sin embargo, puede darse el lujo de alquilar el Estadio Azteca para una reunión cuyo propósito final es fundar un partido político.
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