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Una fábula y su moraleja

GILBERTO SERNA

 E L tiempo se les ha venido encima a los pretendientes a ocupar la silla presidencial de este país. Hasta ahora se ha visto una lucha sigilosa que al paso de los días se ha ido convirtiendo en sórdida, lo que no es de extrañar, lo contrario sería lo sorprendente. Usted puede escuchar imprecaciones, pujidos, rechinar de dientes, patadas disimuladas, codazos, zancadillas, empujones y uno que otro improperio salido de la desesperación de los que ocupan las últimas hileras de seguidores, a los que ya se les queman las habas por estar aunque sea en el estribo del carro azul, rojo o vario pinto, el que sea, porque en estos tiempos salen sobrando las ideologías. Es el PRI al que se considera, desde hace un buen rato, como el ganador indiscutible en la próxima contienda electoral, por lo que quien sea nominado como candidato se le considera desde ahora como presidente, dándose por descontado que los candidatos de los demás partidos políticos no tienen la menor oportunidad. Es lógico que a los precandidatos del Partido Azul o a los del Sol Azteca, no se les dé beligerancia, si se advierte que los primeros no tienen precandidatos del calibre que se requiere y los segundos carecen de un poderoso instituto político que los respalde.

No obstante en estos asuntos no hay nada escrito, del plato a la boca suele caerse la sopa. Véase si no; el competidor en esta justa que hasta ahora ha venido encabezando las listas y se mueve en las alturas del delirio, candidato de las élites sociales, así como de los poderes fácticos, televisoras, grupos de opulencia, clases pudientes, de pronto ha quedado al descubierto, como se dice en términos coloquiales: su procurador lo está dejando colgado de la brocha, con motivo de un asunto que no se ha sabido manejar por la molicie de un Gobierno Estatal que parece estar durmiendo, haciéndonos recordar la fábula de Esopo en que compiten una tortuga y una liebre, cuya moraleja reside en que "más vale modestia y perseverancia que orgullo y descuido" . En vez de la tormenta que se le ha echado encima, debido sin duda a la ineficiencia de su colaborador, asume el rol públicamente de estar de acuerdo con lo que este hace en materia de investigación en el extraño caso de la muerte de una menor. Esto es, procede a respaldar a su procurador que lo único que ha hecho es realizar una investigación, sin estar seguro de cómo se hace y sin poder prever sus consecuencias. Eso lo aprovecha, un quelonio con su enorme caparazón, avanzando lenta, pausada y parsimoniosamente rumbo a la meta.

Los tumbos y retumbos que ha dado en la procuración de justicia, es la piedra en la que pueden estar tropezando las aspiraciones de Enrique Peña Nieto para mudarse a la residencia de Los Pinos. Tiene razón el gobernador de que sus adversarios están que se frotan las manos de gusto por ver a Peña en cómo se empeña en sostener a capa y espada a su protegido Bazbaz, a pesar de su pre-candidatura, que ha llegado al sitio más alto y escarpado, está por despeñarse. Es cierto, tiene absoluta razón de que habrá intereses por querer valerse de este asunto para "ganar ventaja política". Es aquel viejo cuento de no enterarse de que los lobos andan merodeando, esperando cualquier señal de debilidad del lobo que encabeza la manada para atacarlo, está en su naturaleza. (Jack London, escritor). El que los políticos obraran rescatándolo del remolino, en que él solito se ha metido, sería algo nunca visto, insólito. No espere conmiseración, donde no la hay. Los que están más cerca, si las cosas se vuelven de color hormiga, formarían el pelotón de fusilamiento.

El caso Paulette, que a cada instante se enmaraña más, es el que ha hecho que en la casa de Gobierno en Toluca se encendieran los focos rojos. Es posible que una respuesta a las dudas que privan ya no únicamente en el Estado de México sino en el resto de la república, dejara satisfecha a la opinión pública. Se necesita obrar con probidad que hasta ahora ha estado ausente en los trabajos que hace Alberto Bazbaz, siendo conocida la Procuraduría, desde tiempo atrás, como la Procuraduría de la impunidad, el despotismo y la arbitrariedad por casos no concluidos o resueltos políticamente. En los asuntos que han trascendido a la opinión pública esa oficina ha dejado ver su falta de integridad, de rectitud y de ecuanimidad. En fin, el estilo perdura, es el viejo PRI del carro completo, nadie me va a decir cómo hacer las cosas, soy el gobernador y mientras lo sea, yo decido quién se queda y quién se va, es un principio de autoridad que debo hacer prevalecer a cualquier costo.

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