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Una forma de llenar el vacío

Los comedores compulsivos “alimentan” su falta de opciones para llevar una vida social saludable

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BEATRIZ MEJÍA

La mayoría de nosotros alguna vez ha tenido un famoso “atracón de comida”, pero eso no quiere decir que seamos comedores compulsivos, para que se pueda clasificar a una persona como tal, se tienen que encontrar varias situaciones muy específicas.

El trastorno de los comedores compulsivos consiste en un patrón de conducta alimentaria anormal donde el individuo no puede resistir la tentación de comer repetidamente, incluso entre las horas normales de comer, usualmente para calmar su inquietud, ansiedad o agitación. Como resultado de esa conducta, el individuo genera obesidad y cuando la conducta anormal persiste, el individuo termina por padecer un síndrome metabólico completo, que puede incluir diabetes tipo II, hipertensión arterial, arteriosclerosis y depresión clínica.

Según Gonzalo Martínez Soto, médico psiquiatra y psicoterapeuta, es importante no confundir la obesidad con la complexión pesada de individuos dotados de un esqueleto ancho y que han nacido con un número alto de lipocitos o células grasas, y que debido a esos factores esas personas terminan por presentar mayor peso corporal que otras personas con la misma estatura. “Mientras estas personas de tipo ‘peso completo’ no padezcan conductas alimentarias compulsivas sino que se alimenten con dietas bien balanceadas e incluyan entre sus hábitos rutinas de ejercicio suficientes, generalmente no generan enfermedades metabólicas como las ya descritas en relación a los comedores compulsivos.

Factores que predisponen

El trastorno de los comedores compulsivos puede verse como una manifestación de los cambios sociales ocurridos desde finales del siglo XX y durante esta década del siglo XXI en el mundo occidental.

El comer compulsivamente es una conducta paliativa de la ansiedad producida por la falta de opciones realistas para desplegar actividades físicas y sociales saludables fuera de casa.

En México este problema está intrínsecamente ligado con los problemas de inseguridad, el desempleo y la pérdida del poder adquisitivo de los ciudadanos.

“Es así porque cuando hay inseguridad para salir a caminar por la calle después de cenar entonces las personas optan por conductas sedentarias pero más seguras como: sentarse a ver la televisión o la computadora hasta la hora de acostarse”, explica el especialista.

El desempleo, por su parte, aumenta las horas carentes de actividad productiva que las personas deben llenar con algunas conductas que produzcan consuelo para su desazón como el continuar comiendo pequeñas o grandes cantidades de comida durante el día.

“Y finalmente la pérdida del poder adquisitivo de los ciudadanos resulta en su incapacidad para pagar los costos de actividades físicas estructuradas, tales como suscripciones a gimnasios, salir a los balnearios, tomar clases de baile, practicar deportes como el futbol, la equitación, etc.”, dice.

Daño a sí mismo

El comer compulsivamente puede considerarse como una forma de autoagresión porque esa ansiedad que se mitiga comiendo continuamente, no se canaliza hacia el exterior ni se utiliza para resolver situaciones externas como conseguir empleo, practicar un deporte o perseguir otros intereses como los laborales, religiosos, políticos, etc.; esa ansiedad se refleja en el propio cuerpo de quien la padece generando conductas alimentarias destructivas como atracarse de comida de forma patológica.

“Es decir, la ansiedad derivada del aislamiento en la casa y de la falta de productividad fuera de ella, se transforma en autoagresión. Pero esta agresión no es del tipo saludable que pudiera ayudar al individuo a transformar el mundo que lo rodea en beneficio propio y de sus semejantes, sino es una agresión reflejada hacia el propio ser del individuo que la genera, solamente transformada en conductas destructivas y repetitivas como es el comer compulsivamente”, explica el médico.

Este tipo de ansiedad merece llamarse agresión porque sus efectos vienen a producir enfermedades como la diabetes tipo II, hipertensión arterial, arteriosclerosis, etc., que a su vez, cuando alcanzan un estado avanzado pueden generar condiciones terminales como infartos al miocardio, infartos cerebrales, coma diabético, insuficiencia renal, etc. w

Los antecedentes

Estas enfermedades son por desgracia cada vez más frecuentes con el paso del tiempo. Por ejemplo se ha calculado que en Estados Unidos la diabetes tipo II ha alcanzado estadísticas alarmantes que se acercan al 50 por ciento de la población hispana y nativa americana mayor de 50 años.

En relación con la obesidad, un estudio reciente y ampliamente difundido encontró que México ya ocupa el segundo lugar, sólo después de país vecino, en frecuencia de obesidad infantil.

En la última década se ha descrito un llamado síndrome metabólico para caracterizar el problema frecuente de pacientes con obesidad abdominal, un alto nivel de colesterol y triglicéridos (o sea compuestos grasos) en la sangre, y una tendencia a desarrollar diabetes tipo II, hipertensión arterial y depresión.

Según Martínez Soto, aunque en Estado Unidos el problema de la inseguridad no ha alcanzado los niveles alarmantes de México, la población en general sí ha sufrido por desempleo y pérdida de su poder adquisitivo económico desde 1990, pero en mucho agravado por la última recesión económica que se ha gestado desde el año 2000.

Así mismo, la adicción al Internet y a la televisión se ha generado por una tendencia de las familias a permanecer en casa aisladas de la comunidad vecinal. “Desafortunadamente esa tendencia ha comenzado a afectar a la sociedad mexicana, pero en mucho mayor grado debido a los más severos problemas de inseguridad en los espacios públicos”.

Un mal general

Aunque no hay estudios estadísticos grandes que analicen si son las mujeres más propensas que los hombres a ser comedores compulsivos, es probable que este trastorno del comportamiento alimentario sea más notorio en las mujeres, porque siendo tratadas como objetos sexuales en esta sociedad patriarcal, son ellas las que típicamente utilizan su atractivo físico concretamente para lograr ciertos objetivos, como son la elección de una pareja sentimental deseable, para competir en la búsqueda de oportunidades de trabajo, o simplemente para aumentar su popularidad dentro de su círculo social.

En cambio, el físico del hombre es más bien visto en términos de su capacidad para derrotar enemigos o repeler agresiones, es decir, en términos de su fuerza física. Y es por ello que en la población masculina pudiera más fácilmente confundirse un cuerpo obeso con un cuerpo robusto o atlético

“Es probable que el problema de los comedores compulsivos tenga la misma frecuencia en los hombres que en las mujeres, pero especulando acerca de la discriminación contra la mujer en la búsqueda de trabajo, podríamos imaginar que habiendo más mujeres desempleadas, serían ellas con más frecuencia las víctimas de la inseguridad, del desempleo y la pérdida del poder adquisitivo económico, y por ende más vulnerables a desarrollar los problemas de tipo alimenticio”.

Durante la infancia

Los niños representan un sector de la población seriamente afectado por el problema del comedor compulsivo. En esos casos las conductas alimentarias destructivas se llevan a cabo tanto en las escuelas como en el hogar.

“En vista de que ha sido imposible sustituir alimentos saludables como las frutas, las legumbres y el agua purificada por los llamados ‘alimentos chatarra’, que son generalmente carbohidratos empacados en pequeñas bolsas, derivados del pan, la tortilla u otros productos saturados de grasa, así como las bebidas embotelladas altas en azúcar y gasificadas llamadas ‘refrescos’, entonces los pequeños estudiantes no tienen otra opción alimentaria durante sus recesos o recreos que la de consumir esa ‘chatarra’ alimenticia baja en vitaminas y proteínas”.

También, asegura el especialista, este problema se ha complicado con la tendencia de muchas escuelas de reducir el tiempo disponible para las actividades físicas intensas, como son los deportes, la gimnasia, etc., por considerarlas como “tiempo perdido” para la formación intelectual de los alumnos.

Señales de alarma

Se puede saber cuando una persona empieza a comer por compulsión cuando no limita su alimentación a las horas designadas tradicionalmente por la familia, que además solían ser rituales de reunión y comunicación. Son aquellas personas que abusan de las botanas o de la ingesta frecuente o constante de alimentos casuales como galletas, barras de chocolate, dulces, etc. Pero también se detectan por ser esas personas las que tienen tiempo para hacerlo debido a su desempleo, deserción escolar, aislamiento social y desinterés generalizado.

Hay también casos extremos de comedores compulsivos que se diagnostican en psiquiatría como bulimia nerviosa. “Esos casos se caracterizan por cometer verdaderos atracones de alimentos y en muchos casos provocarse el vómito inmediatamente después de comer o abusar de drogas laxantes o diuréticas, todo ello para evitar el aumento de peso que es consecuencia lógica de su conducta alimentaria patológica.”.

Se ha encontrado que dicho padecimiento también está asociado a una desregulación del sistema de neurotransmisores serotonérgicos en centros reguladores emocionales del cerebro. Es por ello que la bulimia nerviosa frecuentemente responde al tratamiento con antidepresivos serotonérgicos como la fluoxetina, la sertralina y el citalopram.

En ocasiones el problema del comedor compulsivo se asocia con el trastorno bipolar y en tal caso los antidepresivos no son recomendables sino los estabilizadores del ánimo son la primera elección. Entre este último grupo hay fármacos como la lamotrigina y el topiramato que produciendo una estabilización afectiva también reducen el apetito excesivo.

El tratamiento

Cuando el cuadro del comedor compulsivo es insipiente, el trabajo coordinado de un psicólogo o un psiquiatra y un médico general pueden ser suficientes para controlar el problema.

“Cuando el problema del comedor compulsivo es más avanzado y ya incluye enfermedades como la diabetes tipo II, la hipertensión, la arteriosclerosis y la depresión clínica, entonces el tratamiento necesario debería incluir un equipo interdisciplinario que incluya especialistas en psicología, psiquiatría, medicina interna, nutriología y entrenamiento físico reductivo”, explica González Soto.

Según el psiquiatra, el tratamiento del comedor compulsivo en estado avanzado se vuelve un reto muy difícil para los pacientes y sus tratantes profesionales. Cuando la depresión clínica es severa, el tratamiento con medicamentos antidepresivos y la psicoterapia breve enfocada al problema particular, son quizás los cimientos para reconstruir un modo de vida autodestructivo y derrotista. “En otros casos cuando ya se han presentado complicaciones diabéticas, hemodinámicas, cardiacas o renales, entonces la contribución del médico internista, del cardiólogo o del nefrólogo se vuelven imperativas”.

Así mismo, comenta el especialista, los grupos de apoyo al estilo de Weight Watchers en Estados Unidos son muy efectivos como coadyuvantes en el tratamiento del problema del comedor compulsivo.

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