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Una gran heroína

GILBERTO SERNA

Retrocedamos. La mañana transcurría igual que los demás días. Había que apresurarse, darle a los niños de desayunar, asearlos, vestirlos, llevarlos con sus cuadernos a la escuela, corriendo para luego irse al trabajo. Sea lo que sea desempeñaba, como millones de mujeres, una noble labor que antes se destinaba sólo a varones. Era la rutina para empezar las faenas de una agotadora jornada. En el cuartel ya estaban sus compañeros, emperifollados con sus flamantes uniformes, luciendo marciales, con zapatos y fornituras boleadas, trayendo puestos sus chalecos. Una compañera le pidió posara para una gráfica. Su imagen sonriente quedaría para la posteridad, serena, segura de sí misma. Un ser anónimo que sabía cuál era su trabajo, enorgullecía la placa de policía, servía a la sociedad. Es una dura época llena de riesgos, lo sabía, pero había que arrostrarlos. Le había tocado trabajar en un mundo loco donde se había desatado una furia incontrolable. Un enorme desajuste social provocaba la pérdida de valores. En medio de esa maraña murió Ana Patricia que, sin caer en lo hiperbólico, debe ser considerada por la comunidad como una gran heroína, cuya abnegación nomás les digo, hace que valga la pena vivir en este preterido páramo.

He escuchado versiones de que el chaleco antibalas que traía consigo la mujer policía, que cayó en el cumplimiento del deber, no la protegía por ser caduco, adquirido sin comprobar su efectividad, de los inservibles desdeñados por corporaciones de otras latitudes, lo cual debe investigar a quien le corresponda, pero eso aun siendo verdad por cuanto a ella, ya no importa, pues Ana Patricia Ruelas Ramírez rindió el jueves pasado su tributo a la madre tierra. Aun cuando, cabe precisar, sería conveniente se indagara porque en el futuro puede haber más asaltos a comercios o personas, pues no es ninguna novedad que la inseguridad en las calles cada día que pasa está peor y no se ve cercano el día en que los laguneros volvamos a gozar de pleno sosiego. Las noches, a todos nos consta, han convertido a Torreón en un pueblo fantasma. Los encargados de comprar equipo deben ponerse "truchas" para que no les vendan gato por liebre. Los chalecos pueden estar defectuosos comprados de segunda mano, baratos, pero de dudosa calidad. No sé si la mujer policía, cuyo chaleco no le valió de protección, estaba asegurada pues, suponiendo lo estuviera, las compañías de seguros en ese caso no cubrirían la cantidad pactada. Economizar puede salir caro. La vida de una policía honesta no tiene precio.

¿Quién lo fabricó? ¿Quién es el importador? ¿Qué empresa lo comercializó? Si el chaleco carece de toda esta información lo mejor es desecharlo. En el caso de Torreón el personal al que está destinado, debe verificar en la etiqueta que especifique el nivel de protección. Se deben comprar chalecos que tengan hasta un año, en su caso, correctamente almacenados y que nadie los haya usado anteriormente. Se trata de que estén en perfectas condiciones. La mayoría de los materiales empleados en su fabricación se ven afectados por la humedad, por lo que se debe estar atento al daño que puede hacerlos inservibles, a mayor razón en zonas tórridas como la nuestra en que se suda abundantemente. Debe tener de menos cuatro puntos de ajuste, dos en los hombros y dos en los lados. Debe vigilarse que la adquisición del material no se haga por prebendas. Según la nota que nos trajo la prensa a nuestros hogares, la policía se encontró con dos pistolas calibres 9 milímetros y una más calibre .45, la necropsia debió indicar si de alguna de estas armas de fuego salió la bala asesina.

Los chalecos, el que usaba la mujer policía, por lo común son ajustados, de donde surge la duda de cómo se coló la bala hasta el cuerpo de la víctima. En fin, de eso se encargan los peritos de la propia corporación de Policía que debieron ser los más interesados en que se sepa cómo sucedieron las cosas. Si el chaleco antibalas, suponiendo tenga algo razón la versión que corre en ese sentido, por no cumplir con las especificaciones necesarias para darle garantía de que detendría el proyectil, debe retirarse del servicio de inmediato, así como los demás que resulten con defectos de fábrica o que hayan sido armados reaprovechando material retirado de otros chalecos. La muerte de la señora policía debe afligirnos a todos. En estos tiempos somos demasiado vulnerables. No se debe concretar a exaltar la conducta de la mujer policía mediante el homenaje que se le rindió de cuerpo presente. Además no debe permitirse que vuelva suceder un evento de la misma naturaleza y si de eso se trata debemos exigir el esclarecimiento del hecho, el qué y el cómo resultó Ana Patricia herida de muerte, llegando hasta las últimas consecuencias.

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