Una mascota es para siempre

Al hablar de los regalos navideños es común que mucha gente vea como una buena idea obsequiar una mascota, o bien que reciba una sin esperarla. No obstante, antes de colocar un moño en el cuello de algún animalito, es importante considerar que se trata de un ser vivo y todo lo que eso implica.

El vínculo significativo del ser humano con un animal doméstico es una condición ordinaria en todas las culturas del mundo. Su inicio en los hogares urbanos requiere de una conciencia especial sobre el paso que se da, su preparación y sus posibles consecuencias. Es alta la probabilidad para cualquier individuo de encontrar en los registros de su memoria histórica la huella dejada por el encuentro con un animal, real o imaginario, en la literatura o en el cine. Nombres como Flipper, Lassie, Scooby Doo, Moby Dick, Shere Khan, Rocinante, Platero o Tigger, entre muchos más, resultan familiares y cercanos. La oportunidad de que una mascota llegue a casa se presenta con frecuencia en el exhibidor de una tienda, en la calle o en la residencia de familiares o amigos.

La convivencia con animales para su domesticación se inició hace unos 10 mil años; desde entonces los hogares les han abierto un espacio, mismo que actualmente es cada vez mayor. En Estados Unidos, dos de cada tres niños viven con mascotas, una proporción mayor que la de menores viviendo con ambos padres; en México, los perros ocupan un primerísimo lugar en las preferencias, pues nueve de cada 10 animales de compañía son canes.

Múltiples factores se conjugan para facilitar el ingreso de una mascota a la familia: un regalo, un antojo, una muestra de solidaridad, una oferta, un encargo, y hasta un descuido. Con la cercanía de las fiestas navideñas y el tradicional intercambio de presentes, no son pocas las personas que consideran obsequiar un animalito o bien regalarse a sí mismas uno. Pero no hablamos de un objeto, de algo que podemos olvidar, maltratar o tirar, sino de un ser vivo que necesitará permanecer junto a nosotros por el resto de sus días, en una relación marcada por una dependencia continua y muy grande. Aceptar esta poderosa atracción requiere de una respuesta equivalente en fuerza, tiempo y calidad.

PRESUPUESTOS

Es indispensable visualizar el proyecto completo de incorporar una mascota a la propia vida. Ésta necesita de un espacio físico (para comer, dormir, jugar, hacer ejercicio) y otro psicológico (para brindarle aceptación, atención, cariño, cuidado) de calidad. Ambos implican un gasto en partidas diferentes: cama, alimento, aseo, vacunación, atención veterinaria, medicina, juguetes, y hasta premios para el comportamiento adecuado.

Es recomendable imaginar también la catástrofe de asumir un compromiso que no se puede cumplir, por ejemplo al devolver el automóvil que ya no se pudo pagar. A diferencia de los objetos, un ser vivo no admite devolución a su ambiente natural de origen, pues si hablamos de un perro, un gato o alguna otra especie domesticada, ese ambiente es precisamente el nuestro, el humano. Ya no tienen cabida en el bosque, la selva o el desierto.

El abandono es una de las manifestaciones más crudas y terribles bajo cualquier circunstancia. Pasar del alimento ‘automático’ y seguro a la lucha por sobrevivir en condiciones desconocidas, es una transición que no deseamos para nadie. Un animalito desterrado del hogar se transforma en callejero, en un problema social que se multiplica cuando aparece la agresividad, la reproducción descontrolada, la enfermedad contagiosa o la suciedad.

BENEFICIOS Y RIESGOS

Una mascota bien cuidada deviene en diferentes beneficios para la persona que directamente la atiende y para la familia que la acoge; psicológicamente, entre los más importantes figuran el ejercicio de valores fundamentales como la empatía, la responsabilidad, la cordialidad y la expresión de los afectos, el respeto por la vida, la preparación para los momentos por venir (embarazo y nacimiento, desarrollo y enfermedad, envejecimiento y muerte de un ser amado), además del acompañamiento de gente con problemas, físicos o psicológicos. El enriquecimiento es muy amplio en los retos y oportunidades de aprendizaje sobre normas, roles, autoridad y límites, claridad en la comunicación, solución de problemas y disciplina.

Lo contrario lastima a la familia entera, pues en lugar de obsequios se consiguen costos en el sentido de pérdidas. El impacto mayor lo sufre el propio animal al encontrarse atrapado en un infierno de hambre y sed, calor y frío, golpes y abandono. Lo recibe también la familia al testimoniar ante sí misma una forma no saludable de ser, de concebir al otro y de convivir con él. La culpa suele aparecer por sorpresa, apoderándose del ambiente en el momento en el que menos se la espera. Esto no es deseable, ni puede recomendarse.

A VOTAR

A la hora de adquirir una mascota, la votación primera y más delicada se ubica en la decisión inicial de aceptar la incorporación de ésta a la dinámica familiar. Es recomendable alcanzarla mediante la participación de todos, con la expresión de opiniones y la explicitación del voto, tanto adultos como menores. Lo mejor es el consenso, pero en caso de empate mamá y papá tendrán un voto de calidad. En el mismo sentido, también antes de regalar un animalito es idóneo consultar con anterioridad al posible dueño para que a su vez éste analice el posible escenario y en su caso lo ponga a consideración de la gente con la que vive.

Adoptar una mascota es una cuestión que se asume para durar muchos años (normalmente hasta la muerte natural de ésta), consumir un gran esfuerzo (diario y permanente) y requerir de una entrega total (atención integral y dedicada). Una expresión popular lo sintetiza: “Lo que bien empieza, bien acaba”.

Correo-e: juanmanuel.torres@lag.uia.mx