Carta al señor Rector: Mi estimado Mario Alberto: Sé que lo que aquí te voy a pedir tú ya lo tienes decidido, lo que ignoro es el cuándo, por eso deseo dejar constancia de esta petición para que se materialice lo antes posible.
Como sabes, estoy dando clases en la Facultad de Derecho de la Universidad que tú diriges.
Pero sus instalaciones se volvieron viejas e inadecuadas, pues son instalaciones que datan de los años setenta, para ser exacto de 1972.
Sabes, en nuestros salones no es posible dar clases usando un proyector, ni los alumnos pueden utilizar sus computadoras mientras las reciben.
En verano tenemos una disyuntiva muy grande, pues si prendemos la refrigeración para evitar el calor, muchos alumnos no escuchan la exposición y si la mantenemos apagada para no forzar la voz, nos morimos de calor.
Nuestros mesabancos están muy maltratados y son también viejos, inadecuados e insuficientes.
Sé que peor es nada o que estábamos peor en aquel Edificio Algodonero, que fue donde inició la escuela. Pero han pasado ya casi treinta años y no hemos mejorado gran cosa.
Toda escuela necesita unas instalaciones dignas, de las que nos podamos sentir orgullosos.
Estos edificios los construyó el antiguo CAPCE y le tocó inaugurarlos a nuestro querido maestro Jorge Mario Cárdenas (Q.P.D). Desde entonces (y es literal), ha corrido mucha agua por el río Nazas.
Sé también que tu programa de construcción de escuelas en Ciudad Universitaria, tiene sus tiempos. Pero, sabes, ¡ya nos toca!
Nos toca contar con un auditorio digno y una sala de cómputo; salones decorosos y que los alumnos puedan disfrutar las instalaciones conjuntas de C.U.
Dile a mi estimado Sergio Zúñiga que ya comience esa construcción. Porque además, quiero que seas tú quien la inaugure y que Dios me conceda la dicha de estar ahí junto a ti ese día.
Me va a doler dejar esas añejas instalaciones, donde se fraguaron y ejecutaron tantos movimientos estudiantiles. De manera especial, el de autonomía, en el que tú y yo, participamos juntos.
En esas aulas yo me formé y todavía cuando llego a dar clases, creo escuchar las voces de mis grandes maestros del derecho, cuyas almas, de algunos de ellos, aún deambulan por esos muros y parecen corregirme de las estupideces que a veces digo cuando diserto sobre algún tema fundamental del derecho.
Cómo olvidar las voces de: Luis García Izaguirre, Joaquín del Río, Manuel García Peña, Jorge Mario Cárdenas, Antonio Alanís, Arnoldo Siller Cedillo y tantos más que sería prolijo enumerar.
Todos ellos, de una forma u otra, participaron y lucharon por la dignificación de nuestra hoy Facultad, la más antigua de Torreón, pero también, quizá, la más olvidada.
Nuestras autoridades escolares hacen lo que pueden para mantenerla en pie, pero el edificio ya pide a gritos que se le jubile.
Recuerda Mario Alberto, que en el 73, no sólo luchamos por que la universidad alcanzara la autonomía, sino también por la dignificación de ella.
Y parte de su dignidad estriba en contar con buenas y modernas instalaciones. Porque los espacios modernos y bien cuidados, dignifican y comprometen el comportamiento de quienes los utilizan.
Te escribo estas líneas, también en cumplimiento de un compromiso que hice con mis alumnos hace unos días: Pedirte que ordenes la construcción de un nuevo edificio para la Facultad de Derecho.
Un edificio en el que a la entrada se pueda leer, esta frase escrita con letras doradas: "La dignidad de esta escuela, queda confiada a la honorabilidad de sus alumnos".
Sácanos, Mario Alberto, de esa "caja de zapatos" (que ya dio lo que tenía que dar) y ponnos a trabajar en un edificio digno de nuestra Universidad.
En espera de tu respuesta, como siempre digo: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su Mano".
