En estos días se ha dado a conocer que las fracciones del PRI y del PAN representadas en el Congreso Local del estado de Durango están analizando la posibilidad de incrementarse el salario y demás percepciones.
Los diputados han expresado que están realizando esa revisión debido a que ha pasado ya tiempo considerable y que sus ingresos deben ser reconsiderados.
Este tema es natural que genere irritación en la población en general. Está totalmente generalizado entre toda la sociedad que casi todo aquel que pertenezca a la burocracia, es una especie de paria, con cierto repudio, pero también son posiciones que calladamente todo mundo quiere ocupar. Particularmente, los puestos de diputados son los que más descrédito sufren de todos los empleados o representantes populares, en específico los federales, que a lo largo y ancho de todo el país han sabido en los años anteriores hacerse de esa reputación nefasta ganada a pulso, ya que han convertido a la Cámara Baja, en más de dos ocasiones, en un verdadero recinto de verduleros que pelean en el nivel más primitivo, alejando al país de los acuerdos que tanto urge para la implementación de las reformas estructurales que apremian si se quiere sacar a México del letargo en el que estamos sumidos; y peor aún, de no hacerse como hasta ahora, a seguir condenado a millones de nacionales a la miseria, al impedir que muchos de los resabios del pasado permitan la expansión económica.
La realidad es que ese descrédito no es en el mismo nivel en los Estados, ya que es poco usual que el gobernador en turno no tenga mayoría calificada en sus respectivos congresos, así que para el ciudadano común es poco perceptible las funciones que hagan o dejen de hacer los diputados locales, merced de la competencia legal de los mismos. Incluso vale la pena señalar, que desde los tiempos de Fox, se empezó a transferir mucho más dinero de la federación a las propias entidades, y como en la Cámara de Diputados no hay mayoría calificada de nadie, existen mucho más controles, con todos su bemoles, pero cuando el dinero llega a los estados, éste ya no tiene control alguno, por ello hoy los gobernadores todos son verdaderos virreyes; nadie les revisa las cuentas. Esto es parejo independientemente de la extracción partidista.
Con estas circunstancias, quienes ocupan una diputación local es algo así como una beca preferencial por designo en el caso más común entre los priistas, del mandatario estatal en funciones. El resto de los partidos saben y gozan de igual manera de estas posiciones tan atractivas.
Los diputados locales del estado de Durango ganan actualmente 56 mil 599 pesos mensualmente, además de cada tres meses se ven beneficiados con apoyos para realizar sus recorridos por sus respectivos distritos. Ellos están hablando de aumentarse sus percepciones no más de 10%. Qué alivio, qué amables son los señores legisladores.
El Siglo ha dado cuenta ya de algo que es sencillo anticipar: el rechazo mayúsculo de la inmensa mayoría; era de esperarse. El punto es que es verdad que los sueldos deben actualizarse, ajustarse a realidades. Es muy complicado hacer una evaluación sensata de cuánto deben de ganar los diputados locales. Un simple ejemplo es que los regidores de Gómez Palacio, que han sido cuestionados porque la actual alcaldesa decidió transparentar sus emolumentos, oscilan entre los cincuenta y los sesenta mil pesos al mes, es decir, casi lo mismo que los representantes del pueblo, así que desde este punto de vista empiezan los asegunes.
Es normal pues que venga esa alza de los salarios en el Congreso local duranguense, quizá lo único que se debe pedir es que lo hagan acorde a lo que todo mundo vive, incrementos que recuperen la inflación apenas unos puntos por arriba de la misma, que es lo que se aplica en economías estables como la mexicana.
Lo que es una constante en todo México, es que el encono que se manifiestan los partidos políticos a la hora de gobernar para el bien de todos, desaparece y llegan a felices acuerdos cuando deciden apropiarse del dinero del pueblo, es este tema, el PRI, PAN, PRD y los partidos morralla, salvo las excepciones que confirman la regla, todos son iguales.