"La vida es muy peligrosa, no sólo por las personas que hacen el mal, sino y sobre todo, por las que se sientan a ver lo que pasa".
Albert Einstein
Últimamente cada vez que enciendo el televisor, navego por Internet, escucho la radio, leo el periódico o platico con diversas personas, las noticias y los temas que salen a relucir no son del todo gratos, sobre todo cuando se refieren a la situación que vive nuestro país, mismo que atraviesa por una cantidad enorme de problemas de todas las magnitudes imaginables por la razón humana.
Y claro, perfectamente consciente estoy de que al momento de dar lectura al presente artículo, resulta imposible no imaginar a qué clase de situaciones problemáticas se refiere el anterior párrafo, dado que desgraciadamente como mexicanos corremos el terrible riesgo de ir acostumbrándonos a vivir con decenas o cientos de males que nos aquejan de manera directa e indirecta, puesto que poca confianza existe en el gobierno como medio de solución.
Esto último es además una de las más peligrosas ideas que pueden habitar en la mente de cualquier mexicano, el hecho de creer firmemente que el Estado, a través del gobierno, es la única persona (jurídicamente hablando, el Estado es considerado una persona moral) que puede dar atenta y eficaz solución a todos los conflictos políticos, económicos y sociales que como país podemos enfrentar.
Lo anterior es posible verlo reflejado cada vez que se acerca el momento de una elección popular, sobre todo cuando se trata de un cambio en el lugar que representa la Silla de Los Pinos, donde la efervescencia política contagia a muchísimas personas generando una esperanza que en la mayoría de las ocasiones termina siendo meramente idealista. Más grave aún resulta que este patrón de conducta social se siga repitiendo periódicamente.
Sin embargo, y por otra parte, considero (como muchos de ustedes que están leyendo) que una posible solución a muchos de los problemas que como mexicanos padecemos descansa en la educación, que de acuerdo con Jean Piaget es un derecho fundamental de la persona, lo que por deducción nos conduce a aseverar que para que exista un derecho debe existir una obligación, que es la de educar.
No entraré en el terreno pedagógico puesto que no es la ocasión, ya que si bien es cierto que el gobierno mexicano se ha ocupado en promover un progreso educativo, aunque no de manera muy convincente y eficaz, la realidad es que la cantidad de males en nuestro país no disminuye, sino que aumenta aceleradamente, lo que necesariamente trae aparejada una cuestión: ¿es la educación académica, sea ésta pública o privada, la verdadera fuente de "salvación"?
Desde mi punto de vista una posible y probable solución radica en una buena educación impartida desde el propio hogar y a muy temprana edad, ya que la familia es la institución de formación por excelencia en toda sociedad, y no me refiero a una educación que se dedique única y exclusivamente a la transmisión de conocimientos, sino que tenga por objeto colaborar en el progreso humano, para lo cual una herramienta fundamental es la enseñanza y puesta en práctica de valores éticos, que tanta falta le hacen a nuestra sociedad.
Considero que no es momento de agachar la cabeza y abrazar la resignación ante tantos problemas que nos aquejan, sino que a partir de nuestra reflexión sobre una auténtica y funcional educación individual que se vea reflejada en el ámbito social, podamos entrar en acción y colaborar "con un granito de arena", buscando soluciones que beneficien a nuestro castigado país que ha sido golpeado por nosotros mismos, mexicanos.