Nos hemos sentido culpables la mayor parte de nuestra vida por una cosa u otra. Yo aprendí que era “adicto a la culpabilidad”. Sencillamente no me sentía bien si no me sentía mal. Estoy seguro que usted se habrá sentido de ese modo en el pasado y puede que se esté sintiendo así en este instante.
Miles de personas están condenadas al fracaso en las relaciones al igual que en muchas otras áreas simplemente porque son individuos basados en la vergüenza e impulsados por la culpabilidad.
Aun cuando no hayan hecho nada malo, imaginan que lo han hecho; es más que probable que sean adictos a la aprobación y necesitan una “dosis” fresca de cumplidos, signos y miradas de aprobación, simplemente para tener un buen día, y a su vez hacen demandas imposibles a otros porque nadie puede hacer que se sientan bien ya que están envenenados en su interior por la culpabilidad y la vergüenza.
Estos individuos heridos normalmente son ofendidos y susceptibles; todo el mundo tiene que andar con cautela al estar junto a ellos, no pueden ser confrontados ni corregidos, simplemente porque se sienten tan mal consigo mismos, que no pueden manejar que alguien mencione una falta de ellos o una área de su personalidad que necesite mejorar.
Si padece esta “adicción” le invito a que este sea el día más maravilloso de su vida y pueda experimentar la libertad que Dios le quiere dar. Le comparto este aforismo de un gran maestro:
LA GALLINA Y EL HUEVO
Julio Peradejordi
Si la luz ve cien mil personas, sólo desciende sobre aquél cuya esencia es luz. Todos los filósofos coinciden en que lo semejante atrae a lo semejante. Sólo llega hasta nosotros lo que, en cierto modo, ya está en nosotros. Si queremos luz, sólo nuestra luz puede atraerla. Si queremos hallar la verdad, sólo la verdad en nosotros nos ayudará a encontrarla. Y si queremos la vida, hemos de exaltar la vida que mora en nosotros y no ahogarla.
La gallina comienza a romper el cascarón del huevo cuando oye que el polluelo está intentándolo desde adentro.
El maestro le decía: Diez mil hombres que vienen de fuera no pueden abrir la puerta de la ciudad si dentro no tienen un cómplice. Diez mil palabras, que vienen de fuera, son totalmente inútiles si no son confirmadas por el interior.
Si un árbol no tiene humedad en sus raíces, de nada le servirán diez mil torrentes. Si no tienes un vaso vacío y limpio, de nada te servirá todo el agua del mundo. El cómplice, la voz interior, la humedad, el vaso, se trata de lo mismo. La mayoría de símbolos habla de él. La mayoría de parábolas se refiere a Él.
Pocas puertas abriremos si hemos olvidado la llave. Poco nos dirán los libros si permanece cerrado el libro de nuestro interior. Pocos pasos daremos en la búsqueda de Dios si olvidamos dar el primer paso hacia nuestro corazón. Cuando sintamos una llamada, no dudemos: es la oportunidad de nuestra vida. Vayamos entonces al encuentro de nosotros mismos.
Escríbame
mariogarza69@hotmail.com
Y recuerde USTED NACIO PARA TRIUNFAR