Q Uizá no sea el momento para defender a la Iglesia Católica ni somos la persona indicada para hacerlo, pero creemos que el reciente alud de críticas y denuncias forman parte de una campaña orquestada para debilitar a la institución y a su máxima autoridad, el Papa Benedicto XVI.
Pocas instituciones religiosas y sociales han manejado con tanta apertura las denuncias en contra de sus miembros en los casos de pederastia y otros abusos sexuales.
De acuerdo a una investigación divulgada por El Vaticano, en los últimos cincuenta años se registraron unos 3,000 casos de sacerdotes diocesanos involucrados en delitos y abusos sexuales.
Charles J. Sicluna, encargado del estudio por parte de la Santa Sede, reveló que el 60 por ciento de los casos es por atracción sexual hacia adolescentes del mismo sexo, conocida como "efebofilia"; el 30 por ciento se refiere a relaciones heterosexuales; y el 10 por ciento restante a actos de pederastia, es decir acciones sexuales en contra de niños.
Absolutamente nada justifica que un sacerdote realice este tipo de prácticas. Si son totalmente condenables cuando las comete un maestro o un entrenador a quien le han confiado el cuidado de los menores, pues la culpabilidad es doble o triple para un religioso porque rompe para siempre la inocencia y la paz espiritual de un niño o adolescente.
Hoy en día existen alrededor de medio millón de padres diocesanos y religiosos lo que arroja un índice de sacerdotes criminales del 0.6 por ciento, es decir menos del uno por ciento lo que evidencia que el problema afecta a una pequeña minoría de los clérigos.
En Austria un análisis similar detectó 17 casos de abusos sexuales vinculados a la Iglesia Católica mientras que otros 510 se relacionaban con otros ambientes o instituciones. En Alemania se registraron 210,000 casos de delitos sexuales en los últimos quince años de los cuáles 94 se relacionaron con la Iglesia Católica, es decir apenas un 0.045 por ciento.
Todo indica que la campaña por magnificar el problema dio resultado y más en Estados Unidos que acumula un largo historial de delitos sexuales por parte de iglesias, escuelas y otras instituciones.
Llama la atención que publicaciones como The New York Times, Los Ángeles Times y la revista Time, entre otras de corte liberal, han hecho eco de esta campaña con críticas y condenas apasionadas que no las realizan cuando se trata de otras iglesias o instituciones.
Por si fuera poco en fechas recientes se ha acusado al Papa Benedicto XVI por no haber hecho lo suficiente cuando fue obispo y cardenal en Alemania o cuando fue prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe durante el pontificado de Juan Pablo II.
Sólo para demostrar lo contrario diremos que Joseph Ratzinger tomó de frente el grave problema tanto en Estados Unidos como en Irlanda y Alemania. En sus visitas a Norteamérica no ha dejado de condenar a los sacerdotes inmorales y de pedir perdón a las víctimas.
Recientemente envió una dura carta de condena a la comunidad irlandesa en donde califica de traidores a los religiosos que abusaron de la confianza de sus feligreses.
El cardenal de Los Ángeles, Roger Mahony, reveló que durante el escándalo de 2002 en su arquidiócesis, el cardenal Ratzinger respondió puntualmente a todas las denuncias y atendió con prontitud los requerimientos del caso incluyendo la remoción de los sacerdotes acusados.
En el tema del fundador de la Legión de Cristo, Marcial Maciel, quizá el peor caso de pederastia que enfrenta la Iglesia, Ratzinger intervino para retirarlo de su ministerio sacerdotal y de sus funciones como dirigente de la orden. El caso ha indignado por igual a católicos y no católicos y será en las próximas semanas cuando El Vaticano se pronunciará a fondo sobre el mismo.
Conviene recordar que la Iglesia Católica además de implorar perdón ante las terribles fallas de algunos de sus miembros, ha indemnizado a sus víctimas a lo largo de estos años como ocurrió en varias diócesis norteamericanas.
No es justo entonces enfocar todas las críticas a la Iglesia Católica cuando el problema de abuso sexual fue solapado por toda una sociedad durante décadas por vergüenza, temor e ignorancia.