Con el argumento de que hay "irregularidades" en las finanzas del Instituto, el Municipio les cortó el financiamiento, pero nunca explicó cuáles eran las irregularidades y ni siquiera avisó a los consejeros, quienes se enteraron por el periódico. La muerte del Instituto significa un golpe a la rendición de cuentas de la administración municipal, pues fue creado para dar seguimiento a las acciones de gobierno, promover mejores prácticas y capacitar a funcionarios en políticas públicas (algo que mucha falta les hace, pues los actuales nada más saben de política-grilla y, dicen, de utilidades por afanamiento).
Sin el Instituto, la administración tendría que ser evaluada por la Contraloría que comanda Lauro Villarreal, lo cual equivale a dejar la Iglesia en manos de Lutero, pues hasta ahora don Lauro no ha apretado las riendas en la sucesión de pifias administrativas cometidas por los funcionarios municipales. De hecho, uno de los proyectos en curso del Instituto es establecer indicadores de gestión para evaluar el desempeño de las diversas áreas del Ayuntamiento. Sin embargo, el proyecto está detenido por "falta de fondos" pero los subagentes sospechan que hay una razón más de fondo, porque como dicen las malas lenguas, estos indicadores van a medir qué tan competente es la administración municipal, y como están las cosas, a lo mejor don Lalo no quiere que se sepan.
