Vida después de la vida

Hace ya más de 30 años que el libro Vida después de la vida se convirtió en un éxito de ventas a nivel mundial. Su autor, Raymond Moody, un persuasivo psiquiatra con doctorado en Medicina y en Filosofía, daba a conocer en él que había entrevistado a centenares de personas que habían sido declaradas clínicamente muertas y que -por diversos factores- se habían recuperado y vuelto a la vida. Sostenía que una mayoría abrumadora de esa gente aseveraba haber conservado la conciencia tras el momento de la muerte y que también reportaba con lujo de detalles experiencias intensísimas que parecían demostrar la existencia del ‘más allá’.

En el frenesí de los años setenta, ni las tentativas explicadoras de los científicos, ni las amenazas de excomunión realizadas por sacerdotes y ministros conservadores que presentaron al libro de Moody como un engaño de Satanás, lograron evitar que las llamadas experiencias cercanas a la muerte (near death experiencies) fueran aceptadas por millares de lectores como un hecho verdadero.

Las vivencias extracorpóreas, el feliz encuentro con seres queridos ya fallecidos, el paso a través de un túnel oscuro, el ser celestial de luz que espera al final del mismo, la instantánea revisión de la existencia y los más desbordantes sentimientos de beatitud se incorporaron tanto a los relatos del cine, de la televisión y de la literatura, como a las conversaciones cotidianas.

Con su best seller, Raymond Moody transformó para siempre la idea de la muerte en infinidad de personas y contribuyó de manera relevante al desarrollo de la tanatología, pero ¿qué ha sido de él desde entonces?

Es válido afirmar que ha modificado su enfoque y que además suscribe tesis en las que no creía cuando publicó su libro. En aquellos años, al menos intentaba presentar sus investigaciones de una manera objetiva procurando aplicar hasta donde le era posible el método científico. Deploraba que diversos líderes del movimiento new age quisieran usar su libro para respaldar sus peculiares enseñanzas espiritualistas. Al conceder entrevistas era muy cauto en lo que decía. Ni siquiera se atrevía a asegurar que había otra vida tras el fallecimiento. Cuidando sus credenciales académicas, Moody se limitaba a declarar que las experiencias reportadas por personas que experimentaron la muerte clínica debían analizarse a fondo antes de emitir cualquier juicio. Ahora, en cambio, sin reservas asegura que hay vida después de la muerte y que es factible comunicarse con las personas fallecidas e incluso conversar con espíritus de seres que están en un plano superior. Dice haber diseñado en Alabama un aposento especial, como los que fueron usados hace miles de años en oráculos griegos, que facilita esa comunicación sobrenatural. Asimismo cree abiertamente en la reencarnación y alega que mediante regresiones hipnóticas recuperó sus experiencias de nueve vidas pasadas. Para defensa de sus ideas, ha creado un frente común con personajes como John Holland, uno de los médiums más famosos del mundo, y con el doctor Brian L. Weiss, controvertido psicoterapeuta que conquistó una gigantesca popularidad al publicar libros en los que difunde aparentes regresiones de sus pacientes a existencias anteriores.

Obviamente, esos pronunciamientos lo han distanciado de los académicos de mayor seriedad. Y aunque abundan las universidades y escuelas superiores que ofrecen cursos y talleres de Tanatología, éstos se centran en la asistencia profesional y en el acompañamiento cálido y digno a los moribundos y a sus familiares, especialmente en las etapas de su proceso de duelo. Las experiencias cercanas a la muerte apenas se mencionan en las instituciones de prestigio.

Por su parte, las figuras más influyentes del establishment religioso norteamericano siguen viendo a Moody como un instrumento del demonio. A él parece no importarle, quizá piensa que si no es aceptado en esta vida lo será en otra.

Correo-e: antonioalvarezm@hotmail.com