Querida ciudad; hoy hace ya a más de cien años de tu fundación, y creo necesario escribirte estas líneas que nacen de lo más profundo de mi corazón, he sido testigo durante más de 50 años que Dios nuestro Señor nos permitió ver la luz primera, en esta bella región que es la Comarca Lagunera, de muchos eventos, por los cuales tú has pasado. En la actualidad he visto con mucha tristeza el amargo panorama por el que tanto tú como todos nosotros estamos pasando, al igual que tus hermanas no menos importantes como son Gómez Palacio y Ciudad Lerdo, sin dejar de tomar en cuenta a aquellas pujantes poblaciones que conforman esta comarca, entre las cuales se encuentran San Pedro de las Colonias y Fco. I. Madero, Coah. Y otras más que por cuestiones de espacio no alcanzaríamos a mencionar, pero en fin toda esta región que nació producto del trabajo de hombres visionarios que con su esfuerzo lograron darle vida.
Antes de que tú nacieras, ya pasaban por tus alrededores misioneros de la orden de los Jesuitas, que iniciaron fundando las primeras poblaciones como fue Santa María de las Parras, lugar donde se establecieron los primeros pobladores conformados por integrantes de las más de cien tribus indígenas que pululaban por lo que se conocía como el valle del Nazas.
Y hablando del Nazas, déjame decirte que aunque el río que atraviesa entre los dos estados y que conforma la parte norte de tu geografía es el mismo, su aspecto no es el que yo recuerdo cuando era niño, muchos años han pasado desde aquella inundación que ocurrió en el 57, y la del 68, por cierto que en ese año todo mundo estábamos inquietos pues como tú sabes, un ciclón que azotó las costas del Pacífico así como el Estado de Nayarit, y trajo lluvias torrenciales sobre la cuenca alta del padre Nazas, lo que provocó que la presa conocida como El Palmito se llenara a su máxima capacidad, y hubo necesidad de desfogar las aguas y verterlas sobre la recién inaugurada presa de Las Tórtolas, que por ser de reciente construcción se pensaba que no resistiría la gran cantidad de agua que se le venía encima y por ende hubo que abrir sus compuertas y dejar pasar esa agua, por lo que los canales como el de Sacramento, el de Tlahualilo y el del Coyote se saturaron rápidamente y hubo necesidad de desfogar la corriente hacia lo que hoy conocemos como tu lecho seco. En pocos días la creciente del río fue que se comenzó a construir a toda prisa un bordo más alto sobre el que ya tenías en tu parte norte, pues la gente vivía con temor, el recuerdo de otra inundación que llegó a afectar las colonias que conformaban esa parte de tu geografía, como eran la colonia El Arenal, la Esparza, la Moderna y según sé, en esa otra ocasión llegó el agua hasta el centro de la ciudad, alcanzando la Plaza de Armas y ante este recuerdo, un sinnúmero de camiones de volteo en ese año del 68, pasaban incesantemente hacia tu margen norte y con admiración recuerdo a los cientos de voluntarios, así como a elementos de nuestro ejército, que se aprestaban a llenar miles de costales de arena para continuar reforzando la orilla del río. Un día mi hermana Guadalupe y yo decidimos ir a ver el río, y caminamos por la calle Múzquiz hacia el puente que antes era de color naranja, para ver el impresionante río Nazas, recuerdo que el agua casi llegaba hasta el nivel superior de los pilares que aún soportan ese tradicional puente hecho de concreto y acero, un soldado nos impidió el paso y nos preguntó hacia dónde íbamos, mintiéndole le dije que vivíamos en Gómez, por lo que no con cierta desconfianza nos cedió el paso, y mi hermana y yo pasamos por el paso peatonal del puente rumbo a Gómez Palacio, yo iba entusiasmado de poder ver ese espectáculo maravilloso y el gran torrente de agua que arrastraba el río, desde luego libre de basura, (no como la última vez en que parecía un gran basurero por la cantidad de bolsas de plástico que manos irresponsables arrojan en los márgenes de este mismo río) por fin después de cruzar el río mi hermana y yo nos internamos en el borde del otro extremo del Nazas, donde se encuentran instaladas en la actualidad una empresa de sillas y la Universidad la Salle, pude observar con asombro que por una barda de piedra que protege la vecina Gómez Palacio, entre las mismas piedras se filtraba gran cantidad de chorros de agua, dando la impresión de que en cualquier momento se derrumbaría. Después de ese espectáculo mi hermana y yo ignorantes por nuestra propia niñez, del peligro que corríamos, decidimos regresar hacia ti. Al día siguiente volví cerca del puente y pude observar la gran cantidad de vehículos que circulaban rumbo a Gómez Palacio, cargados de muebles y pertenencias pues se decía que la inundación era inminente y había que huir de ti, por lo que muchos de tus habitantes se fueron a Gómez, desgraciadamente esa noche ocurrió el desastre pero tú te viste poco afectada, ya que sólo una parte del bordo colapsó e inundó parcialmente tu parte norte, pero tu vecina sí sufrió una severa inundación, que afectó la colonia Santa Rosa así como las colonias El Campestre y Las Rosas llegando el agua a cubrir completamente a algunas viviendas, ese día me fui con un vecino a escondidas de mi papá a ver los estragos que había ocasionado la inundación, y pude ver que el nivel del agua había cubierto el bulevar Miguel Alemán, a la Termoeléctrica y llegado casi al centro de Gómez Palacio a la altura de lo que hoy es la Soriana ubicada por la avenida Victoria, así como a una fábrica de hielo del mismo sector. En Santa Rosa muchas viviendas se habían venido abajo con el pasar de las aguas, así que paradójicamente la gente que huyó de tu lado fue a caer en donde más afectó esa inundación; y que es tu población hermana. Por el momento me despido de ti deseándote que vuelvas a recuperar la calma que antes tenías y que hoy te han robado.
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