Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

VIDA Y SERVICIO

“MI PERROVIEJO”

DÍA UNO: Llego de noche, el ambiente es húmedo y frío pues el otoño está por terminar y se aproxima veloz el invierno; antes de abrir la puerta e introducir la llave en el cerrojo de la misma, puedo ver a través del cristal de la ventana que levantas tu cabeza al percibir mi presencia y de la manera más rápida que pueden dar tus viejas patas te apresuras a la entrada de la casa a esperar que ingrese en ella; cuando al fin abro la puerta, al entrar me recibes moviendo aun con agilidad tu cola e intentas pararte en tus dos patas traseras pero tu artritis no te lo permite y dando un gemido de dolor esperas a que te acaricie en tu cabeza y por debajo de tu hocico, nunca durante tantos años has dejado de ser el primero en recibirme al llegar a casa cansado y siempre me recibes contento, no importa la hora en que retorne a nuestro hogar. La familia duerme y tú me acompañas mientras tomo un vaso de leche antes de irme a acostar y como todos estos años al dirigirme a mi dormitorio entras primero que yo para echarte en tu improvisada cama formada por un pedazo de alfombra y dos viejos cojines, pasan los minutos e iniciamos un concierto de ronquidos entre tú y yo.

DÍA DOS: Hoy percibo que has dejado la mayoría de tu alimento en tu plato, me acerco a donde estás echado y me miras con esos profundos ojos donde sólo se puede leer el gran amor que sientes por mí y por mi familia aunque tu mirada la noto triste. Qué tiempos aquéllos en que llegaste a nuestras vidas convertido en un pequeño cachorrito e hiciste que nos ocupáramos de ti pues no había cosa en nuestro hogar que se salvara de tus pequeños pero afilados y jóvenes colmillos, destrozaste muebles, alfombras, los juguetes de peluche de la recámara de mi hija, y lo peor ¡los zapatos nuevos que mi esposa! Que tanto batalló en conseguir para aquel baile de gala al que acudiríamos esa noche y tú diste cuenta de ellos media hora antes de salir, ¡por poquito nos quedamos huérfanos! Y en la calle los dos, ante el iracundo reclamo de mi mujer devorabas la comida. Y eras tan tragón que un día te comiste un chorizo con todo y el plástico que lo envuelve y que afortunadamente vomitaste y no hubo ningún problema con tu salud.

DÍA TRES: Definitivamente te noto enfermo, no has querido probar alimento y casi no has probado nada de agua, llamo al veterinario quien amable como siempre y con su gran amor que también él siente por los animales te examina pacientemente. Viene a mi mente el recuerdo de ya hace algunos años en que fui víctima de una enfermedad y después de que me practicaron algunos estudios llegué a mi casa aun con los efectos de la anestesia y tu contraviniendo la prohibición de mi hija de que entraras a su recámara, sustrajiste un osito de peluche y lo colocaste debajo de mi axila y te echaste a mis pies como queriendo calentarlos mientras yo me recuperaba del efecto de los estudios. Cuando el veterinario termina de examinarte me ve con mirada apesadumbrada, te pone dos inyecciones y hablándote tiernamente por tu nombre te desea que te recuperes, se despide de ti y se retira.

DÍA CUATRO: Preocupado por ti hoy llegué más temprano del trabajo, aunque por primera vez en tu vida no sales a recibirme, pero desde tu lecho mueves la cola gustoso por verme, me acerco a ti y te acaricio en tu cabeza. Mientras leo un libro sentado en el sofá advierto que te levantas con dificultad y te aproximas a tu plato con agua y aunque no has probado ni pizca de alimento le das un par de lengüetazos al líquido para posteriormente dirigirte no sin dificultad hacia tu arnés y tu cadena; y tomándolos con el hocico te aproximas hacia a mí entendiendo yo la clara señal de que quieres que te saque a pasear, al igual que lo hemos hecho durante tantos años. Cuando eras joven me hacías correr agarrado a tu cadena para evitar que teme escaparas y retozabas gustoso en el césped del jardín, vaya sustos que me hiciste pasar cuando lograbas zafarte y tenía que correr detrás de ti para evitar que fueras atropellado. Hoy sales con paso vacilante, el peso de tu cuerpo ya débil te hace dar bandazos al caminar, moviendo la cola aunque débilmente te da gusto ver el jardín por el que pasamos muchos momentos agradables de tu vida. De regreso se te doblan tus patas por lo que tengo que ayudarte a levantarte en dos ocasiones. Por fin terminamos el habitual recorrido y colocándote con cuidado en tu lecho, me vuelves a ver con esa mirada profunda que sólo los seres como tú son capaces de brindar para demostrar su gran gratitud y amor hacia los que los rodean.

DÍA CINCO: Hoy no pude salir temprano de mi trabajo. Mientras conduzco pienso en cómo estarás y me desespero mientras manejo mi automóvil, el trayecto se me hace eterno y por fin visualizo la esquina de mi casa; desciendo de mi auto y me dirijo presuroso hacia la entrada pero no logro ver tu cabeza a través de la ventana, por fin abro la puerta y me dirijo con prontitud hacia tu lecho; tu cuerpo aún está tibio pero ya no muestras señales de vida, el llanto asoma a mis ojos humedeciéndolos profusamente, no quisiste esperar a que llegara, decidiste irte antes como lo hacen los grandes amigos sin una despedida dolorosa no con un adiós sino con un… ¡hasta luego mi amo y amigo! Y yo te respondo con un ¡hasta siempre mi gran amigo, mi perro viejo! Comentarios y sugerencias al correo electrónico: lavidayelservicio@ yahoo.com.mx

Leer más de Nosotros

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nosotros

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 539483

elsiglo.mx