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VIDA Y SERVICIO

"SADISMO" (segunda parte)

DR. GUILLERMO RODRÍGUEZ RIZADO

Amables lectores, la semana pasada comentábamos sobre cómo a Poncho nos lo habían casado con Renée de Montreuil, hija del presidente de Montreuil, afamado caballero que además era poseedor de una excelente fortuna, y por los datos que tenemos, le echó el ojo a Ponchito, pues se daba cuenta además que su futuro yerno no era feíto ya que era rubio, de buena constitución física y aparte de eso, ya a sus 23 años era un experto consumado en las artes amatorias y su "papi" pues también era poseedor de una nada despreciable fortuna, hagan de cuenta como el "pirrurris", nada más que en su versión francesa. Por otro lado Renée (Renesita, para nosotros), pues era más bien algo "federica", es decir feíta, mas sin embargo la mujer era muy buena onda, como lo podremos constatar más adelante. Pues bien, el matrimonio de Poncho se llevó a cabo en el mes de mayo de 1763, en la iglesia de Saint Roche, y aunque ante el altar le prometió amor eterno a Renesita pues esto no era nada verdadero ya que según cuentan las malas lenguas, (a mí me dijeron, eh!) que salió chillando de la iglesia pero no por la emoción de su matrimonio sino porque extrañaba a Laurita, a la que incluyó en sus obras literarias posteriores, pero en fin, Ponchito ya estaba echado a perder y tan sólo tres meses después de su matrimonio, y a pesar de haber dejado embarazada a Renesita, el pelado no se estaba (como decíamos allá en mi tierra) sosiego, y al andar en busca de sus bajezas, hizo contacto con una dama de Montmartre, a la cual le encargó (desde luego previo billete) que le consiguiera a alguna muchacha que estuviera dispuesta a "visitarlo", y ni tarda ni perezosa la dama en cuestión contactó a una amiga que trabajaba en un taller de costura, a la cual convenció de llevar a cabo dicha "visita", claro, con la debida aclaración de que no se trataba de ir a realizar ningún trabajo de costura, (bueno tal vez algún tru tru ) y con pleno convencimiento, la muchacha se presentó puntualmente a la cita. Poncho la recibió bastante bien, su nombre era Jeanne Testard y contaba con tan sólo 20 años de edad. Pues bien, Jeanne o mejor dicho Juanita quedó deslumbrada al ver el tipo de caballero de quien se trataba, amén, de que sabía que iba a recibir una buena suma de dinero por sus servicios. Ya estando adentro de la casa, Poncho se encerró con Juanita en una habitación y ahí le practicó un interrogatorio, que dejaría asombrados a nuestros flamantes investigadores de cualquier agencia policial, preguntándole principalmente si era católica y devota, lo cual Juanita no negó, y pues ¡ándale! que se le mete el chamuco a Poncho, aunque quizás ya lo traía adentro, y que se suelta blasfemando y de paso insultando a la chica, haciéndola pasar en seguida a otra habitación donde se encontraban diferentes objetos para infringir castigo, así como cuadros y objetos religiosos, pero también artículos eróticos de diferente índole; que hoy por hoy competirían sin dificultad con los que se exhiben en cualquier sex shop. (que por cierto, aunque usted no lo crea, yo no las conozco por dentro), y quitándose la camisa le ordenó a ella que lo azotara con un látigo, pero a Juanita le entró miedo, negándose a hacerlo, y que se enoja el individuo, y entonces él pasó a azotarla a ella, acto seguido el desgraciado descolgó un Cristo de la pared cometiendo el sacrilegio de pisotearlo, ordenándole a Juanis que también hiciera lo mismo, pero para esto Poncho ya tenía dos pistolas, una en cada mano, amenazándola con dispararle si se negaba. Después de esto le indicó que la iba a poseer, pero "contrario a lo que exigía la naturaleza" y después de poseerla y ya saciados sus bajos instintos, se portó más amable con la Juanis, obligándola a firmarle un documento donde ella prometía no revelar a nadie lo que ahí había sucedido, y la invitó a "visitarlo" de nuevo al día siguiente, pero la mujer ni tarda ni perezosa acudió inmediatamente con la policía (sospecho que no le gustó lo que le pasó), contándoles la experiencia que había vivido, acudiendo los agentes de la Ley de inmediato al domicilio de Poncho y con la justicia rápida y expedita, (al igual que aquí,... aja) que lo detienen y lo meten al frescobote.

Al enterarse su mamá suegrita, que lo habían detenido, movió todas sus influencias para que dejaran en libertad a su amado yernito, (¡ésas son suegras!) y obtuvo su libertad 15 días después de que él entrara a la prisión. Poncho prometió que ahora ya se iba a portar bien, y dijo que mejor se dedicaría al teatro que era su pasión. Pero ya entrado en el ambiente teatral, que se le atraviesa una chava, bueno no tan chava, llamada Milé Beauvosin o mejor dicho Mili, quien era una famosa cortesana y bailarina y aunque el pelado ya había tenido unos deslices con dos actrices del teatro italiano, una conocida como la Beaupré y otra Colette, bueno con Mili si fue diferente, pues se convirtió en la amante número uno de Poncho, y ella no le decía que no a nada, y siempre estuvo dispuesta a lo que él le pidiera. Y por un tiempo viajaban juntos, principalmente al castillo de La Costé, ubicado en la Provenza, y si de por sí, ese lugar era un paraíso, imagínense lo que fue para Sade, al ver que Mili le cumplía todos sus caprichos, y bestialidades eróticas. Pasaron cinco años y en abril de 1768 sucedió... (continuará).

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