Amables lectores, el que esto escribe al igual que muchos de ustedes ha sido testigo del crecimiento y desarrollo de nuestra querida Comarca Lagunera. Quiero comentarles algo: hace algunos días tuve un sueño que me llenó de nostalgia y algo de tristeza, pues en ese sueño me vi rodeado de viejos amigos, algunos de los cuales ya partieron de este mundo, pues pasaron a mejor vida; en mi sueño el lugar donde me encontraba con ellos era el desaparecido Restaurant Atenas, y que se ubicaba en la planta baja del hotel Savoy sitio donde antaño, ellos y yo solíamos pasar muchas tardes noches saboreando un exquisito café en medio de una amena conversación y camaradería, me alegró el poder volver a platicar con algunos de ellos como en los viejos tiempos, pero al despertar no pude dejar de sentir una opresión en el corazón, porque comprendí que sólo había sido un bonito sueño y que desde luego mis viejos amigos ya no se encuentran en este mundo (deseo que estén en uno mejor), y desde luego me dio mucho gusto volver a conversar con ellos. ¿Te acuerdas querido lector de esos tiempos que ya se fueron? ¿Te acuerdas de ese desaparecido restaurante? que con toda la tranquilidad del mundo podías salir de ese lugar aunque fueran las 10 de la noche, y caminar por la calle Acuña rumbo al Mercado Juárez y a pesar de la hora todo era actividad, la gente caminaba por la calle, pues a esa hora seguían pasando los camiones que iban rumbo al oriente, mejor conocidos como los Campo Alianza, amén de los famosos carritos de ruta que en esa época circulaban sin parar toda la noche, y si así lo deseabas podías tomarte un jugo o un rico licuado, acompañado de uno o dos quequis en el puesto que existía en esa esquina de Juárez y Acuña, también podías irte caminando hasta tu casa sin el menor pendiente de que fueras a ser agredido o a que se soltara alguna de las ya tristemente balaceras de hoy en día, o si preferías tomabas un "carrito de la ruta" o un camión hacia tu destino.
Viene a mi mente, cuando este servidor suyo estaba estudiando Bachillerato en la famosa preparatoria Federal nocturna por cooperación, que dirigía el ya desaparecido y entrañable maestro profesor Abel Valadez en aquellos lejanos días, la escuela estaba llena de jóvenes y algunos no tanto, pero a todos nos unía el deseo de superarnos y salir adelante en la vida, la gran mayoría trabajábamos en el día y estudiábamos durante la noche, largas se me hacían las horas para salir corriendo de mi trabajo a las siete de la noche y llegar "barrido" a la primera clase, a esa gran escuela que funcionaba en las instalaciones de la aún existente Escuela del Centenario, al dar las 11 de la noche, sonaba el timbre, que anunciaba el fin de la jornada estudiantil y muchos de mis compañeros salían a la carrera para poder alcanzar el autobús que los llevaría hacia su casa, mientras los más afortunados lo hacían en su propio automóvil, otros salíamos más tranquilamente y varios de mis amigos de esos tiempos nos íbamos a pie a nuestros hogares pero, nos hacíamos compañía e íbamos platicando y no en pocas ocasiones nos parábamos en la esquina del boulevard Independencia (antes Torreón) y la calle Rodríguez, y ahí nos poníamos a disertar sobre cuestiones filosóficas, hablando por ejemplo de Sócrates, Platón, Seneca etc., o de cuestiones históricas, como la Segunda Guerra Mundial, pero también de la historia de nuestro querido México, o de problemas políticos de actualidad, esas eran pláticas sanas, que aunque no dejaban de provocar contradicción en alguno de nuestros amigos siempre llegábamos a un feliz acuerdo sobre el tema que tratábamos, en ese momento, ya cuando acordábamos, se nos hacía tarde, pues ya iba a ser la una de la mañana, y recordando que otro día teníamos que trabajar, nos dirigíamos presurosos hacia nuestras casas. En época de exámenes nos íbamos en grupo hacia la casa de mi buen amigo Anastasio Castillo Villegas, quien siempre con gran amabilidad y dotes de buen anfitrión, nos preparaba de cenar unos ricos frijolitos, acompañados de una aromática taza de café, y ahí nos daban las 3 ó 4 de la mañana repasando las clases que habíamos recibido y rogándole a Dios que nos fuera bien en nuestras evaluaciones.
Antes de entrar a la preparatoria, también estudiaba en una escuela secundaria nocturna y por las noches al salir de la misma y acompañado de otro buen amigo que también ya partió de este mundo, solíamos ir juntos hacia la Alianza, donde en un puesto de madera con bancos hechos del mismo material nos sentábamos a saborear un rico y espumoso chocolate acompañado además de una rica pieza de pan, y ahí platicábamos nuestras anécdotas del día rodeados de otros comensales que a veces se sumaban a nuestra conversación, en un ambiente de locales de frutas y verduras desde donde se desprendían diversos aromas frutales, amenizados por la música de las rockolas que provenían de las diferentes cantinas que se encontraban en ese sector, (aún quedan algunas) y ya cerca de las 12 de la noche nos dirigíamos a pie a nuestras casas, pues vivíamos relativamente cerca uno del otro.
En aquellos tiempos de preparatoria, fui testigo de la vida nocturna de la ciudad de Torreón, como la primera vez que vinieron a nuestra comarca los famosos Ángeles Negros al Casino Leonístico, ese día el lugar estaba a reventar, y disfrutamos de una alegre velada aunque, recuerdo que mi compañera de baile a quien invité a ese evento me dejó sentado y solo en una mesa, pues ella se acercó a donde estaba tocando el grupo, por lo que me la pasé platicando con otra amiga suya. No podemos dejar de lado desde luego. (Continuará).
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