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Viernes Santo

JULIO FAESLER

 H Oy es día de reflexión, no sólo de descanso. Suspender el trabajo o el estudio, aprovechar unas horas, quizá revivir la epopeya de la Pasión escuchando la Cantata de J.S. Bach, para tocar piso y verificar la orientación que damos a nuestra vida personal y si realmente tiene sentido nuestros diarios esfuerzos.

Por todos lados nos llegan los efectos de las faltas de lo que otros hacen. La falta de ética en el manejo de la cosa pública y de los negocios nos afecta directamente en lo individual, familiar o en el grupo del que formamos parte.

La inmoralidad de los que manejaban las instituciones bancarias en los EUA lastró nuestro ritmo de nuestro desarrollo. La demanda sin freno de los narcodependientes norteamericanos y el legalizado descontrol del tráfico de armas allá, se convierten en violencia, muerte e inseguridad en México que pronto verán allá.

Aquí, la incesante publicidad comercial nos instiga a cumplir con el implacable sistema consumista que nos incita a gastar hasta en lo innecesario agobiando nuestros escasos presupuestos.

Todos estos asedios se originan en actos que nos son ajenos. Su raíz la conocemos. Es la irresponsable falta de ética en el comportamiento y la resultante traición social. Acciones realizadas sin importar su repercusión en los demás.

A nosotros toca, en nuestra conducta personal, responder con sentido de solidaridad social.

Las responsabilidades que esperan ser atendidas por cada uno de nosotros las tenemos, en primer término, en el ámbito de la familia, del trabajo, la escuela, el club, la asociación o del grupo al que pertenecemos.

La falta de respuesta responsable y solidaria en la comunidad mexicana está en el fondo de los problemas que hay que atender. Las deficiencias que advertimos en las autoridades y los líderes empresariales, en los diversos servicios públicos o privados a los que constantemente tenemos que acudir, no son tanto institucionales sino en realidad, faltas y negligencias personales a su deber.

Esas deficiencias son nuestras si, a sabiendas, desatendemos la tarea que nuestra ubicación en la sociedad nos indica. Muchos trágicos desvíos de la juventud son innegable culpa de los padres que no ejercieron su autoridad y adecuada disciplina y control. En la vida de los negocios y de la administración pública, la falta de ética repercute directamente en la marcha de la comunidad: engaños publicitarios, utilidades sin escrúpulo, cobros excesivos de servicios bancarios, abusos médicos y de hospitales, desvíos de fondos públicos y sindicales, abandono de alumnos por politiquerías, desatención a veces intencionada de asuntos no únicamente los urgentes sino los importantes que requieren atención programada a largo plazo.

La reacción amarga nada resuelve. Su resultado es el ambiente que vivimos, negativo, carcomido de inconformidad y reacciones hostiles y que transmitimos a nuestra juventud.

Nuestra acción se tiene que expresar como respuesta en absolutamente todos los ámbitos que el remedio radica en un genuino propósito de constructiva solidaridad social que contribuya a resolver los problemas.

Sabemos que los errores y la corrupción anidan en todos los ambientes del quehacer humano y en todas partes los lugares del mundo. Contrarrestar la innata tendencia de buscar la vía fácil eludiendo normas éticas comienza con nosotros mismos. Los males institucionales son la suma de los comportamientos individuales. Una sociedad corrupta se forma de ciudadanos corruptos.

De igual manera son individuos los que tienen que poner remedios.

La necesidad de llevar la democracia electoral que tras de muchos y prolongados esfuerzos construimos, a la siguiente etapa que es la democracia participativa que corrija abusos de los políticos, no se realizará ni por mandato superior ni por decisión del Congreso. Al igual que en la fase anterior, no es labor de otros sino de la suma de todos que aportamos nuestras energías.

La lucha contra la pobreza requiere profunda convicción social. No termina con el "enseñar a pescar" como un lema que todo lo resuelve, sino en un compromiso de "pescar juntos", es decir compartir esfuerzos. En el desarrollo nacional, no se trata de que los más dotados lleguen primero, sino que todos lleguemos juntos como dijo el poeta León Felipe.

Los esfuerzos que realizamos para la superación personal no son solamente para uno mismo sino para compartir logros con los que nos rodean y más allá si es posible.

Nunca han sido más oportunos los principios de solidaridad y consideración por los demás que en estos tiempos en que muchos mexicanos se sienten desorientados. Es el momento de expresar tangiblemente que en cada uno de nosotros hay un interés genuino y comprometido en la suerte y felicidad del vecino y del compatriota.

Sólo así avanzaremos.

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