La policía y las fuerzas armadas tailandesas incrementaron el viernes la vigilancia de presuntos opositores en el norte del país, sospechosos de estar aliados con los manifestantes que paralizaron la capital con protestas durante dos meses.
En tanto, el intento de conseguir la extradición desde Montenegro del ex primer ministro Thaksin Shinawatra enfrentó un obstáculo. Tailandia acusa a Thaksin de terrorismo por haber fomentado la violencia, pero las autoridades montenegrinas dijeron que no lo extraditarán ni lo llevarán a juicio si no se presentan pruebas o una orden de arresto internacional.
Thaksin, derrocado en un golpe militar en el 2006, abandonó su país en el 2008 antes de ser encontrado culpable en un caso de corrupción, pero aún tiene amplio apoyo entre la población.
Las agencias de inteligencia tienen información que indica que los opositores estarían planeando represalias violentas desde sus reductos en el norte y noreste del país, dijo la portavoz del Ejército teniente Siriya Khuengsirikul.
El Ejército confía en poder detener cualquier brote de violencia y la vigilancia más intensa es una medida de precaución, dijo Siriya.
Los Camisas Rojas, en su mayoría pobres de la ciudad y del campo que apoyan a Thaksin, protestaron durante dos meses en una zona que tomaron del centro de Bangkok. Las manifestaciones degeneraron en disturbios y choques con los militares y al menos 88 personas murieron y más de 1.000 resultaron heridas.
Los soldados expulsaron a los manifestantes en un asalto final la semana pasada en que dispararon contra ellos y derrumbaron sus barricadas de bambúes y neumáticos con vehículos blindados.
A medida que se retiraban, los manifestantes incendiaron decenas de edificios, incluida la bolsa de valores y un gran centro comercial.
La mayoría de los líderes de los Camisas Rojas quedaron detenidos o fueron interrogados, pero el movimiento no se desarmó y se esperaba que se reagrupara en sus reductos en las provincias.
