Durango

Vivir de la calle...

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LUIS ERNESTO LOZANO

Son cada vez más personas que ya su vida sobre el asfalto. La falta de oportunidades los ha obligado a buscar un oficio que les permita sobrevivir y en la calle lo han encontrado. Limpiaparabrisas, vendedores, voceadores y hasta "benefactores" salen cada día a las zonas de la ciudad con mayor flujo vehícular, en la lucha por conseguir algunas monedas.

 DATOS

Aunque no existe una estadística confiable, autoridades de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPyS) reconocen que mensualmente se detectan, cuando menos, 150 niños que trabajan en el sector informal, la mayor→ ía de ellos realizando alguna actividad que los obliga a exponer su vida en arterias viales.

Y aunque tampoco se tienen datos que especifiquen cuantos adultos se dedican a cualquiera de los trabajos antes citados, basta recorrer un par de cruceros para dimensionar la gravedad del problema.

Tan sólo en el cruce de bulevar Francisco Villa y Jesús García, por ejemplo, en los horarios de mayor tránsito vehicular se contabiilizan hasta 25 personas zigzagueando entre los automóviles.

 EL TRABAJO "CALLEJERO" El trajín diario que viven los trabajadores de la calle ha convertido a vehículos de todo tipo en su principal interlocutor; pareciera que desarrollaron un sexto sentido para comunicarse con ellos, entendiendo sus trayectorias, midiendo sus velocidades y hasta identificando a sus tripulantes.

Héctor, un limpiaparabrisas, reconoce que ha sido embestido por automotores un par de ocasiones en el año y medio que tiene trabajando en los cruceros. "Ya no me da miedo, se acostumbra uno a andar entre los carros", afirma.

Con una habilidad innata, aprenden a medir el tiempo que tardará un vehículo en detenerse y hasta la forma en que se distribuirán sobre los carriles. "(sic) En este crucero (20 de noviembre y H. Colegio Militar), casi todos quieren dar vuelta a la de 20 . El carril de la mera orilla es donde se junta más el jale". Con el tiempo también memorizan el tiempo que duran los semáforos, con lo que logran mayor efectividad en su trabajo.

Sobre su tarea dice que no es nada fácil. "Al principio te da miedo que te vayan a decir que no cuando te arrimas a limpiar; así es hasta que le agarras a la maña". Sin embargo no está excento de ofensas y hasta agresiones.

Héctor relata que en una de las ocasiones en que lo atropellaron, el conductor lo hizo a propósito. "Aventé el chorro de agua al parabrisas y en eso aceleró; ya no me alcancé a quitar".

 LOS QUE LIMPIAN COCHES

El mayor número de trabajadores de la calle, de acuerdo a los c→ álculos de ellos mismos, lo conforman los limpiaparabrisas. "Aquí somos como 10", señala uno de los jóvenes que trabajan en el cruce de Francisco Villa y Bulevar de las Rosas. Eso sí, la mayoría de ellos también está especializado en el "mechudo", artefacto que sirve para limpiar la carrocería de los autos.

"Nos repartimos de dos en dos; casi siempre hay seis limpiando vidrios y cuatro limpiando los carros completos", explica uno de ellos.

Trabajan en equipo, sin embargo, se reservan el derecho de trabajar en el crucero. "Si llegan periodiqueros (sic) nos baja la chamba, por eso no los dejamos que estén aquí (...) a los únicos que les damos chance es a los que reparten volantes o cosas gratis", relatan.

 VOCEADORES

El recelo por el trabajo en los cruceros no es exclusivo del punto en mención. Hay otros espacios en los que, de la misma manera, no se permite el acceso a personas que realicen un trabajo distinto al de voceador, la segunda actividad en cuanto a número. La explicación que dan es la misma. "Por darles las monedas a ellos, nosotros no alcanzamos a vender periódicos, si de por sí...", asegura la señora Elena.

La queja viene acompañada de un pesar por lo que llama "bajas ventas".

"Antes se podía vivir de eso (...) ahora muchos nos dicen que leen las noticias en el internet", con lo que justifican el rechazo por el medio impreso.

La señora Elena forma parte de una familia de voceadores: son siete los consanguíneos que comparten uno de los cruceros del bulevar Francisco Villa.

 VENDEDORES

Un tercer grupo de personas que trabajan en la calle, aunque no siempre sobre el asfalto, son los vendedores. Su caso también guarda circunstancias especiales.

Sufren de un problema que se ha convertido en denominador común de todos: la lucha por el espacio.

Sin embargo los nichos de poder a los que se obedece no son los creados por sus propios colegas. Ellos deben someterse a la voluntad de líderes y al acoso de autoridades.

"Cuando empecé con el negocio de las aguas frescas no tenía permiso; desde el primer día cayeron los inspectores y me levantaron un acta", relata un vendedor de la vialidad Guadalupe Victoria, antes Factor.

En su caso, se vio obligado a dejar de trabajar más de una semana por la falta de documentos. "Me las vi negras porque ya no tenía trabajo, ni dinero, pero gracias a Dios aquí estamos".

Pero hay otros que no tienen tanta suerte. Su hermano, quién durante algún tiempo buscó un permiso para vender pollo asado, terminó trabajando en la venta de discos piratas.

"Quise instalar un asador en la colonia Valle del Sur, pero me dijeron que no se podía porque ahí cerca había ya un negocio de pollos rostizados (...) sólo me dijeron que es de una funcionaria la dirección de salud (Salud Pública Municipal), que por eso no se podía.

Entre los vendedores, se encuentran personas que ofrecen miel, botanas, paletas de hielo y novedades, entre otros productos.

Futuro

Aun y cuando entidades gubernamentales y organismos descentralizados han anunciado la implementación de mecanismos para abatir la existencia de trabajadores del asfalto,

150

 NIÑOS

Son detectados cada mes trabajando.

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