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William escribe el cine

Sueño de una noche de verano (Max Reinhart, 1935). Desde los orígenes del celuloide hasta ahora, Shakespeare ha sido una fuente inagotable de argumentos.

Sueño de una noche de verano (Max Reinhart, 1935). Desde los orígenes del celuloide hasta ahora, Shakespeare ha sido una fuente inagotable de argumentos.

Arturo González González

Si como dijo Ben Jonson sobre su íntimo amigo y colega William Shakespeare, que éste “no era de una época sino para todos los tiempos”, entonces el cine no ha hecho más que convertirse en el eco de esa sentencia dictada hace más de tres siglos y medio. Y es que en 110 años se han proyectado en la pantalla grande alrededor de 270 películas basadas en las obras del llamado Bardo de Avon, convirtiéndolo en el autor más filmado en la Historia. Desde las adaptaciones más fieles de sus tragedias y comedias hasta las más originales puestas en escena inspiradas en su legado, el complejo y apasionante universo shakesperiano ha encontrado en la industria del celuloide un vehículo perfecto para afianzar su vigencia y continuar su conquista de públicos cada vez más diversos.

No obstante la variedad de la creación del dramaturgo inglés, son las tragedias las que ocupan un lugar privilegiado, por cantidad y calidad, en la historia de la cinematografía mundial.

LÁGRIMAS Y SANGRE

Shakespeare llegó al séptimo arte en 1899, apenas cuatro años después de la invención del cinematógrafo, con el corto silente de dos minutos Rey Juan (King John), que muestra la última escena de la obra histórica del mismo nombre. Un año después aparecería Le Duel d’Hamlet, basada en The Tragedy of Hamlet, Prince of Denmark, una de las tragedias más grandes de toda la literatura universal. En el corto, también de dos minutos, aparece la célebre actriz francesa Sarah Bernhart en el papel de Hamlet.

Dicha pieza narra el conflicto interno del príncipe de Dinamarca -quien no se decide a vengar el asesinato de su padre y a recuperar el trono que le corresponde- y se convertiría a la postre en la obra con más ‘traducciones’ fílmicas, con un total de 47. De la larga lista destacan sin duda la multipremiada cinta protagonizada y dirigida por Laurence Olivier, de 1948; la elogiada versión rusa del soviético Grigori Kozintsev (1964) basada en la traducción de Boris Pasternak y aderezada con la música del gran compositor Dimitri Shostakovich; la popular adaptación de Franco Zeffirelli (1999) protagonizada por Mel Gibson; y el extenso filme dirigido y actuado por Kenneth Branagh (1996), en una producción que tiene el mérito de representar en pantalla la tragedia completa.

Otros creadores han retomado las vicisitudes del príncipe danés como argumento para presentarlas en contextos alternos y con personajes distintos. De este bloque sobresale la película Los canallas duermen en paz (Warai yatsu hodo yoku nemuru, 1960), del prolífico Akira Kurosawa, ambientada en el Japón posterior a la Segunda Guerra Mundial; el clásico animado de Disney El rey león (The Lion King, 1994), y la cinta El banquete (Ye Yan, 2006), del director Feng Xiaogang, que lleva la historia de Hamlet a la China del siglo X.

La segunda obra shakesperiana más trasladada al celuloide es Macbeth (The Tragedy of Macbeth), el relato del ascenso y caída de un ambicioso rey escocés, del cual se han rodado 27 versiones, algunas de excelente factura como la del genio Orson Welles (1948), en donde éste actúa y dirige, o la del polémico Roman Polanski (1971). Pero al igual que Hamlet, Macbeth ha servido de argumento para filmes de distintos enfoques, tales como la creación maestra de Kurosawa Trono de sangre (Kumonosu-jō, 1957), que trasplanta la tragedia al Japón feudal, o la ingeniosa comedia negra Scotland, Pa. (2001), dirigida por Billy Morrissette.

Tanto Otelo (Othello, the Moor of Venice) como Romeo y Julieta (Romeo and Juliet) han sido retratados en la gran pantalla en 25 ocasiones. De ambas existen excelentes versiones. Sobre la historia del moro de Venecia destacan las versiones de Welles (1952), con la que ganó la Palma de Oro en Cannes; de Olivier (1965) con un elenco de lujo que incluye al mismo Laurence, Maggie Smith, Michael Gambon y Derek Jacobi, y más recientemente la de Oliver Parker (1995), con el actor afroamericano Laurence Fishburne en el rol protagónico. Una buena adaptación libre de Otelo es la película mexicana Huapango (2004), dirigida por Iván Lipkies, ambientada en la huasteca tamaulipeca.

Acerca de la tragedia de los amantes de Verona sobresale la versión de George Cukor (1936) con las actuaciones de los ya experimentados histriones Leslie Howard y Norma Shearer; la de Zeffirelli (1968) protagonizada por los adolescentes Olivia Hussey y Leonard Whiting, y la interpretación postmoderna del director australiano Baz Luhrmann, Romeo + Julieta (Romeo + Juliet, 1996), estelarizada por Claire Danes y Leonardo DiCaprio. Esta última cinta marcó una tendencia en el abordaje de las obras de Shakespeare en el cine, más dirigido al público joven. En la misma línea se encuentran Hamlet de Michael Almereyda (2000), y Macbeth de Geoffrey Wright (2006).

Otras notables producciones basadas en tragedias de Shakespeare son Julio César (Julius Caesar, 1953), de Joseph L. Mankiewicz, con Marlon Brando en el rol de Marco Antonio; Ran (1985), de Kurosawa, inspirada en El Rey Lear (King Lear), y Titus (1999), de Julie Taymor, una original adaptación de Tito Andrónico (Titus Andronicus), protagonizada por Anthony Hopkins.

RISAS Y ENREDOS

Aunque con mucho menos presencia, las comedias del dramaturgo renacentista también se han hecho de un espacio en la historia del cine. De la fabulosa El sueño de una noche de verano (A Midsummer Night’s Dream) son dignas de admiración las versiones de Max Reinhart (1935), ganadora de dos premios Óscar, y la del checoslovaco Jiří Trnka (1959), filme animado reconocido con múltiples galardones. Una versión más reciente es la de Michael Hoffman (1999) con actuaciones de Kevin Kline, Michelle Pfeiffer, Rupert Everett y Christian Bale.

La fierecilla domada (The Taming of the Shrew), una de las grandes comedias de Shakespeare, cuenta con una popular producción dirigida por Zeffirelli en 1967 y protagonizada por la pareja del momento, Richard Burton como el pretendiente Petruchio y Elizabeth Taylor como la malhumorada Catalina, que no quiere casarse. Otra de las comedias llevadas con éxito al celuloide es Mucho ruido y pocas nueces (Much Ado About Nothing), bajo la mano de Kenneth Branagh (1993). El mismo Branagh había debutado en 1989 como director con su aplaudida adaptación del drama histórico Enrique V (Henry V), 45 años después de que Laurence Olivier hiciera lo propio con la misma pieza.

Como podemos ver, la relación de Shakespeare con el cine se ha vuelto inagotable. La razón de esta simbiosis quizá se encuentre en la maestría con que el bardo inglés plasmó en sus obras la complejidad de la naturaleza humana, y en la facilidad con la cual el lenguaje cinematográfico puede reflejarla. No cabe duda que siglos después de su muerte, el séptimo arte ha construido ese monumento que, según Víctor Hugo, Inglaterra y el mundo le debían a William.

Correo-e: argonzalez@elsiglodetorreon.com.mx

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