C On la Ley SB 1070, de inspiración xenofóbica, dictada en Arizona, se ha activado una nueva discusión, ahora intentando dilucidar sí ésta es, o no, violatoria de los derechos humanos.
De fondo, no exponen otros argumentos -aparte de la seguridad- que tengan peso específico en la decisión; por ejemplo: los costos en servicios públicos, particularmente los de educación y salud, que se incrementan con la presencia de personas irregularmente ingresadas al territorio norteamericano.
Ante eso, México protestó en justo derecho, uniéndosele otros países que presentaron mociones independientes: Uruguay, Panamá, Ecuador, Bolivia, Guatemala, Cuba, Turquía, Senegal, Micronesia y Chile.
El propio presidente de EUA, interpuso un bloqueo a la ley, limitándola, la que se ha politizado enfrentando a demócratas contra republicanos, unos y otros tratando de halar votos a su causa, utilizando la frágil posición de los inmigrados.
De nuevo, grupos étnicos distintos muestran sus diferencias; nada nuevo en el mundo, incluidos los Estados Unidos de Norteamérica.
De inmediato se han unido extremistas raciales, como Jim Gilchrist, quien ha organizado un grupo de "vigilantes" armados y camuflados, que pretenden "ayudar", -en realidad suplantar a las autoridades del vecino país- mostrando de paso su desequilibrio emocional y desadaptación social, haciéndonos recordar a los tristemente célebres grupos Ku Klux Klan, nombre adoptado por predicadores de la supremacía de la raza blanca y practicantes de la xenofobia.
Poco a poco, otros estados empiezan a legislar en forma similar.
En el estado de Utah, al menos dos empleados estatales aparentemente accedieron a una base de datos, creando una lista de mil trescientos supuestos inmigrantes indocumentados, con fines que podemos imaginar.
Le recuerdo algunos antecedentes: Arthur R. Jensen, en una publicación del año 2002, aseguraba que hay una diferencia de aproximadamente 100 gramos, entre el cerebro caucásico y el afroamericano; su interés era demostrar la superioridad blanca, hipótesis que cayó por tierra al recordarse los resultados de estudios hechos sobre el peso del cerebro de Albert Einstein: 1,230 grs., en tanto que la evaluación de noventa y nueve sujetos de piel blanca, entre treinta y setenta años, definió un promedio de 1,040 grs., según un artículo publicado en "The Lancet" (1999) por B.F. Witelson.
Estados Unidos, por ser país multiétnico, trata de encontrar características de unos y otros grupos que lo componen; así nació el Test de Aptitud para el Estudio, que de fondo pretendía controlar el acceso de jóvenes judíos a instituciones educativas.
Con todo, aún hoy existe una corriente de investigadores que pretenden encontrar diferencias, caso de Arthur Jensen, que insiste en la influencia genética, restando méritos al ambiente.
En 1930, un grupo de antropólogos estudió las diferencias "degenerescentes" entre judíos; afortunadamente el interés desapareció.
El psicólogo británico Charles Spearman, en 1904, basándose en la psicología y a la estadística aplicada, desarrolló un análisis factorial, proponiendo la existencia de un factor general de inteligencia que denominó "G", orientado a evaluar capacidades para la ejecución de tareas intelectuales.
Arthur Jensen, en los sesenta, insistió en la relación genética con los niveles de inteligencia, teoría racista que actualmente está desprestigiada, al igual que las ideas de otros genecistas, como Richard Herrnstein y Charles Murray, escritores de "The Bell Curve". Definitivamente, hasta ahora, no existe evidencia concluyente en los estudios sobre genética e inteligencia.
Otro antecedente importante es la Pioneer Fund, -a ella pertenecen Jensen y Shockley, Premio Nobel de Física en 1956, por inventar el transistor- organización filantrópica creada en 1937, por Wickliffe Draper, magnate textilero, partidario de la eugenesia y defensor de "salvaguardar la pureza de los estadounidenses", que irónicamente fue inspiración teórica para que el nazismo intentara "purificar" a la raza humana.
En contraparte, existen algunas propuestas modernas, con hipótesis que hablan del deterioro genético de los primeros pobladores de la Europa Prehistórica, quienes tras prolongadas centurias de hambre y a punto de desaparecer, sufrieron una mutación genética que generó la falta de producción de melanina, dando lugar al pelo rubio y piel clara, propios de nórdicos o indoeuropeos.
De cualquier manera, debemos reconocer la presencia de alta agresividad de la especie humana, que desafortunadamente se diferencia y distingue del resto de los animales, quienes sólo atacan por instinto de supervivencia, en defensa propia o por necesidades alimenticias.
La fuerza bruta, que también tiene una relación inversamente proporcional a la inteligencia, sigue siendo el medio que algunos sujetos utilizan para atacar y matar a otros de su misma especie, caso de "Minuteman Project", formado por Jim Gilchrist, grupo paramilitar integrado por ex combatientes desadaptados a la vida en paz, que pretenden "cuidar y defender la frontera con México".
Indudablemente aún nos queda por vivir muchas más locuras de radicales, mismas que se incrementarán en la medida que continuemos separándonos del sentido humanista en la aplicación de ciencia y técnica para la convivencia humana. ¿Qué le parece?
Ydarwich@ual.mx