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Y sin embargo...

Sobreaviso

RENÉ DELGADO

Si Galileo Galilei fuera mexicano, su célebre frase sería: ...gira, pero no se mueve.

Pese al vértigo de la realidad mexicana, la paralización del país es cada vez más evidente: se registran infinidad de sucesos, pero ningún movimiento. Peor todavía, frecuentemente la apuesta política es ésa: que nada se mueva, que no ocurra nada. Se levanta como trofeo una serie de axiomas deplorables: "se evitó lo peor", "lo importante es que no sucedió nada", "logramos que no pasara nada".

En esa lógica, el valor de la eficacia se ha invertido. Se administra el desastre, no la prevención; se administra el problema, no la solución; se administra la negligencia, no la eficacia. Y eso, increíblemente, se mira y admira como una victoria.

Así, mientras el mundo gira, se mueve y cambia, México se mantiene en suspenso. Se glorifica la parálisis como la mejor hazaña.

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En Estados Unidos los empresarios que incurrieron en prácticas corruptas al conseguir licitaciones en México podrían recibir hasta 50 años de cárcel. En México, el funcionario de la Comisión Federal de Electricidad beneficiario de esa corrupción mantiene no el puesto -porque renunció sin más-, pero sí la libertad y el disfrute de lo recibido indebidamente.

Investigan e investigan el caso la Secretaría de la Función Pública y la Procuraduría General de la República a profundidad, y la Comisión Federal de Electricidad se justifica diciendo que dieron vista del caso a las otras dos dependencias.

El hecho es que si el asunto no se hubiera ventilado en el vecino país, el hoy ex funcionario seguiría despachando en la Comisión, ansioso por ver qué otros negocios podría emprender, desde el puesto público, en su beneficio personal.

Lo que allá se tradujo en un juicio con previsible sentencia, aquí queda como un escándalo al que sepultará, probablemente, el siguiente escándalo.

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En California, el debate sobre la legalización de la marihuana terminará por resolverse en las urnas: ahí, la ciudadanía determinará lo conducente. En México, los diálogos por la seguridad fueron, por lo visto, un ardid político para legitimar la estrategia desde antes concebida.

Allá, se abrió el debate y la conclusión se llevó a las urnas. Acá, el Ejecutivo invitó al diálogo público a quien quería escuchar y, luego, al menos hasta ahora, la relatoría y la conclusión de ese ejercicio si no son secreto de Estado, son decisión privada. Lo peor es que por el solo hecho de haberse abierto el diálogo se quiere dar por sentado que, ahora sí, el combate al crimen organizado tiene que entenderse como una política de Estado.

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En Chile, el rescate de los mineros se convierte en el motor de una mística para arrostrar el porvenir: se fortalece la popularidad del mandatario que, desde el primer momento, se interesó en recuperar vivos a los trabajadores y la hazaña fortalece la unidad nacional. Acá, el señalar la desatención de la tragedia ocurrida en la mina de Pasta de Conchos es motivo para que un subsecretario del Trabajo regañe al senador panista que llevó a tribuna el asunto.

Cierto, el secretario del Trabajo pidió luego una disculpa al legislador, pero aprovechó para regañar al columnista que osó mencionar la rijosidad que caracteriza el quehacer en esa Secretaría.

Qué importan esos trabajadores, si después de todo ya están muertos -pareciera ser la divisa-, lo importante es guardar las apariencias.

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En España, el derechista alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, hizo comentarios sexistas y machistas sobre la nueva y muy guapa ministra de Sanidad, Leire Pajín. El alcalde dijo de ella: "es una chica preparadísima, hábil y discreta. Va a repartir condones a diestro y siniestro por donde quiera que vaya y va a ser la alegría de la huerta. Cada vez que veo esa cara y esos morritos pienso lo mismo, pero no lo voy a decir" (cita tomada de El País). El revuelo provocado por esa sola expresión, obligó al alcalde a pedir disculpas públicas y, aunque lo hizo, los socialistas exigen la destitución de León de la Riva y al líder de la derecha española, Mariano Rajoy, deslindarse o asumir su complicidad.

En México, al gobernador de Jalisco, Emilio González -un panista con bendición cardenalicia-, le dan "asquito" los homosexuales y no tiene empacho en presentarse a negociar pasado de tragos con Raúl Padilla el conflicto del gobierno con la Universidad de Guadalajara. Tequila, por favor. El dirigente de Acción Nacional, César Nava, nada comenta al respecto y el gobernador no ve por qué pedir disculpas públicas a nadie... ni a quienes lo eligieron.

Lo que en España se tiene como un agravio imperdonable, aquí se tiene como una puntada chocarrera. No queda más que pagar otra ronda a esa derecha con la que también comulga la doctrina panista.

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En España, el tamaño de la crisis política que afronta José Luis Rodríguez Zapatero lo lleva a replantearse por completo el diseño de su gobierno. El nuevo vicepresidente, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha dicho: "política que no se explica, no funciona". Así de simple. Asimismo, ya anunció que impondrá más coordinación y mejor comunicación.

En México, el tamaño de la crisis política que afronta Felipe Calderón no supone ningún ajuste. De acuerdo con el dicho presidencial, los colaboradores que se van de su gobierno renuncian porque son muy buenos; y los que llegan entran porque son mejores. Sin embargo, cuando se advierte cuanto ocurre en materia de telecomunicaciones, trabajo, seguridad, educación, economía, política interior y exterior, migración, procuración de justicia... no queda más que irse de espaldas.

Lo que en cualquier lugar del mundo es crisis de gobierno, aquí es rutina.

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En Francia, el presidente Nicolás Sarkozy sabe que muy probablemente no repita en el puesto y su partido advierte que tendrá que hacer circo, maroma y teatro si, en verdad, pretende competir de nuevo por la posición. Asumen los desaciertos y los costos. Cuestión de ver lo que está ocurriendo.

En México, el presidente Felipe Calderón sabe lo mismo y, sin embargo, la pobreza de quienes se apuntan para dirigir a Acción Nacional -un partido que consume un dirigente nacional por año- resulta inquietante. En privado se reconocen los desaciertos, pero no se asumen los costos. Si desde el gobierno y no desde el partido se intenta competir en 2012, no habrá por qué sorprenderse de un mayor desastre.

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El mundo gira, se mueve, registra cambios. México, hundido en el vértigo que lo paraliza, está en suspenso.

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