Los sueños están integrados por múltiples escenas tomadas de nuestra propia experiencia, cercana o remota, siguiendo un orden extraño y ajeno a las leyes más ordinarias.
Soñar es un fenómeno presente en la cotidianidad humana que necesita identificarse y distinguirse para obtener de éste el máximo beneficio. Y aunque muchos afirmen lo contrario, todos soñamos.
Dormir es un fenómeno activo y necesario para todo ser humano. Durante mucho tiempo se mantuvo la creencia de que el cuerpo suspendía su actividad y de que había una identificación con la muerte. Hoy sabemos que se trata de un periodo de intensa actividad cerebral, con modificaciones en el estado consciente y en las respuestas ante los estímulos del ambiente que rodea al individuo.
Soñar es una experiencia ordinaria que se manifiesta durante las tres o cuatro fases paradójicas en la persona dormida, de las cuales la más intensa es la última, misma que suele ocurrir antes de que el individuo despierte.
Aunque se tienen muchas interrogantes al respecto, las hipótesis más aceptadas señalan que los sueños son la expresión del procesamiento cerebral de la información adquirida durante la jornada diurna, sus componentes fundamentales son visuales, su temática predominante se asocia a la tristeza o a la angustia, y que aunque soñamos en diversas ocasiones durante el periodo normal del dormir, recordamos únicamente aquellos sueños que se presentan justo antes de despertar, sea a mitad de la noche tras una pesadilla o antes de iniciar el nuevo día, y cuando el contenido es significativo.
Indiscutiblemente todos soñamos. La opción de rememorarlo tiene como factores tomar conciencia inmediata del sueño al despertar, en un tiempo máximo aproximado de cinco a 10 minutos. Podemos decir que si alguien se propone hacer consciente lo que soñó en esos primeros momentos, en definitiva lo conseguirá. El sueño ‘atrapado’ puede quedarse disponible en la memoria durante un buen tiempo para la persona o su comunidad -la gente con quien lo comparta-, desde unos días hasta toda la vida e incluso para las generaciones venideras.
EL SUEÑO EN LA HISTORIA
Casi todas las culturas antiguas conceden una especial importancia a la experiencia de soñar. Su vínculo con la oscuridad de la noche y las tinieblas de la muerte marcó profundamente la cosmovisión y las concepciones antropológica y teológica. Los sueños se asumieron como vehículos para la comunicación entre los dioses y los hombres, para la revelación de profecías, encontrar la propia misión y el sentido de vida, y hasta como aporte para diagnosticar la enfermedad de un paciente.
Son famosos los sueños de Abraham y de José el soñador en el Antiguo Testamento, y de José el esposo de la Virgen María en el Nuevo, las revelaciones de los intermediarios espirituales en las más diversas culturas y la propuesta freudiana para su interpretación al iniciar el siglo XX. Su impacto se mantiene vigente y alcanzan un gran interés entre el público, debido a que muchas preguntas acerca de los sueños se mantienen sin una respuesta científica e integral.
EL ORIGEN DE LOS SUEÑOS
Los sueños están integrados por múltiples escenas tomadas de nuestra propia experiencia, cercana o remota, siguiendo un orden extraño y en una rápida sucesión de personajes y situaciones, donde no hay respeto por las leyes naturales ordinarias. Su intensidad es tal que se puede despertar con una fuerte confusión entre el mundo onírico y el real. El recuerdo es más claro y fuerte cuando se genera una mayor emoción, incluso provocando que la persona despierte en la oscuridad de la noche sin saber dónde está y qué sucede, o con una clara conciencia de que lo soñado corresponde a la realidad externa.
El contenido más común de los sueños corresponde a la vida diaria, a los hechos e individuos que se presentaron en el tiempo reciente, en el día o la semana que transcurre; a las problemáticas que guardan un papel central en los tiempos más próximos (aquello que abruma o se ha convertido en pendiente), incluyendo los anhelos que no alcanzaron a completarse o cumplirse. Es así que ofrecen elementos para la identificación de aspectos significativos en el proceso personal actual, pues señalan aquello que ocupa un lugar significativo en nuestra existencia: gente, decisiones, lugares, situaciones, pendientes y esperanzas. La temática predominante está relacionada a sentimientos de tristeza y a la sensación de angustia, seguida por lo vinculado a vivencias placenteras y, en una proporción muy pequeña, por situaciones relacionadas con la sexualidad.
Es posible rememorar lo que soñamos cuando despertamos luego de una fase paradójica (la de movimientos oculares rápidos) y tomamos conciencia del sueño (durante los primeros instantes del despertar). Conforme el tiempo transcurre, la posibilidad de recordar disminuye muy rápidamente. Si se quiere conservar y valorar los sueños, es recomendable anotar su descripción de inmediato, de prisa y con el máximo detalle.
TODOS A SOÑAR
Cabe señalar que nuestro hemisferio derecho, vinculado a la sensibilidad, es el protagonista en nuestros sueños, pues se encarga del procesamiento de la información visual, misma que es la materia prima casi total de la experiencia onírica y de la auditiva, que ocupa un lejano segundo lugar. Ambas impresiones hechas a través de los sentidos acaparan casi el 100 por ciento de nuestros sueños.
Entre los beneficios para la persona que recuerda sus sueños encontramos la administración de las actividades cotidianas, grabando con mayor intensidad y calidad aquello que resulta importante, así como el incremento y mejoría de la capacidad cognoscitiva, asociada a la creatividad personal. Dormir bien y experimentar los sueños es fundamental para quienes estudian, especialmente al preparar una presentación pública o un examen.
Soñar nos ayuda a recordar y a reforzar lo trascendente, a procesar e integrar lo vivido, con la fuerza física de la sensación y la psicológica de los sentimientos.
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