P Obre papá, ni tres kilos pesaría cuando lo bautizaron con un nombre que tuvo que cargar por la vida como un piedrón. Confieso que de adolescente me avergonzaba que mis amigas supieran el nombre de papá.
Algo se decía en casa de que le habían puesto el nombre de un hermano de mi abuela que había sido un héroe de la Revolución, aunque nunca me interesé en conocer un poco más sobre él porque yo era muy joven y los jóvenes no miran hacia el pasado sino hacia el futuro.
Más allá de los abuelos, mi genealogía fue siempre una zona de niebla. ¿Sabe usted querido lector cómo se llamaron sus bisabuelos? ¿Conoce su historia familiar? Si este bicentenario sirve para hacernos buscar en nuestras raíces más profundas las claves de lo que nos ha hecho ser lo que somos y reflexionar sobre las razones que nos han impedido lograr satisfactoriamente los objetivos de los movimientos de 1810 y 1910; estaremos mejor equipados para corregir este presente duro, difícil, jodido, que estamos enfrentando. Ignorar el pasado nos condena a repetirlo incesantemente.
Pensando todo eso monté en mi escoba y en busca de mi identidad perdida me dirigí a Real del Monte en la zona minera de Pachuca. Bosques de cedros, olmos y algarrobos bordean la carreterita vecinal que llega hasta el pueblo de calles empedradas con perfección. El mercado, abundante (¡qué país tan lujoso, cómo avienta colores gratuitos por todas partes!) lleva el nombre de nuestro héroe. Camino, subo, bajo, hasta que encuentro la casa.
Recia, no parece que le hayan pasado encima más de cien años. "Aquí nacieron los hermanos Mendoza", indica una placa de bronce. Aquí mi abuela Adela y sus once hermanos, entre ellos el héroe de quien mi padre heredó el nombre; quien por su mala salud y por consejo del médico de la familia, emigró hacia Veracruz en busca de un clima más benigno que el neblinoso y húmedo del mineral donde nació.
Pero el destino tenía reservado para él un lugar en Santa Rosa de Necoxtla, enclavada en la sierra de Acultzingo, en el estado de Veracruz. Como tenedor de libros de una fábrica de hilados y tejidos, el joven comenzó a ganar su pan y a echar raíces hasta que se inició en el comercio con una tienda de abarrotes y ultramarinos que rápidamente prosperó, y dado que a toda prosperidad se le suma gustosa la familia, mi bisabuelo vendió sus propiedades en Real del Monte, y en pocos años estaban todos reunidos en Santa Rosa.
Pero las inquietudes del futuro héroe no terminaban en el negocio, sino que afiliado al "Partido Liberal Mexicano" abrazó la causa del antirreelecionismo al lado de los hermanos Flores Magón. Desde que los hermanos Mendoza nacieron, no había habido en México más presidente que Porfirio Díaz, quien con la bendición de la Cámara de Diputados, se presentaba ya para la enésima reelección.
Fue entonces cuando Madero, lanzó su famoso "Plan de San Luis" y a pesar de su endeble constitución física, el hermano de mi abuela se puso a la cabeza del contingente que iniciaría el movimiento revolucionario en esa región. Como General, tomó Tehuacán y entre vítores y flores entró a Puebla donde le llegó la noticia de la rendición de Porfirio Díaz.
Así fue el triunfo, la derrota llegó cuando asesinado Madero, mi tío abuelo se insubordinó. El ocho de mayo de 1913, el Ejército Huertista rodeó su casa abriendo fuego sin piedad, y por el grave delito de ser antirreelecionista y maderista, Camerino Z. Mendoza fue asesinado con lujo de fuerza. Pero la historia da muchas vueltas y al cabo del tiempo, en su honor, Santa Rosa cambió su nombre y hoy se llama Ciudad Mendoza.
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