Ayuda por desempleo. Desempleados en Grecia hacen cola para recoger su ayuda por desempleo.
El desempleo afecta a más de 200 millones de personas globalmente, y continúa aumentando. La tasa actual del crecimiento del empleo, de 1% o menos anual, no permitirá que se restablezcan los 30 millones de puestos de trabajo perdidos desde que comenzó la crisis en el 2008.
Los números del desempleo son sólo parte de la historia. Millones de trabajadores tienen trabajos sólo temporales porque carecen de alternativas. Aun antes de la crisis, la mitad del empleo fuera de la agricultura estaba en la economía informal, y dos de cada cinco trabajadores en el mundo vivían por debajo del umbral de la pobreza de 2 dólares diarios por persona.
El desempleo juvenil afecta a casi 80 millones de personas, con una tasa dos o tres veces superior a la de los adultos. El desempleo y la desigualdad de los ingresos son el denominador común de las protestas que se empiezan a multiplicar en diferentes partes del mundo.
Millones de personas tienen trabajo pero carecen de elementos básicos como derechos, protección social y voz. En 25 países se han realizado protestas relacionadas con el empleo. Y la situación podría empeorar. Con la desaceleración de la economía desde mediados del 2011 estamos al borde de una recesión mundial del empleo que podría durar una década.
Las consecuencias sociales y políticas pueden ser catastróficas. El mayor desafío de los líderes del G-20, en la reunión de Cannes, es mantenerse en contacto con sus ciudadanos y responder al creciente descontento mundial.
Ellos se esforzarán por calmar los mercados financieros y asegurar que primero la zona euro, luego Estados Unidos y finalmente Japón resuelvan su crisis de deuda soberana. Es urgente apagar los incendios financieros. Sin embargo, para conservar la legitimidad política, el G-20 deberá enfrentar con el mismo vigor la tragedia de los millones de desempleados y de trabajadores precarios que están pagando el precio de una crisis de la cual no son responsables.
Los líderes del G-20 pueden dirigir sus esfuerzos de recuperación económica mundial hacia el camino del trabajo decente basándose en sólidas asociaciones público o privadas. Esto se traduce en cuatro medidas concretas que han demostrado su eficacia.
En primer lugar, aumentar las inversiones en infraestructura generadoras de empleo desde el actual 5%-6% del PIB, al 8%-10% en los próximos cinco años. China e Indonesia han demostrado que este tipo de inversiones son cruciales para mantener el empleo durante una desaceleración.
En segundo lugar, garantizar que pequeñas y medianas empresas, la principal fuente de creación de empleo, tengan acceso al financiamiento bancario y a sistemas de apoyo a la gestión, y que los créditos otorgados a las pyme crezcan.
Eso han hecho Brasil y México. En tercer lugar, concentrarse en el empleo para los jóvenes a través de pasantías y servicios de orientación y formación empresarial, a fin de facilitar la transición de la escuela al trabajo. Los países que han seguido esta ruta, como Alemania, Australia y Singapur, tienen tasas de desempleo juvenil más bajas.
Finalmente, establecer pisos de protección social en los países con baja cobertura. Puede realizarse con un costo de entre 1% y 2% del PBI, dependiendo del país. Los esquemas de protección social financiados con dinero público en Argentina, Brasil, India, México y Sudáfrica están ayudando a millones de personas a salir de la pobreza.