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2011: las cuatro 'D' sacudidas

EMILIO ÁLVAREZ ICAZA L.

 ¡C On los mejores deseos para 2012... los vamos a necesitar! El año 2011 tiene ya especial simbolismo. En México y en el mundo se presentaron diversos acontecimientos que marcaron y sacudieron fuertemente el entendimiento que tenemos sobre la democracia, los derechos humanos, el desarrollo y la diversidad [las cuatro D]. Se han sacudido en lo más profundo las raíces de nuestras sociedades en África, Europa y Norteamérica. Prácticamente en todo el mundo se ha dejado sentir el impacto y por lo que se ve las exigencias de la sociedad civil van en aumento y se expresan de las más diversas maneras. Ahí donde hay déficit democrático, ahí se manifiestan.

En México, el déficit democrático se muestra especialmente en el tema de la seguridad y es justamente por ahí donde la olla explotó. El homicidio de Juan Francisco Sicilia y seis personas más, en su mayoría jóvenes que iniciaban su vida adulta, dio origen a una expresión social extraordinaria. Iniciando en Cuernavaca, Morelos, para luego extenderse a nivel nacional la indignación, dolor y protesta, desbordó cualquier expectativa.

El padre de Juanelo (como cariñosamente era conocido Juan Francisco), el poeta, periodista y escritor Javier Sicilia hace pública una carta cuyo título reflejó el sentir de miles de mexicanos: "¡Estamos hasta la madre!". Bajo esta consigna se congregaron miles de personas, particularmente víctimas, que marcharon primero en Cuernavaca, luego a la ciudad de México y después prácticamente por todo el país.

Bajo esta indignación-acción se constituyó el Movimiento por laPaz con Justicia y Dignidad (MPJD), que vino a dar una fuerte sacudida no sólo a los gobiernos, en particular al del presidente Felipe Calderón, sino al país completo. El MPJD sacudió la conciencia nacional al mostrar de manera concreta el dolor de las víctimas. Probablemente los aportes más significativos del MPJD se centran en tres ideas principales:

1) VÍCTIMAS. Retomando experiencias anteriores, reimpulsa la constitución de un movimiento social de víctimas, sobre todo de las invisibles, las ordinarias, las pobres, las siempre ignoradas, a las que ni procuradores, ni legisladores, ni gobernadores toman el teléfono. Al contrario, el MPJD da lugar a las víctimas que generalmente han vivido dolorosos procesos de revictimización al ser dañadas por la delincuencia y desdeñadas por el Estado (bien por acción, bien por omisión, bien por las dos cosas). Ha tenido que pasar algunos meses y miles de kilómetros andados para que se entienda esta naturaleza y se ajusten y ubiquen las expectativas de quienes esperaban que este movimiento fuera la plataforma para las más diversas causas. No ha sido un proceso fácil, pero cada vez más claro que esa es su identidad.

2) PERSONAS. El segundo aporte es que le empieza a poner nombre y rostro a las víctimas, recupera su humanidad al rescatarlos del insultante mundo de los números y de los "daños colaterales"; rompe la falsa idea de que "se están matando entre ellos" y así abre la puerta al debate sobre las causas de lo que sucede y las mejores maneras para enfrentarlo. Así, el MPJD junto a muchos otros actores ayuda a trasladar también la discusión de los casos a las causas.

3) DEMOCRACIA. El tercer aporte tiene que ver con las formas y medios de lucha. Retoma y practica los valores de la democracia como el diálogo, la participación, la tolerancia y la exigencia a las instituciones del Estado desde el mismo Estado democrático de derecho. Los diálogos en el Castillo de Chapultepec serán recordados, probablemente, no sólo como unos de los momentos más importantes de este sexenio, sino de la transición democrática mexicana y el cambio de relación entre ciudadanía y poderes públicos. La lucha desde la dimensión ética, la no violencia, los medios pacíficos y la legalidad (incluso en ocasiones más allá de lo que funcionarios federales y estatales alcanzan a ver), es uno de los grandes aportes del MPJD. La fuerza de los testimonios y las exigencias de las víctimas expresados en marchas, ayunos, caravanas,diálogos y muchas otras acciones han impactado de tal manera en las estructuras del Estado que hasta los servidores públicos más insensibles han tenido que reaccionar.

En medio del desconcierto que se vive en México, que las víctimas recuperen alguna esperanza, es uno de los signos más luminosos de este año. Sin embargo, no deja de ser altamente preocupante que personas relacionadas al MPJD sean ahora blanco de ataques. Ha iniciado una macabra ola de agresiones en distintas entidades de la República ante la incapacidad de las autoridades estatales y federales.

No cabe duda que los procesos electorales de 2012 tendrán una de sus definiciones más importantes en función de cómo partidos y candidatos aborden la problemática de las víctimas.

La demagogia y el discurso fácil sin compromiso no tienen lugar. La exigencia ciudadana y en particular la de las víctimas tiene objetivos muy puntuales, se quieren resultados: quieren a sus familiares de vuelta; que se halle y castigue a los culpables; que, en la medida de lo posible, se repare el daño y que se garantice que no vuelvan a pasar estos delitos y que no haya otras familias sufriendo como ellas por la impunidad y corrupción.

Lo que se requiere son estadistas, no contratistas, empleados o representantes de cualquier interés ajeno a la gente.

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