Familiares de los mineros muertos en Pasta de Conchos y otros siniestros en minas y pozos se unen para exigir el rescate de los restos y más seguridad en las minas.
A lo largo de los últimos cinco años, María de Lourdes Aguilar ha ido juntando en un cuaderno recortes de prensa sobre el accidente en la mina de carbón de Pasta de Conchos, para que su hijo Daniel sepa cómo murió su papá.
Los recortes incluyen un reportaje sobre Fermín Tavares, padre de Daniel, bajo el titulo "Papá nunca volvió".
La historia de María de Lourdes es una de las 65 historias familiares que dieron un vuelco trágico hace un lustro, cuando el 19 de febrero de 2006 una explosión en la unidad 8 de Pasta de Conchos atrapó a sus padres, esposos, hijos o hermanos.
A cinco años, las familias sobreviven con pensiones de menos de 3 mil 500 pesos y sin saber exactamente qué pasó, quién fue responsable y por qué nunca les entregaron un cuerpo para enterrar.
La tragedia que atrapó la atención nacional hace cinco años se desvaneció, pero en San Juan de Sabinas, en el norte de Coahuila, sigue presente.
Como el cuaderno de María de Lourdes Aguilar, los habitantes de este municipio que viven de la minería de carbón, hacen lo posible por no perder la memoria.
Retiran apoyos
Las viudas fueron las únicas que recibieron apoyos por parte de Industrial Minera México (IMMSA), dueña de la mina, una de las compañías mineras más importantes a nivel nacional y mundial.
Tras el accidente, la empresa cambió la versión de lo sucedido aquel fatal día en diversas ocasiones, según el testimonio de los deudos, quienes por este motivo, perdieron la credibilidad que al principio le dieron. Al final de los 65 cuerpos sólo logró el rescate de dos.
A los 5 días del siniestro los mineros fueron dados por muertos y a las viudas se les ofreció la cantidad de 750 mil y la promesa de otros apoyos, que finalmente no cumplieron.
"La empresa se volvió puras mentiras, y hasta a fecha, porque el rescate sí se puede... la empresa no quiere nada con nosotros porque no se compra la vida del minero, nos dijeron que hasta que sacaran el último cuerpo nos iban a seguir pagando y no lo hicieron", dijo María de Lourdes Aguilar.
La mujer vive con sus padres y su hijo Daniel, de seis años. En aquel entonces el niño tenía apenas un año tres meses de edad. Sobrevive con una pensión de 2 mil 200 pesos al mes y con las ganancias que obtiene de la venta de artículos para bebé.
La empresa le retiró el apoyo semanal de 2 mil 800 pesos, que había prometido hasta el rescate de los cuerpos, y una beca que le entregaban de 460 pesos. La mujer recibió por un tiempo una beca otorgada por el Gobierno del Estado, pero desde el año pasado fue suspendida.
"Ya no tenemos apoyo. Moreira nos tenía la beca, pero Moreira nos lo quitó, beca que para que los hijos de los mineros siguieran estudiando", dijo. Lourdes Aguilar no se ha vuelto a casar y continúa exigiendo el cuerpo de su marido.
Perdió a su único hijo
Para Domingo Martínez Martínez, de 79 años, papá del minero Julián Martínez Ojeda, la ausencia ha sido muy sufrida. Julián era su hijo único y desde que quedó atrapado en la mina, sufrió una terrible depresión que lo llevó al borde de la muerte.
"Una vez tomado me acordé de m'ijo y me atravesé en la carretera, ya casi me mataba", dijo. Domingo Martínez sufrió una lesión en la pierna izquierda que no le impide caminar bien y por ende participar en las marchas que las familias realizan en la capital de la República, para exigir el rescate de los restos.
"Yo siento en mi corazón como si m'ijo estuviera vivo, lo que pasó es una injusticia y nos deben de oír y atender como padres, porque a nosotros como padres nunca nos han.......
tomado en cuenta, sólo a las viudas. Si llegaran sacar los restos ya sabe uno que están donde deben estar”, dijo Martínez Martínez. Su hijo tenía 42 años cuando sucedió el siniestro en la mina, era casado y tenía cuatro hijos.
Para aliviar la pena
María Trinidad Cantú, madre de Raúl Villasana Cantú, cuenta que desde que sucedió el siniestro, su esposo Raúl Villasana y ella emprendieron una batalla para exigir el rescate de los restos mortales de su hijo y los demás mineros y saber qué fue lo que pasó, además de exigir el cumplimiento de las normas de seguridad marcadas por ley, para los mineros que actualmente laboran en minas o pozos de carbón.
“Es una herida que nunca sana, siempre está latente. Ya vamos a cumplir 5 años y nuestra exigencia es ésa, que se saquen los cuerpos. Nosotros como padres, siempre esperamos sus restos porque la mina era su centro de trabajo nada más, no era el panteón para que se quedaran ahí”, dijo.
“No sabemos ni qué fue lo que pasó, la empresa nunca ha dado una respuesta, la empresa siempre nos ha tratado mal porque como padres ni en cuenta se nos ha tomado, pero nosotros hemos seguido insistiendo aunque otras personas digan que ahí se queden”.
Trinidad, con voz entrecortada, narra qué fue lo que vivió ese día.
“Cuando nos avisaron haz de cuenta que nuestra mente se bloqueó, como que era algo increíble, teníamos esperanzas de que estuvieran vivos porque la empresa decía que estaban vivos… fue algo terrible desde ese día, y algo inquietante, nunca he quedado resignada, es algo que no tenemos, un lugarcito donde llegar a depositar flores, una oración como creyentes, es algo que nos ha dejado bien lastimados”, dijo.
Sin embargo en diciembre del año pasado, la salud de su esposo Raúl Villasana se vio deteriorada al sufrir un derrame cerebral.
“Mi esposo al año de que vio que no lo sacaban, dijo que haría lo imposible hasta ver los restos afuera… después de eso, comenzó a padecer de la presión alta, en diciembre le pegó un infarto cerebral y apenas se está recuperando. A raíz de eso (el siniestro en la mina) la gente (familiares) se ha ido atrasando, algunos ya fallecieron”, dijo.
La exigencia que en un principio se centró en el rescate de los cuerpos de los mineros, ahora se ha ampliado en pro de una mayor seguridad para los mineros de la región carbonífera, por ser esta la principal fuente generadora de empleos.
“Las empresas los tratan como máquinas y animales que tienen que trabajar ahí a como les salga a ellos. No se ha aprendido la lección por parte de las empresas y del Gobierno porque acaban de fallecer otros dos mineros. Cómo es posible que sigan existiendo estas muertes en la Región Carbonífera si sabemos que es de puro mineral… deben de ponerles la seguridad que ellos se merecen”.
Las familias dicen que no descansarán hasta rescatar los restos, pues creen que sólo de esta forma podrán vivir en paz.
“La ausencia te duele, si logramos el rescate de los cuerpos, creo que nosotros podemos ir aliviando nuestra pena, nuestro dolor, mientras no… Dios quiera que algún día los tengamos para poder tener ese descanso”.
Murió sin tener sus restos
Aidé y Juan Isaac Ramírez, hermanos del minero Hugo Ramírez, creen que la tragedia de Pasta de Conchos deterioró la salud de su madre quien hace dos años falleció.
“Mi mamá sufrió mucho desde el día de la explosión. Ella padecía de la diabetes, pero luego su salud se empezó a deteriorar y el año pasado murió”, cuenta Aidé.
“Ella decía que lo único que quería antes de morir era ver los restos de su hijo enterrados en el panteón, como debe ser, pero no se pudo”, dice Juan Issac.
Los padres de los mineros no recibieron ningún apoyo por parte de la empresa ni del Gobierno, pero dicen que lo único que piden son los restos mortales.
Cierran camino a la tumba
Pasta de Conchos cerró sus puertas el 8 de junio del año pasado luego de desalojar a las viudas y familiares de los mineros que permanecían en el lugar.
Ahora la misma mina, en su entrada, tiene un letrero distinto en el que se lee “Mina 1 Unidad Pasta de Conchos”. Desde entonces la entrada permanece vigilada las 24 horas y no se le permite el acceso.
Los familiares y las viudas dicen que existen rumores de que la mina reiniciará operaciones, “Andan diciendo que la quieren volver a abrir, pero que la quieren hacer de tajo (a cielo abierto), hasta ahorita no sabemos bien si es cierto porque no podemos entrar”, dijo la viuda de Tavares.
Aun así algunos familiares manifestaron que acudirán para ver si les permiten la entrada a la mina que se convirtió en la tumba de sus seres queridos.