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¡A ESCENA!

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RAÚL ANTONIO MERAZ RAMÍREZ

Uno de los actos más importantes de la vida social, política y cultural de Gómez Palacio, y de nuestra región, fue la puesta en escena del "Teatro Alberto M. Alvarado", como una obra en la que los actores se pueden contar por miles y miles. Más que un recinto para actores, el teatro, nuestro teatro...

... ha sido el escenario donde nuestros niños han podido conocer cachitos de la vida de sus héroes y donde se han coronado los sueños de miles de jóvenes que caminaron grandes trayectos para formar su carácter como buenos ciudadanos. ¿Y qué decir de los maestros, los intelectuales y amantes del conocimiento, cuando apasionados debatían sus ideas? ¿Y aquella vez en que serenos y con profunda devoción entonamos nuestro Himno Nacional? ¿O aquella otra en que honramos a nuestros ilustres difuntos... o cuando eufóricos aclamábamos a nuestros oradores y declamadores en su lucha por triunfar? ¿Acaso el llanto de una madre orgullosa al ver a sus pequeños hijos, representar el drama de la vida, merece menos elogio? ¿Y el campesino, el obrero, las valientes mujeres y los trabajadores que agrupados en sus gremios se reunieron para acordar su destino?

Cuando de mantener y mejorar el teatro se trataba, el heroísmo de nuestra sociedad se volcó muchas veces al llamado de las valientes damas voluntarias y miembros del patronato; cuando tocaban puertas y salían generosos los maestros, los comerciantes, las agrupaciones y los ciudadanos en una actitud que el mismo García Lorca honraría cuando decía que "Un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo". El pueblo no lo hizo porque lo dijera García Lorca, lo hizo porque era su teatro, nada más.

Nuestro teatro, además de ser la Casa del Pueblo, ha sido Casa de Invitados. Grandes directores nos han mostrado su talento: Xavier Rojas, Nancy Cárdenas, Benito Alazraky, José María Fernández Unsain, Susana Alexander, Gerald Huillier, Alejandro Jodorowsky, José Luis Ibáñez, Enrique Gou, Emilio Carballido...

Víctimas, ladronas, musas, diablas, traviesas, bizarras, mesalinas, candorosas, triunfadoras y fantasmas dejaron su huella, a través de María Douglas, Virginia Manzano, Verónica Castro, Yuly Furlong; Rita Macedo, Bertha Moss, Ana Martin, Susana Cabrera, Ofelia Guilmáin, Lupita Pallas, Héctor Catalán, Saby Kamalich, Magda Guzmán, Maritza Olivares, Irma Lozano, Marga López, Angélica Chaín, Jacqueline Andere, Martha Serret...

Carlos Piñar, Fernando Palavicini, Gastón Tuset, Guillermo Murray, Enrique Alonso, Héctor Catalán, Carlos Bracho, el "Flaco" Guzmán, Julio Alemán, Enrique Álvarez Félix, Aarón Hernán, Carlos Ancira, Juan Ferrara, Guillermo Aguilar, Froylán Cuenca y muchos otros, dieron vida a los donjuanes, a los dementes, los caballeros, los sinvergüenzas a los avaros y pordioseros.

Los grandes maestros de la música y el canto, de la danza, la ópera, la música de cámara y el ballet, han impactado nuestros sentidos y dejado su estampa en la memoria; José Kahan; el virtuosismo de Vladimir y Sasha Vechtnov; las Cuerdas de Praga; Arturo Pérez Medina, Lucero Martínez, Manuel Cerros, Rasma Lielmane; el Jazz, la opereta, los tenores, la Orquesta Sinfónica Nacional, la de la UJED y la Secretaría de Marina...

Todos los géneros, instrumentos y manifestaciones del arte y la cultura, han desfilado por nuestro teatro: infantil, histórico, drama, escultura, pintura, comedia, cine, ballet, ópera, pantomima, danza, violines, pianolas, arpas, panderetas y tamboras. Cantantes, bailarines, declamadores, interpretes orgullosos de la música mexicana, presentadores de libros, de brillantes ideas, provocadores de emociones, de llanto, de risas, de asombro y de terror, le han dado a nuestro pueblo la oportunidad de presenciar mil veces, mil vidas diferentes.

Grandes promotores de la cultura no se quieren ir y aún se escuchan por las paredes internas... Ernestina Gamboa, Salvador Tostado, Carlos Reséndez, Yeye Romo y tantos otros.

El Teatro Alvarado, patrimonio del pueblo, nos ha hecho sentir orgullo, admiración y caridad. Alguna vez nos hizo sentirnos héroes, gigantes, humanos. Olvidamos nuestra condición y el drama cotidiano que vivimos. Reímos, lloramos, cantamos... porque el teatro detona todos los gestos, sentimientos y pasiones humanas, en la vida y en la muerte... si no, porque en la tumba del gran Moliere fue grabado: "Aquí yace Moliere, el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y de verdad que lo hace bien". ¿Será porque el arte y la cultura perpetúan lo mejor de la especie humana?

A cuarenta años del lanzamiento estelar de la obra llamada el "Teatro Alberto M. Alvarado", esta se ha convertido en la obra más vista, vivida y actuada por docenas de miles de actores, orgullosos de su cultura, de su historia, su identidad... y de su Patria.

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Escrito en: Teatro Alvarado

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